ENSXXI Nº 20
JULIO - AGOSTO 2008
JOAQUÍN ESTEFANÍA
Periodista y economista. Su último libro se titula La larga marcha
La mitología dice que Casandra era una sacerdotisa de la que se enamoró Apolo. A cambio de un encuentro carnal, el dios le concedió el don de la profecía. Poco después, Apolo se sintió traicionado por Casandra y a causa de ello le mantuvo su don pero nadie creería jamás en sus pronósticos. La posibilidad de profetizar se convirtió en una fuente continua de dolor y de frustraciones, ya que la sacerdotisa pronosticaba los desastres, como la caída de Troya, pero nadie le hacía caso. En el argot común, las Casandras quedaron como aquellas personas que predicen sistemáticamente lo malo que va a ocurrir, los agoreros que pocas veces aciertan.
Es tan mala la coyuntura económica mundial –y la de nuestro país- que hay que hacer un esfuerzo por distinguir entre las tradicionales Casandras, que parecen alegrarse de esa situación y que hablaban de la crisis cuando no la había, en su empeño por deteriorar las posiciones de los que gobernaban en aquellos momentos, y los pronósticos profesionales que indican no sólo que las cosas van a peor sino que el ritmo de deterioro de la economía va acelerándose con una inusitada profundidad y rapidez. Hasta tal punto que hay que tener mucho cuidado a la hora de reflejar la realidad económica en un papel, pues cuando éste aparezca publicado los datos pueden haber quedado profundamente desfasados. Parece más realista describir y analizar las tendencias. El analista Martin Wolf escribía hace unas semanas un artículo en el que hablaba de las dos tormentas que sacuden desde hace al menos un año la economía del planeta: “una tormenta inflacionista de los precios de las materias primas y otra financiera deflacionista”. La principal cuestión es acertar cuál de ellas es la prioritaria en estos momentos y combatirla sin empeorar la otra. Difícil dilema al que han de confrontarse las autoridades políticas con el asesoramiento de los economistas.
"Los países productores de petróleo afirman que en el origen de las actuales tensiones no existe escasez de oferta sino especulación financiera, debilidad del dólar y conflictos geopolíticos. Es un debate entre especialistas sobre quién es más culpable del incremento del precio del petróleo"
Las perspectivas económicas con las que ha dado sus primeros pasos el segundo semestre del año 2008 no son precisamente alentadoras. A los continuos récord de los precios del petróleo y de otras materias primas (sobre todo alimentarias) se une el incesante goteo de noticias negativas en el sector financiero, motivadas en su origen por el abuso de las hipotecas de alto riesgo, que tuvo su epicentro en EEUU desde el mes de agosto del pasado año. A ello puede añadirse la subida de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (BCE) y la congelación del precio del dinero que depende de la Reserva Federal (Fed), que parece haber dado por terminada la temporada de política monetaria expansiva que inició hace un año. Las autoridades monetarias centrales de las principales zonas del mundo desarrollado no parecen tener dudas en el dilema planteado por Martin Wolf: el problema principal es el crecimiento de los precios no sólo en los países ricos, sino en las naciones emergentes que han protagonizado los mayores crecimientos de sus economías en los últimos años. Las diferencias están en el grado de las terapias y en el momento escogido para aumentar el precio del dinero.
Con estas expectativas tan inciertas ha llegado el primer aniversario de la crisis de las hipotecas subprime. Fue en el mes de junio de 2007 cuando The Wall Street Journal (que todavía no pertenecía a Rupert Murdoch) publicó que dos fondos del banco Bear Stearn estaban al borde del colapso. Poco antes, dos de las principales agencias de calificación de riesgos -Standard & Poors y Moody´s-, que hasta entonces no habían olido el problema que se venía encima, bajaron la emisión de cientos de emisiones hipotecarias. Pero hasta las primeras semanas del mes de agosto del año citado no se empezó a conocer la magnitud del desastre de las hipotecas de alto riesgo y las subprime entraron en nuestras vidas y devinieron en el término económico de la coyuntura por excelencia. Desde hace un año hemos visto intervenciones masivas y concertadas de los bancos centrales para suministrar liquidez al sistema financiero; nacionalización de un banco en el Reino Unido (Northern Rock) y adquisición financiada por la Fed de otro (Bear Stearn) para evitar un pánico que se identifica con las peores escenas de la Gran Depresión y de las películas de Frank Capra (¡Qué bello es vivir!); la aristocracia bancaria mundial (UBS, Citigroup, Merrill Lynch, Lehman Brothers, Deustche Bank, Barclays…) afectada de pérdidas multimillonarias, ampliando capital con dinero proveniente de los fondos públicos de los países emergentes, y con una reducción espectacular de su valor bursátil; etcétera.
"En el último año, el precio del barril se ha doblado, pero desde finales del año 2001 el precio real del petróleo se ha multiplicado por seis. Las dificultades combinan la carestía con la escasez, la urgente lucha contra el cambio climático y el fenómeno creciente de la especulación en los mercados de futuros"
Un año después, el interbancario sigue seco y caro, los bancos siguen sin prestarse dinero unos a otros en pleno ambiente de desconfianza, y no hay semana en que no se amplíen las dificultades de las entidades afectadas . Los bancos y cajas de ahorro españoles, que hasta ahora han sorteado bien los problemas, empiezan a revolverse inquietos ante la duración de la crisis de liquidez: en el segundo semestre del año necesitarán más de 60.000 millones de euros para hacer frente al vencimiento de las obligaciones que han adquirido ante quienes les prestaron el dinero. Antes no hubieran tenido problemas, pero ahora…La sanidad del sistema financiero español y la existencia de un superávit en las cuentas públicas de más de un 2% del PIB eran las circunstancias positivas diferenciales que habían sido mencionadas por las autoridades políticas de nuestro país para resistir una crisis que no era reconocida como tal por ellas.
"Las cosas van a peor y que el ritmo de deterioro de la economía va acelerándose con inusitada profundidad y rapidez. Hay que tener mucho cuidado a la hora de reflejar la realidad económica en un papel, pues cuando éste aparezca publicado los datos pueden haber quedado profundamente desfasados"
En cuanto a la inflación generada por el espectacular aumento del precio del petróleo, hay pocas certidumbres: en el último año, el precio del barril se ha doblado, pero esa tendencia adquiere más gravedad si se amplía el foco: desde finales del año 2001, el precio real del petróleo se ha multiplicado por seis. Las dificultades combinan la citada carestía con la escasez (creciente agotamiento de los pozos existentes, especialmente los de fácil acceso, y sustitución por otros cuya extracción exige tecnologías más sofisticadas y más inversión), la urgente lucha contra el cambio climático y el fenómeno creciente de la especulación en los mercados de futuros. Según una declaración en el Congreso de EEUU, en el pasado mes de junio, del supervisor de estos mercados en EEUU, el 70% del negocio del crudo es hoy especulación. El representante del Partido Demócrata, tras conocer esa opinión, declaró: “Esto hace preguntarse si los precios futuros del crudo se han desvinculado del suministro subyacente y los fundamentales de la demanda, y si los mercados de materias primas se han convertido en un casino para especuladores sin escrúpulos que se enriquecen a costa del pueblo americano”. Estas palabras pueden ampliarse al resto del planeta. Tendencia que da en buena parte la razón a los países productores de petróleo, que afirman que en el origen de las actuales tensiones no existe escasez de oferta sino especulación financiera, debilidad del dólar y conflictos geopolíticos. Esta es otra de las características de la coyuntura: un debate entre especialistas sobre quién es más culpable del incremento del precio del petróleo, si aquellos que lo producen y lo exportan –que lo estarían haciendo en cantidades insuficientes- o los financieros que han desviado su actividad de los mercados hipotecarios (ante las dificultades mencionadas antes) hacia los mercados de futuros del crudo y de los alimentos.
Pocas veces como en ésta ha habido tanta división sobre el diagnóstico de las dificultades y las medidas para salir de ellas. Al fin y al cabo, esta es la primera crisis global que afecta al mismo tiempo a las finanzas y a la economía real. Muchas generaciones de ciudadanos no han visto nunca nada igual.