ENSXXI Nº 2
JULIO - AGOSTO 2005
MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista
No hay organización que merezca tal nombre si carece de registro. Se entiende que tanto de entrada, para formalizar la correspondencia recibida, como de salida, para ir más allá de las respuestas verbales y establecer las que dan fe por escrito de manera indubitable. Cuantas veces el ciudadano que rehúsa ser tomado a la ligera por la administración advierte que ha mandado un escrito pasado por registro al que le son de aplicación plazos y obligaciones preceptivas en la respuesta. Pero el último peldaño, el que conduce a la pirámide de los procedimientos burocráticos, que son garantía feliz para el ciudadano civilizado, corresponde por derecho propio al registro de la propiedad.
Y eso porque nadie vendrá a discutirnos que la propiedad es una de las bases fundamentales de la organización social. De donde, a sensu contrario, sin el registro de la propiedad solo cabe imaginar que nos retrotraemos al paraíso terrenal, o que avanzamos hacia el infierno de los koljoses, hacia el salvajismo de los sistemas tribales anclados en la más intrincada y recóndita amazonía o hacia delirios literarios, como los descritos por Cervantes en el capítulo XI de la primera parte del Quijote, donde se da cuenta del discurso de la edad dorada dirigido por su criatura a los cabreros.
"Los intentos actuales de favorecer la competencia no son nuevos. Tienen precedentes que vienen de Rodrigo Rato, pero fueron erosionados hasta dejarlos inservibles porque un alto registrador tenía mucha mano y puso arena en los cojinetes de las disposiciones legales adoptadas"
Así, por esta declamación, sabemos que nuestro andante caballero después que hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y, mirando atentamente a su auditorio, soltó la voz a semejantes razones para describirles un mundo en las antípodas del registro de la propiedad. Fue entonces cuando les dijo eso de "Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío".
En definitiva, por lo que les dijo a continuación nuestro señor a los cabreros se colige que la abolición del tuyo y el mío coincidió además de manera necesaria con un momento de vacas gordas porque en aquella santa edad no sólo eran todas las cosas comunes, sino que además a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían.
Por si fuera poco, el de la Triste Figura añade que en las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquier mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Y señala también que los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro sacrificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. O sea, que la edad dorada en clara incompatibilidad con los registros de la propiedad debió de ser en todo caso anterior a nuestra expulsión del paraíso, cuando se nos dijo aquello de que en adelante ganaríamos el pan (nada de miel y bellotas de libre y gratuita disposición) con el sudor de nuestra frente.
Los registros de la propiedad aparecen según alguna escuela de pensamiento como un instrumento de la seguridad jurídica preventiva y según a quien se oiga su funcionamiento en nuestro país debe ser tenido en cuenta como uno de los logros más depurados de nuestra etnia, uno de los mayores motivos de orgullo que todos nos envidian. Es decir, como algo que los países instalados en la orfandad aspiran a incorporar a sus ordenamientos para acabar con el caos que por todas partes les acecha a causa de esa carencia. Mentira parece, en definitiva, que hayan podido progresar en la civilización y hasta en la ciencia naciones que andan fuera del sistema de garantías que a nosotros nos proporcionan de manera ejemplar los registros y los registradores.
Advirtamos enseguida que la opinión anterior para nada es unánime. Que donde algunos ven una ventaja incomparable para nuestro país y para cada uno de sus ciudadanos, un valor añadido que nos libera de confusiones y de conflictos y que nos proporciona certezas y nos evita litigios, otros observadores participantes advierten graves defectos e indefensiones frente a las arbitrariedades que el registrador, establecido a la manera del juez natural del que nos resulta imposible sustraernos, puede infligirnos. Finos juristas señalan además la incompatibilidad que reza entre el monopolio escandaloso que cada registrador tiene en su distrito y el arancel que aplica implacable sobre el usuario que se abocado a pasar por el registro.
Todas estas y otras muchas y más atinadas consideraciones cobran nueva actualidad al hilo de las reformas legales impulsadas por el ministerio de Economía y Hacienda en aras de favorecer la competencia, también en el plano de la fe pública. Los intentos actuales no son nuevos. Tienen precedentes sólidos que vienen de la época de Rodrigo Rato, pero fueron erosionados hasta dejarlos inservibles según se dice porque había un alto registrador que tenía mucha mano y puso a tiempo arena en los cojinetes de las disposiciones legales adoptadas. En el caso de los actuales proyectos enviados por el Gobierno al Congreso de los Diputados algún comentarista político ha detectado el éxito coincidente de las enmiendas promovidas por el Colegio Nacional de Registradores, que han sido adoptadas simultáneamente con el mismo tener literal por grupos tan distantes y tan hostiles como el del Partido Popular y el de Ezquerra Republicana de Catalunya.
Entre analistas superficiales se habría esperado que el izquierdismo de ERC le llevara al antagonismo con los Registros y los Registradores en línea con la propensión de los anarquistas de la FAI siempre propensos a la quema de los registros en la misma pira que las iglesias para empezar un nuevo mundo feliz, pero semejante pronóstico se ha revelado un craso error. Atentos.