ENSXXI Nº 13
MAYO - JUNIO 2007
Juan García-Granero Fernández
Miguel y Juan García-Granero Márquez
Notarios
En otro número de esta revista, al presentar Antonio Rodríguez Adrados a José María de Prada, planteaba la posibilidad de ser “recusado” en la redacción de la semblanza por su amistad íntima con el presentado; pero invocaba para salvar la cuestión una segunda naturaleza de todo notario, derivada del ejercicio profesional: la imparcialidad frente a todos.
En el caso que ahora nos ocupa dicha imparcialidad se va a ver sometida a dura prueba, pues la dirección de la revista nos ha puesto en el brete de presentar, dentro de esta sección “Los Grandes del Notariado”, a nuestro padre Juan García-Granero: un parentesco tan inmediato que, empezando -por ejemplo- en términos de actuación notarial, implicaría hasta no poder autorizar para él una escritura. Pero es que además asumió generosamente la comprometida tarea de ser nuestro preparador de oposiciones, lo que añade a la relación paterno filial ese vínculo tan especial que se crea entre cada notario y su magister. Intentaremos no obstante mantener estas líneas dentro de un tono lo más objetivo posible, sin que pueda pesar en exceso ni el casi temor reverencial que llegaba a causar el preparador a un opositor que algún día no había “cantado” como debía, ni el profundo cariño y agradecimiento derivados de una deuda impagable.
Juan García-Granero Fernández forma parte de una familia de gran tradición notarial, tercero de cuatro generaciones sucesivas de notarios. El primero fue su abuelo don Miguel García López, quien ejerció en Albacete prácticamente en los tiempos de la Ley del Notariado. Su padre, también llamado Miguel, fue notario de Cifuentes y Leiro antes de recalar en Palencia, donde nace Juan en 1924, así como sus hermanos mayores; poco después la familia volvió a sus orígenes levantinos al trasladarse don Miguel a su destino definitivo, Valencia, donde nacieron los restantes hermanos (nueve en total). De ellos Isidoro fue registrador de la propiedad; Manuel también notario, al igual que varios sobrinos que continúan la tradición familiar, junto con los dos firmantes de este escrito. También están los muchos alumnos y opositores preparados por Juan, entre los que él ha considerado siempre como su “tercer hijo notario”, por razones muy especiales, a nuestro compañero Alberto Toca López de Torre.
"Como notario del “día a día”, ha sido Juan García-Granero un trabajador incansable y meticuloso, atento y celoso del fondo y forma de sus escrituras, que pulía hasta poder sentirse orgulloso de todas y cada una de ellas"
El fallecimiento prematuro de su padre en 1941, cuando Juan solo contaba con diecisiete años de edad, dejó a la familia en una complicada situación económica, dentro además de la difícil coyuntura general española tras la guerra civil. Ello obliga a él y sus hermanos a devorar aceleradamente carreras, buscando además la deseada matrícula de honor que suponía una importante rebaja del coste económico de la universidad. De esta forma completa en solo tres años los cinco cursos de Derecho, mientras aún encuentra tiempo para iniciar su dilatada carrera de estudios jurídicos: en 1945 la Revista Crítica de Derecho Inmobiliario le publica su primer trabajo, realizado a la tierna edad de veinte años, y que versa -nada menos- Acerca de la naturaleza jurídica del derecho de anticresis. Al año siguiente, publica en la misma revista su estudio Titularidad y comunidad; Gesamte Hand o comunidad en mano común.
Terminada la carrera, se embarca en la primera de las oposiciones que encadena: se presenta a las celebradas en Burgos, que entonces se convocaban por colegios notariales y a las que se agregó las plazas del pequeño Colegio de Pamplona; aprueba y el destino o la casualidad le llevan a la localidad navarra de Puente la Reina, de cuya notaría toma posesión a la edad de veinticuatro años; aunque en este instante no lo sepa, acaba de encontrar la que se convertirá luego en su tierra de adopción y devoción; su primer contacto con el derecho navarro lo llena de interés por unas figuras jurídicas vivas y complejas, de gran arraigo tradicional y muy diferentes de las instituciones del derecho común.
Tras un breve paso por Villar del Arzobispo, nuevas oposiciones: gana categoría de segunda con Linares, y obtiene luego -en las oposiciones restringidas siguientes- una de las notarías de Pamplona, que resultará ser su destino definitivo, y de la que toma posesión en 1953. Durante muchos años será el notario más joven de la ciudad, lo que resulta algo chocante con el desempeño durante un tiempo del cargo de Decano. Aquí continuará hasta su jubilación en 1994, lo que supone un impresionante período de cuarenta y un años sirviendo la misma notaría. Instalado ya en Pamplona, gana por último la que ha calificado siempre como “su mejor oposición” y se casa con su mujer, Pilar, andaluza y guapísima (y no hace falta que lo digamos nosotros).
"Su primer contacto con el derecho navarro lo llena de interés por unas figuras jurídicas vivas y complejas, de gran arraigo tradicional y muy diferentes de las instituciones del derecho común"
El retorno a Navarra supone el reencuentro con el que va a ser su otro gran amor, el derecho navarro, aun cuando sus publicaciones de aquéllos tiempos siguen centrándose en instituciones de derecho común o teoría general del derecho; así, Estudio dogmático sobre la mejora y el tercio de la mejora o La edificación con dinero ganancial en suelo propio de uno de los cónyuges, publicados en 1949 y 1950, respectivamente, en la Revista de Derecho Privado. Aún a estas alturas siguen asomándose estos estudios en temas de oposiciones a notarías.
Pero poco a poco su interés y dedicación se van viendo absorbidos por el derecho navarro, y comienza con un pequeño y entusiasta grupo de juristas la ingente tarea que culminará en la Compilación del Derecho Privado Foral, o Fuero Nuevo de Navarra. No es éste obviamente el sitio para reconocer la labor desinteresada de todos aquéllos que dedicaron tanto tiempo y esfuerzo a la redacción de la Compilación, aun cuando no podemos dejar de mencionar al también notario y gran amigo Javier Nagore; junto con el abogado Jesús Aizpún, inician los tres en solitario los primeros trabajos; posteriormente fueron incorporándose paulatinamente varias personas más. El primer fruto palpable es la “Recopilación Privada del Derecho Privado Foral de Navarra”, cuyos libros primero y segundo ven la luz en 1967, para quedar completada con los restantes libros en 1971. Posteriormente, tras prolongadas gestiones, la Recopilación Privada pasa a ser promovida y asumida por la propia Diputación de Navarra, transformándose en el Proyecto de Compilación que finalmente se vería aprobada en 1973.
Las frecuentes reuniones de trabajo tenían lugar en los domicilios de unos y otros, y en muchísimas ocasiones en el despacho que en su casa de Pamplona tiene Juan, en el cual aparece en las fotografías adjuntas; los días en que había “Fuero” -como solíamos denominar sintéticamente en casa a dichas reuniones-, sus siete hijos teníamos rigurosamente prohibido dar la tabarra alrededor del “sancta sanctorum”.
Durante aquéllos años también fue interesándose Juan por el derecho histórico, principalmente navarro pero también de ámbito más amplio. Fruto de estos estudios son publicaciones tales como Fuero General de Navarra 4,2,3: el cónyuge viudo que tiene “fealdat”, ¿puede enajenar en caso de necesidad?, en el Anuario de Derecho Civil de 1974; “Domna et domina, potens et usufructuaria” (con la zalamera dedicatoria “A Pilar, uxori, domnae et dominae”), “Fuero Viejo” y “Fuero Nuevo” de Navarra o Anotaciones de un ius foralista sobre el libro de un lingüista: “Registro del Concejo de Olite” de Ricardo Ciérvide, estos tres últimos publicados entre 1974 y 1977 en el luego extinto Anuario de Derecho Foral. Y en el Anuario de Historia del Derecho Español, Estudio sobre el capítulo 3,20,6 del Fuero General de Navarra: un texto recibido del Derecho romano, en 1976, o “Sallió el fijo, visto et oydo”, en 1985. En el estudio publicado en el mismo anuario en 1980, “Vidal Mayor”: versión romanceada navarra de la “maior compilatio” de Vidal de Cañellas, lanzó una tesis luego recogida y asumida por diversos autores, como Fernando González Ollé en un trabajo publicado en 2004 por la Revista de Filología Española, o incluso desde un punto de vista artístico por el alemán Anton von Euw. Todos estos trabajos de gran interés para un –por antonomasia- reducido número de interesados.
"Completa en solo tres años los cinco cursos de Derecho, mientras aún encuentra tiempo para iniciar su dilatada carrera de estudios jurídicos: en 1945 la Revista Crítica de Derecho Inmobiliario le publica su primer trabajo, realizado a la tierna edad de veinte años"
También hay que referirse a su labor de conferenciante, siendo de destacar las pronunciadas en la Academia Matritense del Notariado: en 1956 Testamentos conjuntos o colectivos en Derecho Español, y en 1978 Formularios notariales de los siglos XIII al XVI; es uno de los pocos juristas que ha pronunciado dos conferencias en dicha Academia. La segunda está publicada como es habitual en los “Anales” de la misma; la primera quedó en cambio pendiente de una revisión y sistematización que, como suele ocurrir, se fue retrasando en el tiempo ad calendas grecas, si bien buena parte de su contenido, actualizado y enriquecido, se ha conservado en los “Comentarios” que ahora se dirá.
Sus últimas publicaciones, poco antes de su jubilación en 1994 y tras la misma, se han centrado en la monumental obra dirigida por Manuel Albaladejo Comentarios al Código Civil y las Compilaciones Forales, en la que se ha encargado de los comentarios relativos a numerosas Leyes del Fuero Nuevo de Navarra. Un desgraciado problema de salud, del que no obstante se ha recuperado plenamente, cortó sin embargo en su momento su actividad de estudioso e investigador.
Como notario del “día a día”, ha sido Juan García-Granero un trabajador incansable y meticuloso, atento y celoso del fondo y forma de sus escrituras, que pulía hasta poder sentirse orgulloso de todas y cada una de ellas. Por medio del estudio y trabajo diarios ha creado y perfeccionado figuras jurídicas prácticas que posteriormente se han difundido y consolidado como muy útiles. Ha respetado los rigurosos criterios deontológicos que se autoimpuso desde el primer día. Y ha actuado hasta el último, en resumen, como un notario de verdad, de pies a cabeza. Para nosotros solamente hay un problema, y es que nos ha dejado el listón colocado muy alto.
(1) Publicamos aquí la semblanza del ilustre notario Juan García-Granero Fernández, debida a la pluma de sus hijos, también notarios, Miguel y Juan Pedro. En el próximo número de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI se publicará la interesante entrevista que le ha realizado Agustín Sanabria.