MIGUEL VICENTE-ALMAZÁN
Notario de Valencia

ELECCIONES

Sobre las conclusiones del 10º Congreso Notarial Español

Hasta hace poco pensaba que la palabra unanimidad tenía un significado claro y único, fácilmente entendible por cualquiera. Pero quizá como reflejo del relativismo imperante, encuentro ahora que en el ámbito notarial se ha convertido en un vocablo polisémico.
Pero vayamos al grano. El pasado congreso notarial celebrado en Tenerife aprobó por “unanimidad” unas conclusiones, cuyo contenido encierra escasas novedades y no añade nada a los principios ya anteriormente proclamados y comúnmente aceptados por el notariado. Por ello, no existía ninguna objeción de fondo para su aprobación tal como eran propuestos por los ponentes, y resultaban de muy escaso interés salvo por el valor de presentarlas como unánimes ante la Administración y la opinión pública en momentos de profundo enfrentamiento dentro del notariado.
Para los que no asistieron al congreso y sus sesiones –el 90% del notariado- creo de interés explicar el nuevo significado de la palabra unanimidad.
Como es tradicional  el trabajo del congreso se desarrolló a lo largo de tres sesiones correspondientes a sendas ponencias. En  los congresos precedentes, tras finalizar los trabajos de las ponencias, se dedicaba otra sesión a discutir y en su caso modificar las propuestas de conclusiones presentadas por los diferentes ponentes. El texto así elaborado se proponía al plenario del congreso que normalmente lo aprobaba.

"Quien actuaba como moderador organizó un embrollo monumental resolviendo la votación en el sentido de que no se votaban las conclusiones, sino que las conclusiones leídas por el ponente eran las conclusiones que el ponente presentaba. Como si lo hubiese propuesto Groucho, pero en serio"

Pero en el último congreso nos encontramos con que la organización del mismo había introducido una importante modificación en el procedimiento de aprobación de las conclusiones. Así, al terminar la primera ponencia, el moderador propuso a los asistentes la lectura de las conclusiones presentadas por el ponente, en este caso Miguel Ángel Campo Güerri, y su inmediata votación. Como quiera que la novedad del sistema causara sorpresa por la ausencia de explicación previa y por la forma de proceder precipitada, que obviaba cualquier discusión por parte de los congresistas, se levantaron voces disconformes con el nuevo método.
La reacción de quien actuaba como moderador no fue a mi juicio la adecuada a la cualidad en que actuaba y que cabría esperar de una persona curtida, además de en la profesión notarial, en el ejercicio de cargos políticos –y no de segundo orden- en su Comunidad de origen, y propició el desaguisado que se produjo a continuación: ante la reticencia por parte de algunos al sistema de aprobación propuesto no optó por volver al tradicional ni por mantener el nuevo con todas sus consecuencias. Organizó un embrollo monumental resolviendo la votación en el sentido de que se iba a proceder a votar, pero que no se votaban las conclusiones, sino que lo que se iba a votar era que las conclusiones leídas por el ponente eran las conclusiones que el ponente presentaba y que no eran otras las conclusiones presentadas por el ponente. Efectivamente -pensareis- como si lo hubiese propuesto Groucho, pero en serio.
Ante la estupefacción general se procedió a la votación. El resultado fue el siguiente: la mayoría votó afirmativamente –entiendo que la mayoría de asistentes eran proclives a la línea oficial del notariado y estaban dispuestos a apoyar cualquier propuesta que viniera de las instancias oficialistas-; alguno votó en contra, y unos cuantos nos abstuvimos, pero entiendo que no por causa de desacuerdo con el contenido de las conclusiones, perfectamente asumibles, sino simplemente por no participar en un esperpento, que era en lo que se había tornado la votación.

"El sábado, día de clausura del Congreso, momento de dejar claro si se aprueban las conclusiones, si ya están aprobadas o en qué situación nos encontramos. Nuevamente el moderador, con escasa autoridad, parece querer pasar por el tema como sobre ascuas y dar por ya aprobadas las conclusiones"

El mismo esquema se repitió en las dos siguientes ponencias, ya sin discusión por parte de los asistentes, pues el moderador insistió en cual era el significado que debía dársele a la votación. El resultado de las mismas fue similar al de la primera, obviamente  por las mismas razones.
De este modo llegamos al sábado por la mañana, día de clausura del Congreso, momento de dejar claro si se aprueban las conclusiones, si ya están aprobadas o en qué situación nos encontramos. Nuevamente el moderador, con escasa autoridad, parece querer pasar por el tema como sobre ascuas y dar por ya aprobadas las conclusiones.
Ese fue el momento en que Ignacio Solís, decano de Madrid, tomó la palabra para suplir la inacción del moderador y demás miembros de la mesa, y expresar con claridad que las conclusiones que se habían presentado eran perfectamente asumibles por todos, que no era de recibo darlas por aprobadas en los inciertos términos en que las votaciones se habían producido y que lo suyo era que el notariado presentase una cara uniforme al exterior y que por tanto convenía que fuesen aprobadas por unanimidad. Esta propuesta fue aceptada por aclamación o, si se prefiere, por asentimiento de todos –el ambiente era más bien tenso- y de este modo se alcanzó la unanimidad en la aprobación de las conclusiones del 10º congreso Notarial Español.
Y respondiendo a la pregunta inicial, unanimidad, en este caso, quiere decir generosidad, oportunidad y buena voluntad de unos como respuesta a un desorden organizativo, cuando no a intentos de imposición de unas conclusiones sin posibilidad de diálogo por parte de otros.