ENSXXI Nº 26
JULIO - AGOSTO 2009
Una entrevista de María Luisa lrurzun Ipiens, registradora de la propiedad
Entrevistar a mi padre supone para mí un honor que no merezco. Y me siento muy agradecida a la Dirección de la Revista por la oportunidad que me brinda de constatar el perfil profesional y humano de quien -junto a mi madre- ha sido el ejemplo a seguir durante toda mi vida.
¿Que te impulsó a hacer oposiciones? No hay antecedentes notariales en tu familia.
Se puede decir que las circunstancias. Fue decisivo el ejemplo de mis amigos y mejores alumnos del curso en la Facultad, Manuel Peña, Jesús González Pérez, Antonio Ipiens, Federico Nieto, Antonio Montes... Casi todos optaron por ser Notarios. En mi casa, donde siempre tuve fama de huraño y de insociable, creyeron que me era más conveniente un menor contacto con el público, y opté por ir a Registros, aunque luego acabara siendo Notario.
Háblanos de tus inicios en Gérgal, como Notario de pueblo.
Fue un salto sin escalas. Mil kilómetros desde Pamplona, una pequeña ciudad de alto nivel de vida, hasta Gérgal, en la provincia de Almería, uno de los pueblos más pobres de la que era, a la sazón una de las más pobres provincias españolas. Muy alto, en plena sierra de Filabres, su escasa población se asentaba rodeando la parte baja de una colina, erizada de ruinas de casas abandonadas. La poca agua de que se disponía anegó unas minas de hierro que habían sido su casi único medio de subsistencia.
"Jamás hice el menor esfuerzo por ser Notario de Bancos o grandes empresas, acaso por mi congénita autodesconfianza, así como por el temor de que me hicieran perder independencia"
El contraste fue terrible y aleccionador lo mismo en el aspecto personal que en el social. Allí me hice Notario en cuanto allí aprendí que el oficio que desempeñaba sólo consistía en entregarse a los que necesitaban de él. Recuerdo con verdadera añoranza aquellas humildes gentes, que entraban a verme asustadas de verse ante "el" Notario y a las que, poco a poco, se les veía cómo se "esponjaban", encontrándose más cómodas y tranquilas al verse tratadas con llaneza y sencillez, sin altanería, con naturalidad.
Ese cambio, ostensible, era para mí fuente de gran satisfacción. Pero sólo muchos años más tarde me di cuenta de que fue en Gérgal donde adquirí la vocación notarial, donde aprendí a ser Notario y donde comprendí cuál era el verdadero servicio que el Notario está llamado a desempeñar en la sociedad.
En poco tiempo te pusiste a preparar restringidas ¿Cuál fue el motivo?
Admito que pudo haber algo de ambición, pero el motivo esencial fue la necesidad. En aquellos tiempos (¡hablamos de hace más de medio siglo!) la vida era muy dura en pueblos como el que acabo de mencionar. Y se compadecía muy poco con el esfuerzo que la oposición había exigido. Y aunque mi segunda Notaría, Mengíbar, en Jaén, ya era otra cosa, la perspectiva de mejoría clara pasaba por hacer oposiciones entre Notarios.
Entré a formar parte de un grupo de compañeros admirables que organizaron muy bien la preparación, de modo prolongado y continuo, durante años, antes de cada convocatoria. Estas oposiciones constituyeron para mí un progreso enorme en la formación jurídica y, además, me permitieron los saltos cualitativos, a Reus primero y después a Valencia en el año 1961.
¿Qué recuerdos guardas de la época de Valencia? y ¿por qué la dejaste?
Unos recuerdos imborrables. Absolutamente imborrables. La acogida que los compañeros todos me dispensaron, siendo un absoluto desconocido, fue algo que me dejó con la boca abierta. También debe decirse que en aquellos años el Notariado de Valencia era excepcional, lo mismo en el aspecto personal que en el de la profesión o el corporativo. Y fueron todos, durante diez años. Y en la despedida. Por haber fallecido ya, sólo mencionaré tres nombres, Fernando Monet, Carmelo de Motta y Gregorio Pérez Sauquillo, de quienes cada día me acuerdo en mis oraciones. Fernando Monet, cuando fue Decano me dio entrada en la Junta en calidad de Secretario.
Dejé Valencia por razones familiares. Fue una tremenda decisión que adopté en total aislamiento. Tus abuelos maternos eran ya mayores y yo veía temblar a tu madre cada vez que sonaba el teléfono. Concursé sin decirle una palabra. Murieron muy poco después y pudimos estar a su lado.
No has sido Notario de grandes promotoras, y siempre te he visto como una especie de "Notario de familia". ¿Por qué?
En parte por decisión propia. Tuve como clientes a pequeños constructores y a modestas sociedades, pero jamás hice el menor esfuerzo por ser Notario de Bancos o grandes empresas, acaso por mi congénita autodesconfianza, así como por el temor de que me hicieran perder independencia. Por otra parte, la mayor, por la propia decisión del público, que sabe elegir a los Notarios capaces de resolverle sus grandes problemas. Mi clientela ha sido siempre modesta, de clase media. Y yo disfrutaba redactando testamentos.
Eres un hombre serio que a primera vista puede parecer adusto. Pero un empleado tuyo que, al jubilarte, fue a trabajar con otro Notario, me comentaba que su nuevo jefe ni siquiera conocía si estaba casado; y me decía que tú, en cambio sabías escuchar. ¿Que relación tenías con tus empleados?
Creo que normal, aunque siempre he procurado que primase la "potestas" muy por encima de la "autoritas". Pero acaso tal relación, haya sido un poco especial en el sentido de que en Madrid (un poco menos, en Valencia), todos los empleados con los que empecé, eran "nuevos" por completo, venían de la calle, menos uno que era auxiliar y estaba haciendo el servicio militar. Y como experto, un opositor de Notarías. Ello me permitió formarlos a mi gusto.
"Las relaciones individuales entre Notarios y Registradores me han parecido siempre admirables. En especial si se tiene en cuenta que la relación en sí misma se construye sobre un eventual y permanente conflicto entre ellos"
La relación fue y sigue siendo amistosa; y, a los dieciséis años de mi jubilación, nos reunimos todos a comer... cuando ellos, que son los que trabajan, pueden.
Hablando de empleados, recuerdo cuando interviniste en la negociación del Convenio colectivo de los empleados de Notarías, allá por el año 1983. Explica algo de aquello.
He de rectificarte, pues, fueron varios, los Convenios Colectivos a que asistí y comenzaron algunos años antes. En primer lugar, fracasaron dos Convenios que pretendían tener ámbito nacional, en los que intervine. Poco después se celebró el Convenio Colectivo entre los Notarios del Colegio de Madrid y sus empleados, en el que tuve el honor de representar a los Notarios y el de hacerlo nada menos que junto a López Contreras y al inolvidable Gómez-Martinho.
El Convenio entró en vigor en 1986 después de que el Tribunal Supremo confirmara la Sentencia de la Magistratura del Trabajo que lo había aprobado imponiendo media docena de matizaciones sin otro contenido que el aclaratorio. A mi juicio el principal mérito del acuerdo debe atribuirse a la delegación de empleados que, liderada por Ángel Bautista, tuvo el valor de rectificar a la que había sido su propia Comisión en el fracasado Nacional anterior.
Siempre has estado involucrado en asuntos colegiales y, aun ahora, procuras no faltar a ninguna conferencia, ni a tus citas de los jueves con el Servicio de Atención al Usuario ni los miércoles a la del Consejo. ¿Por qué ejerce el Notariado sobre ti una atracción tan irresistible?
Por lo que "La Codorniz" llamaba obligación de "devolver las pesetitas". Por lo que en Derecho se llama contraprestación. Debo al Notariado cuanto soy y tengo, y he de devolverle cuanto me sea posible, con mi colaboración, mis servicios, mi ayuda... hasta con mi pura asistencia para hacer número.
Por tu doble experiencia de opositor y miembro de Tribunales, ¿qué modificarías en el sistema de ingreso por oposición?
Mi experiencia en Tribunales de ingreso se reduce a una sola oportunidad. La de opositor, en cambio, es muchísimo más rica y prolongada. Pero no me atrevo a pronunciarme sobre su posible modificación. Sólo diré, en cuanto a una ya producida, que creo que el desdoblamiento del ejercicio oral, con la mejor intención que era la de humanizarlo, produjo el efecto contrario y debilitó, además, la preparación de las materias incluidas en el segundo ejercicio.
Pero antes hubo otra que a mi juicio fue radical y muy positiva. En mi época de opositor se sobrevaloraba el ejercicio oral, en tal medida que era, de hecho, el que decidía la oposición. Los ejercicios escritos apenas contaban, salvo para reordenar a los aprobados. Cambió con acierto el criterio, pensando que si hay varios ejercicios eliminatorios es porque cada uno tiene su función y su cometido, y todos son necesarios porque permiten apreciar distintos aspectos de la preparación y de la persona del opositor. Y cada uno merece valoración separada, porque al lado de la memoria y facilidad de dicción que priman en la oralidad, se han de valorar en los escritos el rigor en el razonamiento lógico-jurídico, la captación de la esencia de las instituciones, la capacidad de relacionarlas entre sí, etc.
No puedo extenderme más, pero sí hacer dos peticiones a los miembros de todo Tribunal: que recuerden siempre su situación cuando se hallaban en el otro lado de la Mesa y que den su voto de aprobado en el oral y permitan pasar a la siguiente prueba a todo opositor que, a su juicio y sin hacer comparaciones, haya demostrado conocer los temas expuestos.
¿Qué consejos darías a un opositor cuando empieza a serIo y al aprobar la oposición?
Al que comienza a preparar la oposición le digo: 1º. Que estudie para aprender el programa, no para aprobar los orales, ya que cuando aprenda el programa, tendrá aprobada la oposición entera. 2º. Que sea constante y tenaz, sin dejarse llevar de la desilusión, ni por el cansancio o por el fracaso, aunque se repita. Y 3°. Que tenga confianza en los Tribunales. Pues, aunque puedan equivocarse, su única intención, siempre, es hacer justicia.
Y al que va a tomar posesión: 1º. Que esté satisfecho de sí mismo y del esfuerzo realizado, pero que no se enorgullezca; sigue siendo el mismo que antes de aprobar. 2°. Que el ejercicio notarial consiste en ofrecer servicio y darlo con generosidad, y que hay que entregarse al público comenzando por el cliente, pero teniendo en cuenta a la contraparte, que siempre existe o puede existir. Y el Servicio tiende a la Justicia. Y 3°. Que su mayor esfuerzo consista en procurar ser buena persona.
¿Qué opinas acerca de las relaciones actuales entre Notarios y Registradores? ¿Cómo podrían mejorarse?
Admito que yo haya podido vivir en la luna toda mi carrera, pero las relaciones individuales entre Notarios y Registradores me han parecido siempre admirables. En especial si se tiene en cuenta que la relación en sí misma se construye sobre un eventual y permanente conflicto entre ellos. Para que esto se traslade a "lo institucional" basta reconocerlo así, dentro de un sistema que debe estimarse que se acerca a la perfección, desposeyéndose cada parte del amor propio y procurando enfocar las cosas desde el punto de vista "del otro". Y con buena voluntad. Puede que siga viviendo en la luna.
¿Querrías hablar de la Mutualidad Notarial?
Con mucho gusto y aún mayor brevedad. Parto de unas ideas que son incontrovertibles: la Mutualidad subsiste con su plena personalidad jurídica; tiene un patrimonio y ha de atender al cumplimiento de unos fines de previsión social que continúan existiendo aunque sean menores que los que en otro tiempo atendió, y tiene unos mutualistas que fueron los aportantes de ese patrimonio y hoy son sus acreedores en el cumplimiento de aquellos fines.
Los cambios sufridos han desdibujado y difuminado su forma de ser persona y han vaciado de contenido, casi por completo, a un Estatuto que no ha sido derogado y el propio Reglamento Notarial reformado, aplica.
Urge reestructurar su personalidad a través de la transformación que se estime adecuada y de la redacción del Estatuto que regule su vida y su actividad. Y ello es competencia del Ministerio de Justicia. Pero es evidente que no podemos esperar que actúe de oficio y que es a los órganos mutuales a quienes corresponde proponer las reformas oportunas. Pero si se siguen limitando a lamentar y a esperar "reformas que no llegan", serán las Asociaciones de Mutualistas y de jubilados las que habrán de dirigirse a la Administración para elevarle aquellas peticiones.
A lo largo de tu vida sólo he sabido de dos aportaciones tuyas al Derecho, dos conferencias. ¿Cómo, transcurridos ya muchos años de silenciosa jubilación, comenzaste en el 2006 a publicar trabajos, comenzando por uno sobre el Registro de la Propiedad?
No te puedo contestar, y no es descortesía. Pero es que no lo sé. Sencillamente, yo tampoco me lo explico (sobre todo después de trece años de disfrute de esa que llamas "silenciosa jubilación").