ENSXXI Nº 16
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2007
Tras un mandato especialmente fecundo al frente de la Unión Internacional del Notariado, entrega usted el testigo de la Presidencia en este 25 Congreso de la UNIL. Nos ha parecido importante llevar a los lectores de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI, revista hacia la que no oculta su simpatía y valoración, las opiniones de quien ha llevado el timón del Notariado en estos últimos años de intensa expansión global de la institución. ¿Cómo valora el desarrollo, los contenidos y las conclusiones de este 25 Congreso Internacional del Notariado?
El 25º Congreso Internacional del Notariado ha sido sumamente satisfactorio para mí desde todos los puntos de vista. En primer lugar, en lo organizativo, el Notariado español ha confirmado una vez más ser un excelente anfitrión. También por la participación masiva de más de 2000 colegas venidos de distintas partes del mundo, así como por los resultados de estudio científico de sus temas y del Foro Internacional que marcan el interés y la firme voluntad del notariado de estar al paso con los tiempos respondiendo de manera eficaz y consciente a los necesidades que la sociedad impone, contribuyendo, como profesional de la seguridad jurídica, a las distintas formas de desarrollo, no solamente jurídico sino también económico, de la paz social y de las relaciones internacionales.
En una sociedad global cada vez más polarizada en torno a la protección de los ciudadanos y el servicio a los consumidores ¿cuál es el papel que debe jugar la institución notarial y los notarios como profesionales y funcionarios públicos?
En esta época de globalización, de más amplia liberalización de los mercados; de acentuación de la autonomía privada, que responde al progresivo alejamiento del Estado en las actividades económicas y en la disciplina de las relaciones entre privados, se impone la necesidad de una Institución que garantice, en el interés general y en el de los individuos, el respeto de aquellas reglas y aquellos principios de fondo sin los que la economía de mercado no funciona y la sociedad no puede desarrollarse ordenadamente.
Un desarrollo ordenado que no puede identificarse o realizarse solamente en la fácil y gravosa garantía de la indemnización de los daños materiales consecuentes al incumplimiento de obligaciones contractuales, pero tiene que contemplar la tutela del interés principal querido por las partes, que es aquel de conseguir el resultado deseado y finalizado con el negocio jurídico.
Un interés "aquel de no aceptar con indiferencia la sustitución de todo bien o derecho con su contravalor económico" que pertenece a los pueblos de la vasta área geográfica del common law. La tradicional sensibilidad de los notarios, protagonistas y garantes de la justicia preventiva, para percibir los desequilibrios y actuar para paliarlos, debe inducirnos a buscar, a través de nuestras instituciones nacionales e internacionales, un papel de primer plano en esta gran batalla contra la marginación económica y jurídica de los pobres en las regiones del mundo en vías de desarrollo.
¿Cómo ve el proceso y el horizonte de una sociedad dominada por los valores económicos de la competencia y con un deslinde cada vez más complejo entre la creciente autonomía de los particulares y un Estado cada vez más ligero?
Vivimos en un mundo extraordinariamente competitivo. La economía siempre ha sido el motor del desarrollo del mundo, y constituye la base fundamental e imprescindible sobre la que la sociedad puede construirse. Y la importancia de la economía aumenta a medida que el desarrollo de un país lo lleva a fortalecer sus estructuras económicas a través de una difusión cada vez más atomizada de las pequeñas y medianas empresas que, por regla general, constituyen la parte preponderante de un sistema económico avanzado. Un sistema en el que, al margen de lo que pueda pensarse, las grandes empresas son minoría, pero tienen una influencia extraordinaria en la política económica, y yo diría incluso que en la política a secas/tout court de cada país y de las grandes entidades supranacionales.
Si esto es cierto, y lo es, la tendencia consiste generalmente en favorecer la mayor expansión posible del mercado como instrumento de difusión y desarrollo de la empresa que, en la medida en que tiene libertad para expandirse gracias al juego de la libre competencia, ayuda a alcanzar un grado más alto -y sobre todo más difuso- de bienestar en la sociedad.
Pero un desarrollo que se base exclusivamente en el dogma de la libre competencia a toda costa, en un mercado que se regule por sí mismo, no puede llegar muy lejos, no puede llevar a la sociedad a un nivel satisfactorio y equilibrado en la vida social, es decir, a un nivel que no se base exclusivamente en los parámetros del desarrollo económico (pese a que no puede prescindir en absoluto de él), sino que esté ligado y coordinado con otros aspectos fundamentales de la vida civil. Ante todo, a la calidad de la misma, entendida como modelo de vida difuso que respete los derechos de todo el mundo, el interés general y los valores éticos y, en lo que atañe a las relaciones económicas, que no esté contaminado por esas "asimetrías informativas" que a menudo son causa de prevaricaciones, con menoscabo de los más débiles.
En este marco tan complejo y articulado de la sociedad moderna, incierta entre la necesidad de autonomía de los particulares y los controles de carácter público, entre la espontaneidad del mercado y la necesidad de unas reglas jurídicas que lo regulen, entre un Estado "pesado", con una burocracia agobiante, y un Estado demasiado "ligero", que se retira de muchos sectores reduciendo su actividad casi a lo más esencial (justicia, educación, defensa, sanidad), se destaca con prepotencia el papel esencial de figuras intermedias de la sociedad, como los profesionales liberales, y entre ellos, en particular, el notario. El Notario, que ostenta una función pública que ejerce en régimen de profesión liberal, reúne todas las características culturales, profesionales, de eficiencia, neutralidad y lealtad al ordenamiento del Estado indispensables para ocupar unos espacios que el propio Estado no puede dejar abandonados a la desenfrenada autodeterminación de los ciudadanos particulares.
¿Cómo se ubica el papel del Notariado y su valor de seguridad para los ciudadanos en este nuevo modelo de sociedad que acaba de describir?
Esta configuración consciente del notariado y del papel del mismo en la sociedad es lo que ha impulsado a los legisladores de los países en que existe el notario de tipo latino a encomendarle a éste los cometidos que constituyen la esencia misma de la función notarial, así como otros que la consolidan, otorgándole nuevos contenidos que, en conjunto, lo colocan a medio camino, entre los ciudadanos y las instituciones, entre el Estado y la gente, como una especie de bisagra entre el ordenamiento y la sociedad civil, fundiendo en sí mismo los nada fáciles papeles de custodio de la legalidad de los documentos y de asesor experto de las partes.
Es cierto que no todo en este mundo es susceptible de ser valorado económicamente y no todo ha de ser reconducido a objetivos económicos. Pero, y en todo caso, el notariado por un lado, no puede quedar al margen de una valoración económica que determine su eficiencia y justifique su existencia, demostrando que la intervención notarial es capaz de proporcionar seguridad con un coste mínimo y, en todo caso, inferior al de los sistemas alternativos y por el otro, tiene que poner de manifiesto la superioridad absoluta de un sistema que, privilegiando valores e ideales tanto formales como humanos, garantiza el resultado concreto querido por las partes y no se limita a un simple y superficial resultado económico.
Este "valor añadido" de los servicios profesionales del notario, que consiste en ese quid pluris de la mayor "estabilidad" de la relación jurídico-económica construida con su intervención para satisfacer los deseos y las exigencias de las partes, se exalta y multiplica cuando dicha intervención tiene lugar en tanto en cuanto oficial público, con la correspondiente obligación de controlar rigurosamente que los documentos resulten plenamente conformes a la legislación vigente.
Un control especialmente importante de los documentos relacionados tanto con las transacciones de propiedad inmobiliaria, como con la vida y la organización de las sociedades que, como personas jurídicas colectivas presentes en el mercado, inciden en la vida e intereses de terceros y de los propios socios. Además, si pensamos en las grandes sociedades que, a través de la Bolsa, recolectan fondos de los ahorradores, resulta absolutamente indispensable garantizar la "legalidad" de sus documentos y la transparencia de su organización.
El notario es un instrumento de seguridad jurídica y la seguridad jurídica es un valor propio de un Estado de Derecho. Pero no olvidemos que el notariado no es una creación de los notarios, sino de la propia sociedad. Y que fue el Estado quien le otorgó su reconocimiento porque le interesaba otorgar certeza y seguridad al tráfico jurídico.
Decimos que el notario da seguridad a los ciudadanos en su vida privada, en sus relaciones y transacciones económicas y comerciales, en sus derechos y en sus propiedades. ¿Con qué garantías se mantiene esta misión en la nueva sociedad global del conocimiento, generalizado el uso de las nuevas tecnologías de la información?
En la era del documento informático y de intercambios telemáticos, la función del documento notarial no puede que seguir siendo la de natural garantía preventiva de los intercambios y, más en general, del sistema de comercio jurídico.
Garantía preventiva que significa un mejor funcionamiento y una mayor eficacia del sistema así como un ahorro de costes económicos y sociales que gravan sobre la colectividad, donde el coste del contencioso post contractual es más elevado. Un sistema provisto de garantías no es un sistema con obstáculos, sino capaz de prevenirlos a través de la labor del notario que hace posible combinar las garantías con la rapidez y la eficacia de los intercambios.
El mundo de las transacciones informáticas y telemáticas requiere sin embargo nuevas garantías, diferentes y, según varios aspectos, mejores y más complejas, porque al cambiar el instrumento utilizado para formalizar la voluntad de las partes, se agotan algunos sistemas de control empírico e implícito (conocimiento directo del interlocutor, investigación inmediata de la voluntad; control de legalidad in progress aplicación de sellos, etc.).
En este ámbito, el Notariado de tipo latino es muy activo a partir de las primeras experiencias en el sector, ya en su penúltimo Congreso internacional celebrado en octubre 2004 en México, se dedicó una sesión entera de sus trabajos a las experiencias nacionales que ya comenzaron a convertirse en experiencias de intercambios internacionales.
El Notariado es una profesión antigua. ¿En qué líneas se ha orientado la modernización de la profesional notarial en la nueva sociedad global?
La opción por el modelo de notariado latino, es una elección que tiene su origen en la edad media y ha seguido reiterándose en estos siglos hasta traer en estos años a la Unión Internacional del Notariado a lado de los notariados europeos y latinoamericanos, los notariados de África francófona y de países diferentes como Japón, Turquía, China, Rusia y el entero Este europeo.
Es así que hoy, frente a grandes transformaciones socio-políticas, a grandes procesos de integración económica y jurídica de las distintas áreas continentales, se observa con creciente interés nuestro modelo profesional y organizativo gracias al papel importante que juega.
Un papel que, concretándose en la redacción de escrituras garantizadas por su fiabilidad, hace posible en perspectiva -cualquiera sea el país de procedencia- la eficacia inmediata de la escritura notarial en toda el área geográfica continental y, en ulterior perspectiva, transcontinental, exaltando aquella función unificadora que el Notariado mundial ejerce entre las distintas etnias, culturas y tradiciones tan profundamente diferentes entre sí.
Ha tenido usted la extraordinaria vivencia de presidir la UINL en el tiempo en que se ha producido la extensión de la institución del Notariado a prácticamente todo el planeta. ¿Cómo ha vivido estos años intensos? ¿Qué recuerdos y qué sentimientos le quedan? ¿Qué objetivos se han cumplido y cuáles quedan para los años próximos?
Personalmente, al poner mi corazón y mi mente al servicio del Notariado, en octubre de 2004, asumí ante la platea del congreso de Ciudad de México el compromiso de honor de dedicar todas mis energías a la realización de un gran proyecto político que, en una coherente continuidad con el pasado, pretende consolidar su presencia y su papel en el escenario mundial, ampliándolos con sabia prudencia y, sobre todo, reforzando su imagen global en el mundo exterior. Y ello, en especial, ante nuestros interlocutores políticos e institucionales y con las grandes organizaciones internacionales, construyendo junto con ellas un canal de colaboración y de intercambio más intenso, a través del cual podamos dar cuenta de lo que somos y de lo que somos capaces de hacer, y de cómo y hasta qué punto es esto válido para la sociedad. He estado trabajando intensamente en esta dirección durante los últimos tres años, con la ayuda y el fuerte apoyo de todos los dirigentes de la Unión que han compartido conmigo la maravillosa aventura de guiar al notariado en su reto más grande.
Un reto supranacional que, por supuesto, los notariados por sí solos no pueden afrontar, pero sí trabajando estrechamente unidos con los mismos fines en el ámbito de la Unión Internacional y, sobre todo, con un fuerte empeño por parte de los notariados de tradición más antigua, a los que todos consideran como los líderes y custodios históricos del modelo de notariado latino. Un liderato que sólo serán capaces de mantener si logran acometer sin miedo este gran reto, sin encerrarse con egoísmo en sí mismos, sino abriéndose con inteligencia y amplitud de miras al mundo que les rodea, participando en esa larga y difícil lucha por la emancipación social, cultural y económica de los pueblos más débiles del planeta. Una batalla que tienen que librar con sabiduría en su propio interés, en una época como la que estamos viviendo, de globalización, en la que la más mínima tormenta local puede llegar a convertirse en un tsunami planetario.
¿Significa esto que el Notariado debe estar ahora especialmente atento a "comunicar" a la sociedad los valores propios de la Institución?
Vivimos en una época en que, por una parte, resulta evidente que la evolución del Estado y de las relaciones entre los ciudadanos necesita -tanto a nivel económico como a nivel de la legalidad y la certeza de las situaciones jurídicas- una figura intermedia de enlace entre el Estado, el ordenamiento del mismo y los ciudadanos. Por otra, en cambio, emerge una peligrosa falta de información y de conocimiento, precisamente, de la "institución" que debe garantizar dicho enlace, es decir, el notario.
De ahí la necesidad de que, en todos los países, los dirigentes nacionales y locales presten gran atención a la comunicación, a sabiendas de que no resulta fácil participar con éxito en programas de radio y televisión en los que nuestros anfitriones los periodistas y los demás participantes no suelen ser precisamente amigos de los notarios.
Estamos ante un choque de sistemas a nivel mundial, que es el reflejo y el efecto a la vez de la existencia de mentalidades, costumbres y culturas jurídicas diferentes, y que influirá profundamente en las orientaciones que irán cobrando forma en un futuro inmediato a nivel político y de la opinión pública de nuestros países, sobre el tipo de función pública que necesita la sociedad y sobre el nivel de protección que tiene que garantizarle el ordenamiento del Estado al ciudadano menos favorecido desde el punto de vista cultural, social y económico.
Éstas son las razones por las que debemos intentar que se entienda el valor polifacético que tiene la función notarial en el derecho y la economía, como instrumento de esa paz social tan difícil de alcanzar en estos tiempos, pero que, desde luego, hay que buscar con el empeño y la presencia del notariado, entre otros.
Ésta ha sido nuestra línea de actuación, y espero que ésta sea la perspectiva futura de nuestra acción, en el interés de todo el Notariado, a sabiendas de que los acontecimientos de un país o un continente llegan al mundo entero en tiempo real. Hay que trabajar todos juntos, por encima de las realidades locales, aprovechando con inteligencia y mirando al futuro la experiencia y las aportaciones culturales y profesionales de todos, para construir un notariado cada vez más fuerte y apreciado en el mundo entero.