ENSXXI Nº 21
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2008
CARLOS E. RODRÍGUEZ
Periodista y fue presidente del Grupo Negocios de prensa y radio de información económica
EL ESTADO DE LA ECONOMÍA
Se aprobó finalmente por el Congreso, tras superar la resistencia de la Cámara de Representantes, el polémico plan de rescate de los activos financieros “tóxicos”, conocido como Plan Paulson, y fue inmediatamente firmado por el angustiado presidente Bush, pero ni dentro de España, ni en el contexto global, mejoran las perspectivas a corto y medio plazo, sino todo lo contrario. La crisis económica es probable que tenga un largo recorrido por delante, y todo apunta a sucesivos rebrotes de la crisis financiera internacional, que está lejos muy lejos de haber sido superada, o ni siquiera digerida, y que, desde Estados Unidos, se ha propagado a los espacios financieros de Europa y de Extremo Oriente. Una vez en vigor, son cada vez más serias y extendidas las dudas de los mercados sobre la eficacia real de una intervención más relacionada con el instituto de supervivencia de una clase política ern vísperas electorales que con el interés general. Demócratas o republicanos, al final del final ninguna clase política se suicida.
Como es bastante raro que un gobierno teóricamente liberal utilice recursos intervencionistas, fue lógico que la rebeldía se produjera en las propias filas republicanas. Esto ha servido para demostrar una vez más que “neocon” no es lo mismo que liberal, e incluso puede llegar a ser antagónico. En economía y en tiempos de dificultades, los conservadores tienden a ser por lo menos tan poco liberales como los socialistas. ¿Es el plan Paulson parte de la solución o podrá incluso verse dentro de algún tiempo como parte añadida del problema? Ni siquiera es seguro que la intervención despeje de basuras la economía financiera internacional, ya que no pocas de ellas se encuentran tan sucesivamente “empaquetadas” que resulta todavía difícil saber en qué derivados, en cualquier lugar del planeta, incluso en Bancos puramente comerciales y minoristas, pueden reaparecer las emanaciones tóxicas.
"Parece de buen sentido que, ante una crisis tan grave, las soluciones se adopten sobre el más amplio consenso político y social posible. Fue muy significativo el llamamiento de Josep Antoni Durán i Lleida, para que el Gobierno promoviese unos nuevos Pactos de La Moncloa"
¿Cómo se ha podido llegar a una situación como ésta? Más allá del debate moral y teórico sobre el plan de rescate impulsado por Bush, sería difícil desconocer que cualquier dique es insuficiente ante el tsunami de una crisis que amenaza con poner el peligro algo tan asumido hasta ahora como la solvencia de la primera potencia política y económica del planeta, los Estados Unidos de América, donde, a la temible sombra del terremoto financiero, el mercado inmobiliario sigue su caída libre y su oscura contaminación hipotecaria de muy baja calidad. Los préstamos interbancarios acentúan su carestía y escasez, lo que agrava la situación. En un escenario de dinero escaso y caro, los Bancos ven día a día reducirse su negocio propio, que es el de prestar dinero.
Parálisis en la política económica española
Lo que más nos importa, que es naturalmente el curso de la crisis económica en nuestro país, ofrece escasas esperanzas y ninguna alegría. Afirma la oposición que el gobierno de Rodríguez Zapatero ha tirado la toalla y se ha sentado, en términos de política económica, a verlas venir. Respecto a los Presupuestos presentados por Solbes para el 2009 hay división de opiniones, pero en el sentido cáustico del dicho popular, que podría traducirse en algo así como “unos se acuerdan de ZP y otros de Pedro Solbes”.
El original galimatías montado por Solbes en torno a proclamados “recortes de gasto” que se afirman compatibles con mayores alegrías en las prioridades de gasto, mientras sigue la confusión en torno al modelo de las balanzas fiscales entre autonomías, es poco prudente en los tiempos que corren. En 2009 afrontaremos el temido “año del paro”, en el que habrá destrucción neta de empleo y la previsión oficial del 12,5% de desempleados sobre población activa puede quedarse muy corta y quizá llegar al 20%, esto es, la estremecedora posibilidad de entre cuatro y cinco millones de españoles en paro cuando finalice el próximo año, con el extenuante vía crucis de más de cien mil nuevos parados cada mes, un mes tras otro.
Comprobado que la crisis no va a desaparecer por mucha terquedad que se ponga en negar su existencia, y ante la probabilidad de que ni el pasotismo de Solbes ni el intervencionismo de Paulson formen parte de la solución, será inevitable preguntarse si es que ya no son posibles, en términos de política económica, soluciones liberal-progresistas. La respuesta es que sí, que hay soluciones liberales que son verdaderas soluciones, y que tienen un sentido progresista, pero que, precisamente por serlo, necesitan honradez y coraje para ser instrumentadas, adoptadas y aplicadas.
"Ha disminuido la demanda de crédito para compra de vivienda, se reduce el volumen total de crédito a los promotores y crece la demanda de crédito de las empresas no ligadas al sector inmobiliario y constructor, bien es cierto que no tanto para invertir como para hacer frente a los problemas de tesorería"
Honradez ya sabíamos que faltaba, pero también faltan, en la vida pública, esos que alguien tan poco conservador como el presidente John F. Kennedy llevó al título de un excelente libro político, dedicado a la inolvidable Jacqueline y prologado por Allan Nevins: Rasgos de Valor. Sí, rasgos de valor, porque, como recuperaba de John Bright, “los hombres no llegan a ser grandes estadistas simplemente porque lleguen a ocupar puestos importantes, sino que deben presentar mejores títulos, uno de los cuales es el valor”. El cargo viste al hombre, pero es el hombre el que da valor al cargo. No estaría de más que alguien se lo explicara a nuestros altos cargos políticos.
Dos crisis en una: la inmobiliaria y la financiera
En el caso español, el problema se agudiza por la convergencia diabólica de la crisis financiera con el colapso del sector inmobiliario y el temerario endeudamiento de las familias y las empresas. El estremecedor montante de créditos a promotores, no pocas veces para la compra de terrenos de dudosa o difícil recalificación, y de hipotecas concedidas, demasiadas veces por el cien por ciento del valor de inmueble e incluso en ocasiones con ampliaciones superiores, a personas que no superarían una rigurosa estimación de solvencia, será muy difícil de refinanciar en unos mercados de dinero que han pasado de las turbulencias al huracán.
Lo cierto es que la desaceleración de la economía española ya había comenzado cuando estalló la crisis financiera internacional de 2007. Se estancó el crecimiento en el primer semestre de este año 2008 y ha entrado ya en crecimiento negativo, esto es, en recesión, que se agudizará durante todo el próximo año 2009 y quizá incluso durante el año 2010. Cuando se produzca la recuperación, no antes de 2011 ó 2012, será problemática, porque los Bancos y Cajas trasladan obligadamente su falta de liquidez a empresas y familias. La caída en los precios de los activos inmobiliarios afecta a las empresas, a las familias e incluso a las entidades financieras, con fondos propios insuficientes para resistir una reducción de drástica de precios como la actual, de modo que la crisis de liquidez puede trasformarse en crisis de solvencia.
Esta situación del sector financiero tiene mucho que ver con cómo funciona el sistema bancario en España y en cualquier otro país del mundo desarrollado. Es un sector intervenido, regulado e inspeccionado por los bancos centrales, y también por los organismos reguladores de los mercados de cada país en los que cotizan en las Bolsas de valores. Se fija imperativamente: la proporción de capital que deben tener, los límites en las relaciones crediticias con los clientes, los activos que se pueden sacar del balance, se regula el pasivo, cómo se puede captar depósitos, qué tipo de obligaciones pueden emitir y la transparencia en sus relaciones con los depositantes. En Estados Unidos, por volver al epicentro de la crisis, la Reserva Federal ha sido más permisiva que el Banco Central Europeo y ha permitido sacar muchos más activos fuera del balance y venderlos a terceros, en forma de derivados o activos estructurados.
En el sistema financiero español hay además un elemento diferencial que es el peso relativo de las Cajas, que agrupan más del 50% del total de préstamos y créditos a empresas y particulares en nuestro país. Si una Caja pierde su capital no puede reponerlo fácilmente. Ya se ha visto en el caso de la CAM el fracaso de la emisión de cuotas participativas, y la emisión de deuda a largo necesita obviamente que alguien la compre alguien, cosa difícil en un momento en el que casi nadie, no sólo en España, quiere obligaciones emitidas por una entidad financiera.
"No cabe dejar de lado la importancia que ha tenido la corrupción municipal. Sometido a oscuros manejos administrativos, el suelo siempre sería un bien escaso y por tanto de precio creciente o por lo menos, constante. Los endeudados para comprar viviendas, partían de que sus precios nunca descenderían"
Lo cierto es que los Bancos y Cajas de nuestro país soportan actualmente más riesgos que el sector financiero de otros países. Los créditos a los promotores inmobiliarios se han multiplicado por diez en ocho años, mientras que el "patrimonio neto" de las instituciones financieras se ha multiplicado por dos. La crisis forzará la suspensión de pagos de muchos promotores inmobiliarios, en la racha tan dramáticamente iniciada por la potente Martinsa-Fadesa. Y sucede que el valor de sus activos, en particular el suelo, tienen probablemente un valor de mercado muy inferior al de compra, lo que sugiere la magnitud de las pérdidas para los bancos que los han financiado.
Así es la situación. Se han equivocado los promotores, que han terminado por pagar precios excesivos por el suelo que han comprado, lo que se tradujo en precios excesivamente elevados de las viviendas. Se han equivocado las familias, que creyeron que podían endeudarse mucho más allá de lo razonable, y ahora ven que su patrimonio neto ha descendido, mientras su deuda ha crecido y además tienen que pagar intereses mucho más altos que hace un par de años. Y se han equivocado los bancos y las cajas, que han financiado la expansión dando todo tipo de facilidades al crédito para promoción inmobiliaria, pensando que los activos reales, suelo y viviendas y todo tipo de edificaciones, son siempre más seguros que las garantías que puede ofrecer cualquier otro sector productivo.
Crédito abundante, tipos bajos y corrupción
En los últimos años los tipos de interés fueron muy bajos, casi siempre por debajo de la inflación, y hubo abundancia de crédito. Los bajos tipos respondieron a la política del Banco Central Europeo y la abundancia del crédito al imparable crecimiento de la economía española animada, en parte, por las reformas del período 1996-2000 y, en mayor parte, por un euro que eliminaba los riesgos de unas políticas monetaria y fiscal nacionales descontroladas por parte de España y de cualquiera de los países de la Eurozona. El optimismo ante el futuro de las empresas y las familias hizo que aumentaran su endeudamiento para invertir y consumir, y ese gasto se tradujo en crecimiento económico, en creación de empleo y en capacidad para absorber la entrada en España de millones de inmigrantes.
Bien es cierto que una parte importante del endeudamiento de las empresas ha sido para invertir en bienes de equipo, know how y técnicas productivas, que han modernizado el tejido productivo, y en infraestructuras, lo que ha permitido cierto crecimiento de la productividad, de modo que la industria y los servicios españoles son hoy, en conjunto, mucho más productivos que hace diez años. La inversión ha modernizado nuestro sistema productivo, y esa modernización será útil para superar la crisis económica.
Un dato que no cabe dejar de lado es la importancia que ha tenido la corrupción municipal y la idea generalizada de que no se le pondría freno, que ya se ocuparían los políticos de echar grava en los rodamientos de la Justicia. Sometido a oscuros manejos administrativos, el suelo siempre sería un bien escaso y por tanto de precio creciente o por lo menos, constante. Las familias que se han endeudado para comprar viviendas, para uso propio o como inversión, partían del convencimiento de que sus precios nunca descenderían. Los promotores inmobiliarios han invertido, algo con fondos propios, pero en su mayor parte con créditos bancarios, en suelo rústico, urbanizable y urbano, porque el endeudamiento no importaba si se suponía que los precios de suelo, viviendas y otras edificaciones siempre subirían y que los tipos de interés se mantendrían suficientemente bajos por largo tiempo, dicho de otra manera, que el crédito siempre sería abundante y que habría demanda para todo lo que se construyera.
El “ladrillo” y el endeudamiento exterior
El caso es que una demanda de crédito tan grande, que superaba la capacidad de ahorro nacional, sólo podía satisfacerse en el exterior, por lo que los bancos buscaron fondos fuera del país, hasta el punto de que el endeudamiento nacional neto de las Administraciones Públicas, empresas y familias, ha saltado desde unos 85.000 millones de euros en 1996 hasta el estremecedor nivel de 728.000 millones de finales de 2007, y seguía subiendo en la primera parte del año actual.
Es necesario subrayar que en este endeudamiento han incurrido empresas y familias, básicamente, porque el conjunto de las Administraciones Públicas tienen, hoy, aproximadamente, la misma deuda, interior y exterior, en términos absolutos, que en1997. Los bancos han prestado enormes sumas a empresas y familias, y en los últimos años el endeudamiento de la banca española con el exterior se ha disparado. Las familias españolas gastaban muy poco de esa enorme cantidad de crédito en actividades productivas, y mucho más en consumo y en adquisición y rehabilitación de viviendas. Cerca del 65% del total del crédito de Bancos y Cajas a empresas y familias habría ido al suelo, la construcción y la compra de inmuebles, con lo que la caída de los precios del suelo y la vivienda puede resultar dramática para el sistema financiero español.
…Y entonces llegó la crisis
Fue en este contexto interior, y no como una mala suerte que nos viniera de fuera, que se produjo la crisis financiera internacional de agosto del año pasado. De repente, nadie prestaba, nadie quería financiar bancos u otras instituciones financieras. Había serias dudas respecto a la calidad de los activos sobre los que pesaban los créditos bancarios, dudas incluso sobre el valor de los activos, y los bancos empezaron a perder pasivo. Se había producido una crisis financiera mundial, nacida originalmente del temor al impago de las hipotecas “subprime”, pero extendida pronto a todo tipo de activos. Fue una crisis de confianza tan intensa que casi desapareció el mercado interbancario a nivel tanto nacional como internacional, porque ningún banco se atrevía a prestar a otro banco.
"Si una Caja pierde su capital no puede reponerlo fácilmente. Ya se ha visto en el caso de la CAM el fracaso de la emisión de cuotas participativas, y la emisión de deuda a largo necesita alguien que la compre, difícil en un momento en el que nadie quiere obligaciones emitidas por una entidad financiera"
En el final de un gran periodo de expansión de la economía mundial la economía española se enfrentaba a una situación de falta de liquidez y financiación a corto plazo. La raíz interior del problema era inocultable. Alan Greenspan declaró que, tras la crisis de la hipotecas “subprime” en Estados Unidos, lo que más le preocupaba era el riesgo que tenían contraído las entidades financieras, españolas y no españolas, con el sector promotor-constructor-inmobiliario español. Había señales evidentes de una crisis motivada por un exceso de oferta a precios cada vez menos competitivos, pero los Bancos y las Cajas, preferían pensar que asistiríamos a un suave ciclo de desaceleración económica, de corta duración.
Aunque en España no hay, en sentido estricto, hipotecas subprime, la subida de tipos de interés y el hecho de que la práctica totalidad de los préstamos hipotecarios sean a tipo variable hace que, para muchos compradores, su deuda hipotecaria sea hoy superior al precio actual de mercado de las viviendas, fenómeno que inevitablemente incide en subida de la morosidad bancaria. En la evolución actual de la crisis económica en España se podrían producir pérdidas tan abultadas en la mayoría de los bancos, cajas y cooperativas de crédito, que es posible que se consuma la mayor parte de sus Fondos Propios netos, de manera que el paso desde la falta de liquidez a la pérdida de solvencia es más que una hipótesis, una razonable preocupación del sistema financiero español, a pesar de su alta calidad y rigurosos controles. Para resolver la situación de falta de liquidez la Banca tomó la decisión de reducir los créditos y préstamos.
Restricción y carestía de los créditos
La primera sorpresa que se llevaron las familias que pretendían comprar su vivienda, al precio que fuera, incluso si éstos se habían reducido significativamente, pero que ahora con criterios más estrictos se consideraba que no ofrecían garantías suficientes, fue que la Banca había vuelto a la política tradicional de exigir a los compradores de vivienda un pago inicial, presentar avalistas con garantías y financiar lo restante de acuerdo a nuevas tasaciones que tienen en cuenta la evolución de los precios en el mercado. Por su parte, constructoras, promotoras e inmobiliarias sufrieron el ajuste duro del crédito y como las ventas de viviendas y suelo se habían reducido en importantes porcentajes muchas abandonaron proyectos, retrasaron pagos y en los casos más graves han optado por declararse en concurso de acreedores.
Además, los Bancos aumentaron un poco los tipos de interés de nuevas líneas de crédito o de nuevos préstamos a las empresas y a las familias para préstamos al consumo o para actividades productivas, tanto para resarcirse del mayor aumento del coste del pasivo, como para desanimar a potenciales demandantes, pero los tipos de interés no son mucho más altos que la inflación, por lo que algunos estiman que, en España, el crédito, cuando se consigue, sigue siendo demasiado barato.
Otra decisión fue la de aumentar la remuneración de los depósitos, en un intento de captar en España los recursos con preferencia a conseguirlos en el exterior. Es una decisión lógica pero que, en la medida en que tenía éxito, comenzó a discriminar entre entidades grandes y pequeñas, entre más fiables –las grandes– y menos fiables –las no tan grandes–. El ahorro se desplazó desde los fondos de inversión a los depósitos, con lo que se consiguió mayor liquidez para el conjunto de la Banca española, y un descenso importante de las cotizaciones de las acciones, obligaciones y otros activos en que tenían invertido su dinero los fondos.
El conjunto de medidas han tenido un cierto éxito. Ha disminuido la demanda de crédito para compra de vivienda, nueva o usada y se empieza a reducir el volumen total de crédito a los promotores, se reduce el crecimiento del crédito al consumo y crece, mucho, la demanda de crédito de las empresas no ligadas, directa o indirectamente, al sector inmobiliario y constructor, bien es cierto que no tanto para invertir como para hacer frente a los problemas de tesorería provocados por la caída del consumo.
Cabe temer que el brusco descenso del consumo del sector privado producirá la suspensión de pagos de muchas otras empresas, aunque el endeudamiento de los sectores distintos del inmobiliario es mucho menor y sus fondos propios mucho más altos en relación a su balance total. Se producirán probablemente numerosas suspensiones de pagos, pero en muchos casos será posible evitar la desaparición de las empresas a través de su refinanciación.
"El problema se agudiza por la convergencia diabólica de la crisis financiera con el colapso del sector inmobiliario y el temerario endeudamiento de familias y empresas. Lo cierto es que la desaceleración de la economía española ya había comenzado cuando estalló la crisis financiera internacional de 2007"
Las suspensiones de pagos, las hipotecas y la Banca
Hacer predicciones sobre lo que va a ocurrir con los cientos de miles de millones de euros prestados a los promotores es casi imposible. Además, la Banca está refinanciando al menos a tres años a los promotores que tienen mayor deuda, fondos propios algo más elevados y activos de mejor calidad, por lo que la necesidad de constituir provisiones para cubrir la entrada en mora de los préstamos y créditos a esas empresas no se reflejarían por ahora en las actividades financieras.
En estos momentos, los dos grandes Bancos internacionales de España, el Santander y el BBVA, son los únicos con capacidad para lograr recapitalizarse si lo necesitaran. El resto de los Bancos, por su tamaño, y las Cajas por su especial régimen jurídico, tienen cerrada esta vía para recomponer su capital. El riesgo es que, si no se recapitaliza, nuestro sistema financiero arrastraría a la economía real, pues los créditos tendrían que reducirse drásticamente, para acompasarlos a los fondos propios y respetar los criterios de solvencia fijados imperativamente por el Banco Central Europeo.
Los problemas crediticios de la banca no terminan aquí, ya que el crédito hipotecario español por compra de vivienda durante los años 2005 al 2007 tiene características próximas a las “hipotecas basura”. Los precios que pagaron los compradores fueron muy altos, los créditos hipotecarios concedidos alcanzaron con frecuencia el 100% del valor de tasación y se concedieron a plazos muy largos, en promedio a 30 años y a tipos de interés variable, por lo que a finales de 2009 será mínima la parte de principal que se haya devuelto a la Banca. La subida de precios de los alimentos y los combustibles y la destrucción de empleo afectan directamente a la capacidad de pago de los compradores de viviendas de menor renta de esos años.
Por supuesto que hay soluciones, por lo menos paliativas, y de ahí la sorpresa generalizada ante la inacción del Gobierno. Parece también de buen sentido que, ante una crisis tan grave, las soluciones se adopten sobre el más amplio consenso político y social posible. Fue significativo el llamamiento del portavoz parlamentario de los nacionalistas catalanes, Josep Antoni Durán i Lleida, para que el Gobierno promoviese unos nuevos Pactos de La Moncloa, como los que en los años setenta, y por iniciativa de Adolfo Suárez, permitieron afrontar la crisis. Nadie, entre los partidos políticos y las organizaciones empresariales y sindicales, se resistiría a una iniciativa de esa naturaleza. Pero las soluciones posibles, que las hay y podrían acordarse e impulsarse con rapidez y eficacia, necesitarán el espacio de otro artículo.