ENSXXI Nº 18
MARZO - ABRIL 2008
MARIO HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA
Catedrático de Historia Contemporánea de América
Los tres foros culturales -Helenismo, Romanidad y Cristianismo- que fueron la base primordial de la Sociedad Occidental, aportaron los fundamentos de las instituciones, caracterizadas, sobre todo, por compaginar poder, derecho y religión, introducir orden en la vida de los hombres y definir valores morales para la convivencia. Sin duda, el Derecho es un elemento del Poder, en la medida en que lo organiza, lo institucionaliza y contribuye a legitimarlo, al tiempo que aporta elementos de garantía contra cualquier exceso en su ejercicio.
Las instituciones son los radios que mantienen tensas las ruedas de la Administración, absolutamente imprescindible en las sociedades complejas. En España adquirió consistencia en el Medioevo, durante la formidable empresa de Reconquista-Repoblación, cuyos hitos quedaron registrados en la fundación de ciudades, fuesen fronterizas o de asentamiento en regiones estratégicas. Los Cinco Reinos Medievales, unidos espiritualmente por una misma fe cristiana, alcanzó su plena formalización en la creación del Estado moderno -diárquico y misionero- de los Reyes Católicos, el primero en Europa que alcanzó un orden interno, coronó el perfil de la Nación y creó un perfecto sistema que bien puede considerarse como la primera democracia municipalista. Al mismo tiempo, perfilaba una política exterior en dos frentes: el oceánico atlantista, cuya ultima consecuencia fue la fundación en América de un Estado, basado en una sociedad de asimilación antropológica de grupos sanguíneos, institucionalizada y jerarquizada sobre los moldes castellanos y una apertura de opinión pública peculiar en su literatura y en su estética.
El segundo frente de la política exterior de España, conjuga el choque filosófico-religioso: Reforma—Contrarreforma, que fue escenografía permanente de la época conocida como modernidad. Porque, en efecto, en el plano de las creencias, el hecho descubridor constituyó la plataforma del conflicto de conciencia que llegó hasta el siglo XIX, como puede apreciarse cuando el sacerdote y filósofo español Jaime Balmes (l8l0—l848), publicó su obra El protestantismo comparado con el catolicismo (1842).
"La obra de Rolandino Passaggeri Summa artis notariae tuvo en toda Europa una enorme difusión e influencia, proporcionando una notable unidad de acción en la prestación de servicios"
El Estado moderno de los Reyes Católicos fue una plena realidad en un momento histórico de gran importancia y enorme densidad: la generación finisecular del siglo XV (1480—1505) y le primiceria del siglo XVI (1505-1530), época en la que se produjo el Descubrimiento geográfico y el asentamiento de la primera gobernación en América. El hallazgo del continente que los científicos denominarían "Quarta Orbis Pars", que para Cristóbal Colón eran "las Indias Occidentales" y, para los españoles "el Nuevo Mundo". La pauta la dio el metilense Hernán Cortés, que fue el primero que abrió la onomástica de la novedad en las tierras americanas, cuando bautizó el Anahuac de los mexica, con el nombre de "Nueva España", no siguiendo el viejo adagio juvenil de "antiguos" y "modernos“, sino porque allí encontró muchos de los elementos naturales y humanos que le hacían pensar, e incluso ver, la misma escenografía que en la Castilla de la que procedía.
Fue, realmente, una época histórica de plenitud el tiempo de las dos generaciones citadas: fin de la Reconquista, Descubrimiento de un Nuevo Mundo e inicio, con la Gramática de Nebrija, de la afirmación de una lengua universal y con la Celestina del bachiller Fernando de Rojas, de la época aurea y fastuoso de la literatura española y del tesoro comunicador de las Crónicas de la empresa de asentamiento y fijación en la tierra por los pobladores españoles, portadores de las tradiciones castellanas1.
Época, en suma de innovaciones, adaptaciones y cambios sorprendentes en todos los aspectos de la vida, en las estructuras sociales, culturales e institucionales en lo que, con acierto, ha sido llamado "Extremo Occidente"2. Uno de estos cambios innovadores de signo moderno, radicó en la contractualidad, de modo que se tuviese la seguridad del cumplimiento de que todo lo ha acordado privadamente, tuviese un refrendo público. Ya en el Imperio romano habían aparecido los notarios de nombramiento imperial -"notarii imperiali auctoritate- que en los reinos germánicos se mantienen al servicio de los reyes -"notarii regis"- así como en los niveles sociales aristocráticos, nobiliarios y altos funcionarlos de la Administración, manteniendo, en consecuencia, el concepto esencial de la fe pública documental, que adquirió nuevo impulso en los siglos XI y XII, se acrecentó en el XIII, a consecuencia de la recepción del derecho romano, para hacerse ya consustancial como acción de refrendo público a los actos de relación.
El estudio notarial -"ars notaria"- alcanzó en la Universidad de Bolonia un considerable auge. La obra de Rolandino Passaggeri Summa artis notariae tuvo en toda Europa una enorme difusión e influencia, proporcionando una notable unidad de acción en la prestación de servicios.
En España, además, la creación del Estado moderno, coincidió con el final de la guerra de Granada, el comienzo de la expansión oceánica, la fundación de gobernaciones y ciudades en el Nuevo Mundo. Un enorme peso que sólo pudo sobrellevar un pensamiento creador como fue el Humanismo, promotor del pensamiento, el derecho, las mentalidades; impulsor de la cultura hispánica en ambas orillas atlánticas, ocupando la vanguardia de la modernidad.
"Se hizo imprescindible la figura y el refrendo testimonial sobre las decisiones del poder, el otorgamiento de cartas públicas contractuales"
Es entonces cuando, inevitablemente, fue preciso establecer un sólido sistema administrativo, produciéndose cierta confusión en la onomástica de los oficios: "notario", "escribano", "secretario", "letrados", cuyo mas importante hito fue la proximidad a los monarcas como personas de máxima confianza, de modo particular en el momento en que la Monarquía española adquiere condición de universal. Las tradiciones de Castilla-León, Corona de Aragón y, finalmente, Navarra, más, además, el influjo borgoñón y austriaco formaron un fuerte conjunto. Con razón, Campanella consideró aquella monarquía como una monstruosidad, con tantas cabezas. Botero se pregunta si es mejor un Estado unido o desunido y mira a los españoles para estudiar sus reacciones ante tal situación. Alberto Percorelli, inquiere que sucedería si España hubiese unido a sí Flandes, Milán y Nápoles, los inmensos territorios americanos y las Filipinas.
Desde fuera de España los tratadistas ponían de manifiesto cual era el talón de Aquiles de la monarquía hispánica occidental. En la Administración extrapeninsular es donde habría que demostrar el vigor y la eficacia de las decisiones de gobierno, su aplicación por las instituciones y los efectos de opinión no sólo nacional sino, sobre todo en el plano internacional. Pues bien, en ese ambiente cultural fue donde se hizo imprescindible la figura y el refrendo testimonial sobre las decisiones del poder, el otorgamiento de cartas públicas contractuales -como son, por ejemplo, las Capitulaciones o las Actas de fundaciones de ciudades, o del levantamiento de palacios e iglesias en ellas, las creaciones de instituciones- los notarios públicos, pues sus testimonios suponían la fe de la verdad ante el mundo.
Esto es, precisamente, lo que ocurre en los acuerdos establecidos entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón en abril de 1492, para realizar un viaje oceánico -aparentemente la primera navegación de altura oceánica- para "descubrir" y "ganar" islas y tierras firmes en el Atlántico, navegando siempre hacia Occidente, siguiendo siempre el paralelo de las Islas Canarias. Sobre este acuerdo entre la Corona y el navegante genovés, existen unos documentos, que estudiaremos más detenidamente en un próximo artículo, pero cuyo planteamiento queda hecho en éste. Una discusión historiográfica, las nuevas investigaciones efectuadas por el Ilustre historiador Don Juan Manzano y Manzano, han cambiado de modo sustancial los datos que deben considerarse fundamentales en la decisión de los Reyes Católicos de hacer suya la empresa propuesta por el navegante genovés Cristóbal Colón. Tales innovaciones e investigaciones permiten situar en un plano completamente nuevo los asentamientos jurídicos del patrocinio de lo que resultó ser el descubrimiento para el mundo científico europeo de un Nuevo Mundo, distinto al supuesto en su proyecto por Cristóbal Colón, que en su navegación pensaba alcanzar el extremo oriental del continente asiático.
La posterior actitud patrimonialista de Cristóbal Colón que le lleva a plantear constantes reclamaciones para que se le diesen mayores prerrogativas de las que ya se le habían concedido, y su inevitable caída en desgracia exigen un análisis que permita situarnos en la misma esencia del problema en su raíz de auténtica fe pública notarial. Sin olvidar, claro está, la delirante herencia que dejó a su hijo primogénito para convencerle de que llevase a la Corona de España a los execrables Pleitos colombinos. Lo cual, por otra parte, proporcionó una nueva e importante fuente de opinión acerca del Nuevo Mundo por parte de muchos de sus protagonistas.
1 Estas ideas se ofrecen con gran ampliación en las obras de MARIO HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA: Castilla y América (Madrid, Mapfre, 1992) y La época dorada de América. Pensamiento, Política, Mentalidades (Madrid, Biblioteca Nueva, 2003)
2 Me refiero a la excelente obra del profesor francés ALAIN ROUQUIE: América Latina, introducción al Extremo Occidente, Madrid, Siglo Veintiuno, 1989