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ENSXXI Nº 21
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2008

JOAQUÍN ESTEFANÍA
Economista y periodista. Fue director del diario EL PAÍS

EL ESTADO DE LA ECONOMÍA

Tiene algo de reto intelectual escribir un texto sobre la crisis financiera que asola al mundo desarrollado desde hace 14 meses, en las condiciones en las que está elaborado éste: escrito el 1 de octubre y que. por lo tanto, tardará varias semanas en aparecer por la periodicidad de la revista, cuando esa crisis se transmite a la velocidad de la luz. Tiene un riesgo indudable: el de equivocarse estrepitosamente. Hace unos años, Jesús Aguirre, duque de Alba, almorzaba en el restaurante Jockey de Madrid; su contertulio vio pasar delante de ellos a un economista que había jugado un papel preponderante en los primeros momentos de la transición y que luego desapareció de la vida pública, y preguntó a Aguirre: “¿Qué hace ahora éste?”. Con la sagacidad que caracterizaba al duque consorte,  contestó rápido: “Lo de siempre, predecir el pasado”.

"Será preciso analizar la crisis de liderazgo político que ha puesto de manifiesto el problema económico. En los días en los que se discutía el plan de rescate de entidades financieras, cada vez que Bush salía en televisión para venderlo, con el aval de los candidatos Obama y McCain, las bolsas de valores bajaban"

La leyenda negra sobre la capacidad de pronóstico del economista se ha puesto en cuestión nuevamente con esta crisis financiera. Pocos meses antes de que empezase como un problema de liquidez relacionado con las hipotecas de alto riesgo en EEUU, apenas nadie había intuido lo que llegaba. Nouriel Roubini, un profesor de la Universidad de Nueva York, ha alcanzado la fama mundial y la categoría de “gurú” no por asesorar a Clinton sino porque en una asamblea del Fondo Monetario Internacional adelantó bastante de lo que ha sucedido después. Ningún organismo internacional ni servicio de estudios ajustó la velocidad, complejidad y profundidad con la que se iba a manifestar esta crisis en parte alguna, y tampoco en España (a pesar de las acusaciones del Partido Popular de que el Gobierno había mentido en la campaña electoral, en su programa el PP diagnosticaba un crecimiento para este año de la economía española de un 2,6%).
Atinar en un pronóstico significa acertar en el mismo en el tiempo y el espacio adecuado. Franco murió el 20 de noviembre de 1975, y acertó en ello la agencia Europa Press cuando lo anunció con las campanillas de solemnidad de sus teletipos. Pero desde luego no lo hicieron todos aquellos que sabiéndolo de “nueva tinta” lo dieron por fallecido en plena agonía, días o semanas antes del deceso. Cuando en la última semana del pasado mes de febrero, apenas días antes de que los ciudadanos fuesen a las urnas, el entonces portavoz popular Eduardo Zaplana dijo que le constaba que algunas instituciones financieras españolas tenían serias dificultades relacionadas con el estallido de la burbuja inmobiliaria, no hizo un diagnóstico correcto de la situación, además de crear alarma social. Y no lo fue aún en el caso de que por mor de la metástasis de los problemas financieras mundiales pudiera haber en el futuro (o ya lo ha habido en este intervalo entre la escritura y la aparición del artículo) algún banco o caja español al que se le enciendan las señales de alarma.

"La teoría del riesgo moral (que cada palo aguante su vela) ha devenido en la teoría del riesgo sistémico (el dinero de los contribuyentes debe formar parte de las soluciones). Es paradójico que hayamos tenido que conjugar de nuevo el verbo “nacionalizar” por no haber querido utilizar a tiempo el de 'regular'"

No destacaré por tanto ninguna ucronía, ningún hecho que yo crea que puede acontecer (estaría loco), sino una tendencia dominante estos días: asistimos a otro cambio menos subrayado que otros, el del ciclo ideológico económico que se inició en los años ochenta con la llegada de los paladines de la revolución conservadora (Thatcher y Reagan), que ha tenido continuación durante un cuarto de siglo, y que se resumía en la frase de que “El Estado es el problema y no la solución”. Por el contrario, las cataplasmas puestas hasta ahora para solucionar la falta de liquidez (y de solvencia) de diversas entidades financieras de muchos lugares –y que se ha trasladado a la economía real en forma de estancamiento con inflación- se componen de intervención del Estado en distintas modalidades: dotar de liquidez al sistema, bajar los tipos  de interés, nacionalizaciones abiertas o encubiertas de instituciones en crisis, facilitar las fusiones de entidades con dinero público, etcétera. La teoría del riesgo moral (que cada palo aguante su vela) ha devenido en la teoría del riesgo sistémico (ante el temor de que el pánico genere un efecto dominó, el dinero de los contribuyentes debe formar parte de las soluciones). Es paradójico que hayamos tenido que conjugar de nuevo el verbo “nacionalizar” –que formaba parte de las reliquias de la historia- por no haber querido utilizar a tiempo el de “regular”. Y a partir de ahora deberemos utilizarlos al mismo tiempo, además del de “privatizar”.
Para otra coyuntura, más temprano que tarde, será preciso analizar la crisis de liderazgo político que ha puesto de manifiesto el problema económico. En los días en los que se discutía el plan de rescate de entidades financieras, instrumentado por la Administración republicana estadounidense que ahora termina, cada vez que Bush salía en televisión para venderlo, con el aval de los candidatos Obama y McCain, las bolsas de valores bajaban. ¿Qué está ocurriendo en las democracias más allá de las dificultades de la intendencia?

 

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