ENSXXI Nº 20
JULIO - AGOSTO 2008
FRANCISCO MOCHÓN MORCILLO
Catedrático de Análisis Económico en la UNED
La filosofía y la felicidad
Aristóteles, uno de los representantes más significativos de la filosofía clásica, se ocupó de estudiar lo que supone la felicidad para el desarrollo armónico de la persona. Afirmó que la felicidad es el significado de la vida, la meta y el fin de la existencia humana. El hombre más que nada busca la felicidad. Asimismo nos dejó una receta bastante clara para alcanzarla: mediante el ejercicio de la virtud. En cualquier caso, según Aristóteles la felicidad no nos viene fácilmente; requiere habilidad, concentración y centrarse en ello. La felicidad no es un disfrute pasivo, sino que requiere esfuerzo; hay que desarrollar nuestras capacidades. Así pues, aunque parezca muy “moderno” decir que la felicidad esta relacionada con la autosuperación, de hecho esta idea tiene su origen en Aristóteles, quien señaló que crecemos en la felicidad como una rama en un árbol.
Desde una óptica bien distinta a la aristotélica, Epicuro y sus seguidores también nos ofrecieron su recomendación para alcanzar la felicidad: la fuente de felicidad es el placer (hedone). El placer debe ser el objetivo último de toda acción; cualquier cosa que hagamos debe hacerse por placer. En cualquier caso, los seguidores de Epicuro no concebían el placer como una mera indulgencia sensual sino como la ausencia de deseo. La felicidad es la calma después de la tormenta.
Una visión completamente distinta de la felicidad es la defendida por los estoicos. Para esta escuela filosófica la felicidad se identifica con la actitud de indiferencia ante lo que no esté bajo nuestro control. Nada externo debe afectar nuestra felicidad. Hay que aceptar las bendiciones de la fortuna pero estando siempre dispuestos a abandonarlas. La felicidad es independiente de las meras circunstancias. La felicidad debe ser algo abierto a todos en los mismos términos. Accesible en las condiciones de la vida que cada uno tiene aquí y ahora. La clave radica en tener una mente sana y estar en constante control de la misma. Por ello la felicidad no es algo que simplemente ocurre sino que hay que prepararla, cultivarla y sostenerla.
Si dando una salto en el tiempo nos vamos al siglo XVIII podemos comprobar que los utilitaristas adoptan una teoría hiperracional de la felicidad. Tanto que se podría sintetizar mediante la siguiente expresión: Felicidad = Placer – Dolor
El placer se asocia con variables tales como la riqueza, el poder y la habilidad y el dolor con la privación, la enemistad y la torpeza. La recomendación de Jeremy Benthan, como padre del utilitarismo, para tener una sociedad feliz se puede sintetizar diciendo que cada persona debe perseguir su propia felicidad mientras que el gobierno solo debe intervenir si el intento de lograr la felicidad de alguien interfiere con la felicidad de otro.
La felicidad en las religiones
El hinduismo defiende que la búsqueda de la felicidad tiene que ser algo personal. Tanto que el camino que nos lleva a la felicidad comienza en la puerta de nuestra propia casa. También se dice que no hay que esperar grandes acontecimientos para iniciar el camino de búsqueda de la felicidad; el momento de empezar a recorrerlo es ahora. Para alcanzar la felicidad no tenemos que hacer grandes cosas: debemos contar con nuestro carácter, no ir contra el. Basta con que procuremos llegar a ser una versión mejorada de la persona que ahora somos, no alguien que nunca podremos ser. Además, cualquier actividad por ordinaria que sea, pero hecha con el espíritu apropiado nos avanza un paso hacia la felicidad. Todos podemos encontrar la felicidad en la vida que llevamos.
"Para alcanzar la felicidad toda persona debe esforzarse en utilizar sus fortalezas características en los principales ámbitos de la vida: el trabajo, la familia y los objetivos personales. Lo importante es convencernos de que podemos ser más felices de lo que en la actualidad somos"
Para el budismo la clave para encontrar la felicidad descansa en aceptar la realidad con fortaleza, abriendo el corazón para lograr la paz individual y el bien para el grupo. Hay que librarse del deseo y alcanzar la excelencia en la vida diaria a través de la sabiduría, la moralidad y la meditación. Mediante la meditación no podemos cambiar la vida misma pero si nuestra percepción y respuesta. Esto nos ayudará a librarnos del deseo.
Desde el cristianismo se argumenta que el mundo ha sido creado para que llevando una vida virtuosa podamos prepararnos para alcanzar la felicidad que nos espera en el cielo. En este sentido la felicidad es el fin último de la vida humana.
Dentro del Islam, han sido los místicos sufis los que se han ocupado de la felicidad. Para alcanzar la felicidad destacan el poder transformador de la experiencia de sentir la presencia de Dios. De esta forma la felicidad puede encontrarse en un espacio más allá de la razón.
Una visión distinta es la que ofrece el judaísmo. Parte de reconocer que el sufrimiento no es una barrera para la felicidad. Admitiendo que no podemos decidir nuestra fortuna, defiende que si podemos determinar lo que resultará de nosotros. La clave esta en utilizar nuestra libertad interior para elegir como sobrellevar las cosas malas. De esta forma la felicidad radica en saber vivir la vida que uno elige, ante unas circunstancias que nunca nosotros hemos elegido.
De este breve recorrido por la historia se desprende que prácticamente todas las religiones y las corrientes filosóficas se han ocupado de la felicidad y la han considerado como algo muy importante para que la persona alcance un estado de armonía y plenitud como tal. Tomando como referencia estas enseñanzas vamos a revisar como se trata la felicidad en la ciencia moderna. Este análisis lo vamos a realizar desde la perspectiva de la psicología, la economía y la empresa.
La psicología positiva
La psicología positiva defiende que existen diversos y muy diferentes caminos para alcanzar la auténtica felicidad. Empieza por destacar la importancia de la emotividad positiva. Se argumenta que las emociones positivas respecto al futuro pueden aumentarse aprendiendo a identificar y rebatir los pensamientos pesimistas. Señala, además que las emociones positivas se subdividen en placeres y gratificaciones (acciones con significado) y constituyen el mejor ejemplo de cómo alcanzar la felicidad siguiendo caminos radicalmente distintos.
Los placeres son transitorios y se definen en función de sentimientos experimentados. Pueden incrementarse eliminando el efecto aletargador de la habituación, y fomentando el disfrute y la atención. Los placeres guardan relación con los sentidos y las emociones.
Las gratificaciones son más duraderas, le dan sentido a la vida (sensación de finalidad, beneficio futuro de nuestras acciones). Se caracterizan por la concentración y el compromiso (cuando una persona se halla haciendo exactamente lo que quiere, el tiempo se detiene y no desea que la situación se acabe). Necesitamos que la causa de nuestras emociones sea significativa.
Cuando nos dedicamos a los placeres (el perfume de una rosa, el sabor de una fresa o la sensualidad de un masaje) nos deleitamos momentáneamente, pero quizá sólo “consumamos”, no acumulamos nada para el futuro. No son “inversiones”, no producen ningún incremento en el capital psicológico. Por el contrario, si nos centramos en las gratificaciones, tal vez realicemos una inversión que aumenta nuestro capital psicológico. Le dan sentido a la vida y se obtiene un beneficio futuro de nuestras acciones. El placer se liga a la obtención de la saciedad biológica, mientras que la gratificación indica la consecución del crecimiento psicológico, se percibe que la vida tiene sentido. Los principales componentes psicológicos de las actividades que puedan ser gratificantes se pueden sintetizar en los puntos siguientes: 1) la tarea constituye un reto y exige una habilidad, 2) requieren concentración, 3) existen objetivos claros, 4) se obtiene una respuesta inmediata, 5) fuerte implicación, 6) sensación de control, 7) el sentido del yo desaparece y 8) el tiempo se detiene.
Las gratificaciones están relacionadas con la puesta en práctica de fortalezas y virtudes personales. La psicología positiva, en su intento de identificar y medir las fortalezas humanas, ha estudiado las principales religiones y tradiciones filosóficas a fin de catalogar lo que cada una de ellas consideraba virtudes. Sorprendentemente se ha comprobado, en un estudio realizado para un período de más de tres mil años, la convergencia sobre seis virtudes del ser humano: sabiduría y conocimiento, valor, amor y humanidad, justicia, templanza y espiritualidad y trascendencia. Lógicamente los detalles varían de una religión y cultura a otra (la humanidad en Confucio no es idéntica a la caritas de santo Tomás de Aquino) pero los puntos en común son verdaderos y permiten afirmar que los seres humanos son animales morales.
Estas virtudes son características fundamentales que propugnan prácticamente todas las tradiciones religiosas y filosóficas y, agrupadas, captan la noción de buen carácter. Pero estas virtudes son nociones abstractas, poco prácticas y de difícil medición y desarrollo. Cada una de estas virtudes comprende una serie de fortalezas o rasgos morales. Así por ejemplo, el amor comprende fortalezas tales como amabilidad, generosidad, cariño y capacidad de amar y ser amado. Tomando como guía estas ideas, la psicología positiva recomienda que para llevar una vida feliz cada persona debe identificar sus fortalezas características y aplicarlas con la mayor frecuencia posible a los principales ámbitos de su vida, tales como el trabajo, el amor o los objetivos personales.
"Las emociones positivas respecto al futuro pueden aumentarse aprendiendo a identificar y rebatir los pensamientos pesimistas. Estas emociones se subdividen en placeres y gratificaciones. Las gratificaciones se caracterizan porque nos exigen concentración y compromiso"
Las fortalezas humanas son las que nos permiten aprender, disfrutar, ser alegres, generosos, serenos, solidarios y optimistas. Se argumenta que la auténtica felicidad no sólo es posible, sino que, lejos de estar completamente predeterminada por la suerte y los genes, puede cultivarse identificando y utilizando las fortalezas y rasgos que ya se poseen. Al identificar lo mejor de nosotros mismos y desarrollar esos aspectos, podemos mejorar sensiblemente nuestra vida y la de cuantos nos rodean.
Es muy importante que la actividad que desarrollemos se vuelva un fin en si misma. La felicidad se asocia con la “fluidez”, el estado de gratificación en el que entramos cuando nos sentimos totalmente involucrados en lo que estamos haciendo. En buena medida el secreto para alcanzar la felicidad descansa en lograr que resulte placentero todo lo que hacemos. Si haces cualquier cosa bien ésta se acabará volviendo placentera.
La economía y la felicidad
La economía ha contribuido con sus técnicas de análisis a cuantificar muchas de las relaciones formuladas por la psicología y a desarrollar hipótesis nuevas. Precisamente, una de las ramas de la investigación económica que más ha crecido en los últimos años es la relacionada con la felicidad. Una parte de esta investigación se ha canalizado a conocer la relación entre felicidad y un amplio grupo de variables socio-económicas. A título de ejemplo, los resultados obtenidos en un reciente estudio realizado para España se pueden resumir como sigue:
Variables demográficas y socio-económicas.
-Género: no se aprecian diferencias en la satisfacción subjetiva de las mujeres y los hombres.
-Edad: los niveles mayores de felicidad corresponden por un lado a los jóvenes y por otro a las personas mayores. Cuando se deja la juventud las personas se enfrentan a muchos retos e incertidumbres (constituir una familia, abrirse un horizonte profesional, criar los hijos,…) lo que requiere mucho esfuerzo y puede generar estrés. Por ello, si representáramos en términos gráficos la felicidad según la edad se obtendría una curva en la forma U, con el mínimo cercano a los 47 años.
-Estado civil: estar casado aparece positivamente relacionado con la felicidad. Las situaciones de divorcio y viudedad están negativamente relacionadas con la felicidad.
-Nivel de estudios: la educación aparece correlacionada positivamente con la felicidad.
-Situación laboral: los ocupados son claramente más felices que los desempleados, observándose una correlación negativa entre desempleo y felicidad.
-Nivel de renta: la satisfacción de los individuos aparece positivamente correlacionada con los ingresos.
-Salud: las personas que tienen mejor salud se muestran más satisfechas.
-Religión: los “creyentes” (cree en Dios pero no practica) aparecen como más felices que los “no creyentes” y los “practicantes” (practica al menos una vez a la semana algún acto religioso) se muestran más satisfechos que los “creyentes”.
La felicidad y las regiones.
-Diferencias regionales: en algunas Comunidades Autónomas (Asturias, Cataluña, Comunidad Valenciana y Navarra) el nivel de satisfacción de los individuos con su nivel de vida actual es relativamente mayor, mientras que en otras (Andalucía, Baleares, Castilla-La Mancha, Castilla-León, Galicia, Madrid y País Vasco) es relativamente inferior. Aparece un tercer grupo de Comunidades Autónomas para las que no se obtienen resultados claramente definidos.
Efecto del presente, del pasado, del futuro (expectativas) y de la personalidad.
-Como le ha ido este año: aparece fuertemente relacionado con la satisfacción del individuo. Las variables que muestran un coeficiente de correlación más elevado con la satisfacción del individuo son las que indican que este año le han ido las cosas “muy bien” o “bien”.
-Expectativas: unas expectativas favorables aparecen positivamente correlacionadas con la satisfacción de los individuos, mientras que si las expectativas son desfavorables la correlación es negativa.
-Personalidad; optimismo/pesimismo a corto plazo, a medio plazo o largo plazo: el optimismo a corto plazo tiene un efecto positivo y significativo sobre la felicidad, mientras que el optimismo a largo plazo parece no ejercer un efecto significativo en la felicidad de los individuos, lo que sugiere que entre los españoles el presentismo prima sobre planteamientos a largo plazo.
-Progreso económico (si el individuo ha progresado o empeorado su situación económica respecto al año anterior): los que han mejorado económicamente se sienten moderadamente más felices. Por el contrario, los que han empeorado su situación económica comparándola con la del año pasado, se sienten bastante más infelices. Parece ser que los individuos casi dan por sentado que las cosas les sigan yendo bien y no lo valoran mucho, pero sí les afecta bastante un empeoramiento de su situación.
- Expectativas sobre ámbitos específicos (condiciones de trabajo, renta, y salud): las expectativas sobre un empeoramiento en las condiciones de trabajo tienen un efecto estadísticamente significativo sobre la felicidad mientras que las expectativas positivas en general no tienen efectos significativos. Las expectativas sobre el nivel de renta, sugieren que los individuos se muestran mucho más sensibles a que se reduzca su renta que ante aumentos de la misma. Por lo que respecta a la salud, un empeoramiento esperado de la misma tiene una incidencia negativa y altamente significativa. Estos resultados sugieren que valoramos mucho más lo que perdemos que lo que ganamos.
Efecto del capital social.
-Confianza: la confianza que los españoles tienen en los demás aparece relacionada positiva y significativamente con la felicidad. La confianza que los individuos tienen ante algunas instituciones específicas (la prensa, la policía y las grandes empresas), en todos los casos aparece correlaciona positivamente con la felicidad, siendo la más significativa la que se refiere a las grandes empresas.
- Ética: los que rechazan comportamientos menos honestos (frente a los que si los justifican), como por ejemplo defraudar en materia de impuestos o una actitud benevolente ante el soborno, tienden a mostrarse más felices. Los datos, además evidencian un mayor rechazo relativo del soborno que del fraude fiscal.
-Patriotismo: los individuos que se siente orgullosos de ser españoles se muestran más felices que los que no.
-Materialista: los individuos autoclasificados como materialistas tienden a ser más infelices que los idealistas o altruistas.
Estos resultados son consistentes con los encontrados en la literatura para otros países y vienen a corroborar algunas de las implicaciones de la psicología positiva antes esbozadas. Entre ellas cabe señalar determinadas hipótesis que en un principio parecían difíciles de contrastar, como por ejemplo las relacionadas con el capital social (confianza y principios éticos) de los españoles.
"La satisfacción en la vida y en el trabajo pueden depender más de como lo enfoquemos que de los ingresos o prestigio. La felicidad no depende únicamente de lo que hagamos o de dónde estemos, sino de lo que decidamos ver"
La empresa y la felicidad
Para acercarnos al estudio de la felicidad desde la óptica de la empresa partamos de la recomendación fundamental de la psicología positiva: la buena vida consiste en emplear de forma satisfactoria las fortalezas características a fin de obtener abundantes gratificaciones auténticas en los distintos ámbitos de la vida, y especialmente en el trabajo. En este sentido podemos formular diversos tipos de recomendaciones; unas referidas a la empresa, otras a los directivos y otras a los trabajadores.
La empresa. Esta debe esforzarse en crear las condiciones para que sus empleados sepan que su talento se puede desarrollar en el entorno laboral y que su trabajo tiene sentido. El centro de trabajo debe ser el escenario para el despliegue de las capacidades humanas y la autorrealización de los trabajadores. Para ello hay que empezar por cuidar la selección de personal. Para poder casar las necesidades de la empresa con las habilidades del personal se debe tener en cuenta la capacidad, la motivación y la actitud de los empleados potenciales. Pero no basta con seleccionar bien a los empleados sino que también hay que diseñar un sistema de formación continua. El logro de los objetivos de la empresa resultará más fácil si el personal se adapta fácilmente a las condiciones cambiantes del entorno, lo requiere preparación.
El directivo. Dirigir es promocionar personas, no mandar cosas. El líder debe descubrir los talentos y utilizarlos. La motivación del personal debe empezarla al diseñar las tareas. Se debe buscar la motivación trascendente, valorando las consecuencias que la actividad desarrollada tendrá para otras personas. El líder debe influir sobre las intenciones de sus colaboradores, explicitando que cuando el trabajador logra darle sentido a su actividad él mismo será el primer beneficiado.
La labor del directivo es especialmente importante ante situaciones de cambio: dirigir significa transformar. Para lograr cambiar la organización hay que contar con las personas. Hay que lograr involucrarlas y que sepan que influyen en los resultados. Pero el cambio más importante que debe conseguir el directivo empieza por él mismo: adoptar una actitud activa en pro de la felicidad. Para lograrlo hay que tener en cuenta que una buena experiencia laboral, (disfrutando con el trabajo) y un buen rendimiento (hacerlo lo mejor posible), van unidos. Para ello hay que romper con algunas inercias. Es frecuente que estemos dispuestos a trabajar muy duro por conseguir objetivos cuantificables y que le prestemos muy poca atención a temas inmateriales como la felicidad. No debe olvidarse que un líder feliz propicia un ambiente sano en la empresa mientras que un líder insatisfecho puede generar frustración.
El trabajador. Debe desarrollar sus fortalezas características al servicio de algo que le trascienda, de forma que le de un verdadero sentido a la vida. Para lograr este objetivo lo ideal es vivir el trabajo como una vocación, como un fin en si mismo. Ello requiere que hagamos una inversión emocional en analizar lo que hacemos. Nunca es tarde para que nos paremos un momento y nos preguntemos qué me aporta significado en la vida y cuáles son las cosas que me gusta hacer y que se me dan bien. En cualquier caso, la satisfacción en la vida y en el trabajo puede depender más de cómo lo enfoquemos que de los ingresos o del prestigio que proporcione. Más importante que lo que hacemos es como lo vivamos. En este sentido son relevantes las conclusiones de un experimento realizado entre los trabajadores de limpieza de unos hospitales. Los trabajadores se mostraban satisfechos pues se veían que contribuían al bienestar de los pacientes y al buen funcionamiento del hospital. La felicidad no depende únicamente de lo que hagamos o de donde estemos, sino de lo que decidamos ver.
Lo anterior no impide que nos preguntemos si somos felices en nuestro trabajo y qué podríamos hacer para ser más felices. Cabe incluso preguntarse si podemos dejar nuestro trabajo y encontrar otro que nos aporte significado y felicidad. En el caso de que no podamos permitirnos el lujo de dejarlo, siempre podremos actuar para que el trabajo resulte más gratificante: incorporando actividades nuevas que nos resulten significativas y agradables y esforzándonos en darle sentido a lo que ya hacemos. Para esto último una buena estrategia consiste en destacar el potencial inherente a las interacciones con los demás.
En definitiva, la felicidad es como un tesoro escondido en lo más profundo de cada persona. Atraparla es cuestión de práctica y de fuerza de voluntad, no de bienes materiales, prestigio, poder o riqueza. Cada persona puede ser tan feliz como desee serlo, la clave está en proponérselo firmemente.