ENSXXI Nº 17
ENERO - FEBRERO 2008
Entiende José Luis Mezquita del Cacho que la "modernización" del notariado consistía en los años en que se incorporó a su carrera, de tan brillante trayectoria, y sigue consistiendo hoy en dotar a cada Notario de los mecanismos que insistir en el aspecto social de su función, haciendo énfasis en el asesoramiento y tutela de la parte débil, como instrumento clave del derecho del consumidor, entonces incipiente. De ahí su convicción de que la visión del notario como "Autoridad", visión en la que cree, sólo tiene sentido si es para cumplir esa función esencial de servir a la sociedad en el más completo y noble sentido de la palabra.
Una entrevista de los notarios José Miguel Mezquita García-Granero, Tossa de Mar (Girona), y Emilio Mezquita García-Granero, notario de Mont-roig del Camp (Tarragona)
¿Después de una tan larga, qué sensación te queda?
Hablando de mi carrera en particular y no corporativamente, (supongo que ya me preguntaréis también por ello), mi sensación es absolutamente positiva. No he acumulado riquezas ni poder, pero acerté de pleno en la vida y en la profesión que escogí para sostener a mi familia y para servir a los demás. Pocos tienen la suerte de poder decir eso.
Llegar fue duro por las circunstancias de tu infancia y juventud. ¿Cumplió luego la profesión las expectativas tan elevadas que inevitablemente tuviste que hacerte para luchar tanto?
Siempre, sin ninguna duda. La profesión a la que accedí estaba diseñada para, e integrada por, hombres y mujeres mayoritariamente rigurosos, honrados, sensibles y escrupulosos en el ejercicio de su función, y espero que siga siendo así en el futuro.
Pero tú siempre has sido una persona crítica, precursora de reformas
Y a mucha honra. Pensad en la España en la que yo viví desde la posguerra hasta la recuperación de la democracia, aislada del progreso social, político y cultural del resto de Europa occidental, donde el Notariado, como he dicho, era un cuerpo de élite, integrado por personas ejemplares y muy formadas que, a mi juicio, tenían la responsabilidad de abanderar las reformas necesarias desde la autoridad que esa consideración nos daba.
"Por desgracia, la última regulación de los órganos corporativos del notariado, ha vuelto a defraudar a quienes creemos en la necesidad de esa reforma democrática"
¿Qué defectos crees que aquejaban entonces a la función?
Salvando todos los matices que se quieran poner, por que toda generalización es injusta, yo percibía, por una parte, que era un cuerpo con un funcionamiento y estructura totalmente antidemocráticas, lo que entonces podía responder a la lógica perversa de la tiranía en que vivíamos. Entrada la democracia, se convirtió en un anacronismo que yo luché por superar sin éxito alguno, lo que llevó al nacimiento del movimiento asociativo notarial. Por desgracia, la última regulación de los órganos corporativos del notariado, ha vuelto a defraudar a quienes creemos en la necesidad de esa reforma democrática. Y, por otra parte, me preocupaba incluso mucho más cómo afrontar los nuevos retos que se derivaban para el notariado de la explosión de la contratación en masa, especialmente a partir de la aprobación de la Ley de Propiedad Horizontal y la generalización del crédito hipotecario en pleno "desarrollismo". Esto es, el cuerpo notarial estaba integrado por personas intelectualmente preparadas, por gente "de honor" en el mejor sentido de la palabra, pero había que reforzar su posición de independencia frente al creciente poder de los agentes económicos, pues de otro modo correríamos el riesgo de sucumbir particularmente, y naufragar como colectivo ante sus presiones como, por desgracia, el tiempo ha venido a corroborar. La "modernización" del notariado consistía entonces, y sigue consistiendo hoy, en dotar a cada Notario de los mecanismos que le permitan, sin jugarse su propio sustento en el envite, insistir en el aspecto social de su función, haciendo énfasis en el asesoramiento y tutela de la parte débil, como instrumento clave del derecho del consumidor, entonces incipiente. En otras palabras, la visión del Notario como "Autoridad", en la que creo, sólo tiene sentido si es para cumplir esa función esencial de servir a la sociedad en el más completo y noble sentido de la palabra.
¿Crees que hoy se dan las condiciones para esa visión y que el usuario del servicio notarial lo entiende?
La profesión notarial existe precisamente porque el público en general es jurídicamente inculto y necesita de un asesor-controlador especializado y honrado que le ofrezca garantías de no ser engañado o atropellado en el tráfico jurídico. Pero el usuario de nuestro servicio, culto o inculto jurídicamente, no es tonto y percibe claramente cuándo le están dando aquello por lo que paga, poco o mucho, y cuándo no es así. Cuando el público se indigna y con razón, con cualquier servicio y quizá especialmente con uno como el notarial, es cuando le dan liebre por gato.
¿Querrás decir gato por liebre?
Pues en este caso no, por que la liebre es un animal que todo lo resuelve corriendo, huyendo de no se sabe qué, al tiempo que torpemente llama la atención con sus grandes saltos, mientras que el gato estudia las situaciones, es discreto, metódico, reflexivo y muy independiente. Y, a mi juicio, al Notariado le sobran llamativas liebres que desprestigian la callada labor de los gatos, que afortunadamente son mayoría. Y es que, en términos de marketing ahora tan en boga, el usuario notarial paga un producto compuesto de rigor jurídico, asesoramiento competente y honradez, que es de lo que se compone la seguridad jurídica y, si siente que no lo obtiene, empieza a preguntarse para qué paga.
¿Qué aspectos de tu labor corporativa como Notario recuerdas con más cariño?
Pues quizá mis modestas contribuciones a las reformas que algo modernizaron y reforzaron la función social de nuestra profesión, tanto en lo relativo a su ejercicio imparcial y en beneficio de la parte débil, como en cuanto al acceso a la misma. Creo que el Notariado debe ser una profesión muy exigente con sus miembros, pero no sólo al tiempo de su selección sino también en el control disciplinario de aquellos que traicionan su elevada función. Caiga quien caiga. Y es que el Notariado debe ser una profesión con miembros de primera clase, sean o no de clase alta. En esta línea me he movido siempre.
No obstante, mi propia experiencia como decano me enseñó lo limitado del poder transformador del cargo y lo frustrante de su impotencia ante ciertos atropellos cometidos por algunos compañeros en detrimento de otros en particular y del cuerpo en general, alimentando los muchos prejuicios y la total falta de comprensión de la esencia de nuestra función por los poderes públicos, de cualquier signo político. Es por ello que no quiero dejar de romper una lanza por quienes asumen la responsabilidad y los desvelos de gobernar nuestro cuerpo, a menudo tan lleno de individualismo, pues he sentido en las propias carnes lo duro e ingrato que puede ser su desempeño, aunque también sea un reto apasionante.
Y de tus múltiples trabajos, ¿cuáles destacarías?
Hablando de títulos concretos, mi tesis doctoral publicada luego como libro bajo el título "Seguridad Jurídica y Sistema Cautelar"; lo demás es abundante pero modesto en esfuerzo comparado con ella y prolijo de detallar. También me ha dado grandes satisfacciones mi trabajo docente en la universidad, mi colaboración con partidos e instituciones para la elaboración o enmienda de Leyes, los trabajos con asociaciones de consumidores, o, más recientemente, con colectivos como los de Gays y Lesbianas para estudiar propuestas antes de que empezara siquiera a plantearse seriamente reformas tan saludables democráticamente como las leyes de parejas de hecho y del matrimonio homosexual.
¿Y esto tiene que ver con ser Notario?
No, esto tiene que ver con mi sentido de que la ley debe defender a los ciudadanos, protegiendo su libertad, respetando su laicidad tanto como sus creencias, haciendo justicia a sus derechos y procurándoles la igualdad que la dura realidad no les ofrece. Principios que siempre me han guiado como persona y, por ello, también como jurista y como Notario, por encima incluso de mis creencias o preferencias personales
"En pleno 'desarrollismo' el cuerpo notarial estaba integrado por personas intelectualmente preparadas, por gente 'de honor' en el mejor sentido de la palabra, pero había que reforzar su posición de independencia frente al creciente poder de los agentes económicos"
¿Qué te gustaba más del ejercicio diario de la profesión?
De un lado, el trato con la gente pues soy un tipo extravertido y, según dicen, con sentido del humor, cuyo recurso, por cierto, recomiendo vivamente a los notarios jóvenes si quieren "ganarse al público", esto es, hacerse cercanos y accesibles para que les escuchen cuando lean las escrituras. Un Notario demasiado frío o distante intimida, y el intimidado rehusará preguntar aunque tenga una duda fundamental sobre lo que está a punto de firmar. Nosotros estamos para que eso no suceda. No somos mejores que nadie, simplemente sabemos mucho de lo nuestro, como los demás deben saber de lo suyo. De otro lado, reconozco que he sido siempre un poco adicto a los casos raros o difíciles, pues me daban la oportunidad de estudiar y contrapesaban la inevitable rutina que supone la elaboración de la documentación, actualmente más estandarizada por los grandes agentes económicos que cuando ingresé. Y por cierto, de ahí la importancia actual del notario social, equilibrador, pues en la contratación en masa ya no hay iguales.
¿Y qué nos dices del futuro?
El futuro se hará al andar. El Notariado no ha subsistido por ser una casta especial, y si alguien así lo creía que salga de su error. El Notariado perdurará si se dan dos condiciones: una, que la sociedad lo siga reclamando, lo que hará sólo si percibe su utilidad, algo poco probable si se resumen hipotecas en un minuto, al tiempo que nunca se tiene tiempo para preparar unos testamentos; y otra, que sea útil al estado, colaborando con él en todo lo que pueda y asumiendo tantas funciones como sea capaz de hacer en descarga de otras instituciones. En parte, las nuevas y engorrosas tareas informáticas han venido a reforzar esa utilidad, pero hay que insistir en asumir esa gran parcela por cultivar que es la de la jurisdicción voluntaria, ahorrando ingentes costes y burocracia al Estado y proporcionando enormes beneficios a la ciudadanía. Es una pena que, a pesar de los esfuerzos corporativos, recientemente haya fracasado la ley que avanzaba notablemente en esa línea, por lo que habrá que insistir en su consecución.
Por otra parte, hace tiempo que es necesaria una completa reforma del arancel, que prime la retribución de los documentos artesanales (ya que hoy no cubre siquiera su coste), en detrimento de la contratación en masa, pues ello redundaría en más independencia, que es la divisa de todo buen Notario, en tanto en cuanto los grandes agentes económicos tendrían menos elementos de presión y la remuneración de los notarios sería menos sensible a los ciclos inmobiliarios, cosas ambas que me parecen urgentes y deseables con tanta liebre suelta.
Perdona la coloquial expresión, padre, pero es que ¿no te cortas un pelo?.
Perdonad la respuesta, hijos, pero es que prefiero no cortarme yo un pelo a que os corten algún día la barba a los que, con tanta ilusión, nos habéis seguido.
¿Quieres añadir algo para alentar y orientar a quienes aspiran a ingresar o lo han hecho hace poco?
Creo que basta con decirles que esta es una profesión que encierra en su ejercicio, hoy día, una contradicción y una dificultad enorme, que es a su vez fuente de su potencial grandeza: el Notario, aunque funcionario, debe controlar el cumplimiento de la Ley, en letra y espíritu, tanto para aquél a quien sirve, que es el Estado, como para las partes que a él acuden y para los terceros no presentes cuyos intereses puedan verse lesionados. Pero quien le escoge es un particular y quien le paga, a menudo, otro que no es quien le ha escogido. Acertar en esa tarea no es poca cosa. Algunos dicen que es imposible. Yo digo que sólo es imposible para los deshonestos o para los perezosos. Quienes estén dispuestos a hacerlo que sepan que arrostrarán ciertas consecuencias ingratas, como ahuyentar el trabajo fácil y bien retribuido que sólo acude en masa a quienes desisten de ese empeño, pero que consolidarán el futuro de la profesión, honrarán la memoria de quienes lo hicieron antes y, si de algo les vale, gozarán de mi máximo respeto y reconocimiento. A aquellos otros que no se vean capaces de conciliar tan delicado equilibrio, que no se sientan cómodos en ese papel, solo les digo que, por favor, por favor, recalen en otro puerto.