ENSXXI Nº 21
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2008
PEDRO CARLOS MORO GARCÍA
Notario de Mogán (Las Palmas)
FERNANDO RODRÍGUEZ PRIETO
Notario de Coslada (Madrid)
BALANCE DE UN CUATRIENIO
Ante la inminente renovación de nuestros órganos corporativos debemos preguntarnos si en los últimos tiempos las oposiciones libres y entre notarios han merecido una suficiente atención y una eficaz actuación por parte de aquéllos. Y parece necesario plantear una crítica constructiva destinada, no a saldar cuenta alguna, sino a servir de orientación a quienes dentro de pocos meses tomen el relevo en la dirección del Consejo. Tiene interés al respecto el testimonio, de primera mano, de quien por pertenecer a la última promoción de notarios ha cruzado recientemente ese proceso agónico que son las oposiciones de acceso.
Hay que insistir en enorme importancia de esta materia. Nuestra profesión se distingue del resto y basa su relevancia social no sólo en la trascendencia de su actuación sino también en el modo de acceso a la misma, basado en requisitos estrictos y de dura superación destinada a asegurar una futura calidad en el ejercicio de la función. El status de la profesión se ha conseguido, además de por el esfuerzo diario de sus miembros en sus respectivos despachos, por el reconocimiento y admiración de propios y extraños hacia quienes han sido capaces de superar esos terribles exámenes orales y de descifrar ese jeroglífico caso práctico. Y tampoco se puede minusvalorar la importancia histórica con que las oposiciones entre notarios, impulsoras de la excelencia, han contribuido al prestigio doctrinal e intelectual del notariado. Son cosas tan obvias que deberían llevar a que el sistema de oposición se considerase siempre como 2la niña mimada del Notariado". No se podrá conservar su grandeza en el largo plazo si a esta base no se le dedica la atención necesaria.
"Un ritmo más constante, favorable y predecible de convocatorias de oposiciones también debería haber sido un objetivo"
De la atención debida debería haber derivado una mayor voluntad reformadora. En materia de oposiciones libres se ha desperdiciado la oportunidad del nuevo Reglamento para una aunque sea mínima reforma del sistema. Cuesta creer que sea tan perfecto como para no haberse podido beneficiar de alguna alteración. De hecho, no es difícil proponer algunas medidas destinadas a mejorar su calidad. Y no se trata ya de plantear grandes reformas estructurales, que no se necesitan, sino tan sólo retoques que no deberían necesitar de grandes discusiones, y que puedan servir para, al menos, atenuar el juego de la fortuna, y que ésta pese menos a favor o en contra del opositor. Por ejemplo, el sorteo del orden de actuación podría realizarse una vez fijada la lista definitiva de opositores admitidos, sin esperar hasta un mes antes del inicio del examen. Ello, junto con otras iniciativas, como unas convocatorias más previsibles, habría merecido al menos alguna reflexión.
Un ritmo más constante, favorable y predecible de convocatorias de oposiciones también debería haber sido un objetivo. Frente a ello, vemos lo que ha sucedido en la vigente oposición de Andalucía, que ha comenzado tan solo dos meses después del final de la larguísima oposición de Valladolid. Los compañeros que han tenido la desgracia de no aprobar el dictamen en ésta han quedado así en una situación abismal y de difícil superación. Con ello, parecen haber recibido castigo quienes presuntamente eran mejores, por haber llegado ya antes al dictamen. Quizá merecería que se considerase la obligatoriedad de un plazo mínimo entre el fin del último ejercicio y el inicio del primero de la siguiente oposición. Se trata, en fin, de que el azar no sea más que una anécdota en el proceso de toda una oposición.
Otras cuestiones, de cuya falta de resolución resulta una enorme incomodidad para el opositor, ponen de manifiesto que la oposición no está en el orden del día de tantas hojas de ruta a las que estamos ya acostumbrados. ¿Qué impide que el temario se actualice regularmente al ritmo de las reformas legislativas? ¿Cómo es que no se ha tocado desde el año 2000? Ocho años son demasiados dada la vitalidad legislativa de nuestra cámara baja ¿Cómo puede el opositor, con la debida antelación, enterarse de qué es lo que debe decir cuando se le pregunta por las causas de divorcio, que hoy ya no existen, o por la legislación concursal, con un epigrafiado totalmente desfasado? ¿Dónde hablar de la SLNE, o SAE, que no encuentran adecuada ubicación en el temario? Parece que la tranquilidad del opositor de saber qué se le pide en cada tema no ha preocupado lo suficiente como para que por parte de quien estaba en situación de poder hacerlo se hayan impulsado estas actualizaciones.
En otros ámbitos también se ha olvidado que el sistema de oposiciones es un gran haber colectivo del Notariado que nadie debería haber utilizado a su conveniencia. Resulta paradójico que frente a lo que ocurre en el resto de las oposiciones, en las que se conoce de antemano el lugar de celebración, en la profesión estampa de la seguridad jurídica preventiva se ha de estar al resultado de las publicaciones del BOE. ¿Qué impide que se alcance un pacto de consenso, alternando capitalidades y autonomías en el lugar de examen? No se trata de quién gana sino, como siempre, de la tranquilidad del opositor.
"Nuestra profesión se distingue del resto y basa su relevancia social no sólo en la trascendencia de su actuación sino también en el modo de acceso a la misma, basado en requisitos estrictos"
En materia de oposiciones entre notarios el balance de la gestión ha sido desolador. Con ese sistema de premios sujetos a caducidad, sistema que increíblemente fue defendido por la mayoría de los Colegios en sus informes al Reglamento en su fase de proyecto, a estas oposiciones se las ha condenado a un papel marginal, despreciando así su pasada contribución al prestigio doctrinal de la profesión. Ahí no cabe otra que reconocer el error cometido y plantear una nueva reforma.
No es éste, no obstante, momento de mirar al pasado, sino al futuro. De solicitar a quienes vayan a ocupar puestos de responsabilidad, sean quienes sean, la debida atención a esta materia tan crucial. La oposición es uno de los grandes baluartes que tiene esta profesión, y debe ser cuidada como demostración de lo que requiere el ejercicio de la función, en pleno rechazo a esas posturas liberalizadoras fundadas en países ajenos a nuestros valores jurídicos. Deber de unos e ilusión de otros es velar para que se mantenga su status, del que todos debemos estar orgullosos.