ENSXXI Nº 28
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2009
LOS LIBROS
JOSE ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ
Decano honorario
Cuando en 1789 los franceses asaltaban la Bastilla e iniciaban una Revolución que iba a transformar sustancialmente las coordenadas sociopolíticas de los europeos, en el Castillo del Conde de Waldstein un italiano de ascendencia española, decrépito, cincuentón y vencido, iniciaba bajo el título Histoire de ma vie la redacción de un sorprendente libro de memorias que constituye un documento clave para conocer las costumbres de corte y alcoba, a veces sobre cliché de comedia de galanteo y enredo, del régimen, ancien regime, que aquel año empezaba a derrumbarse.
Pero no es el único mérito de esta historia ser un documento cardinal del costumbrismo, sobre todo en la esfera privada incluso íntima, de la sociedad del siglo de las luces. También tiene altos méritos literarios. La obra no está escrita en la lengua natal del autor, el italiano, está escrita en francés, lengua usual entonces sobre todo entre la diplomacia y la nobleza. Y está escrita en una prosa ágil, directa, chispeante. Es un relato oralizado que zarandea los verbos cargado de rigor e inmediatez dice el traductor. Una prosa fluida, espontánea y penetrante que hace más cercano el relato y más sugerente la aventura. Y con un lenguaje y sintaxis cultos que delatan el dominio que el escritor tenía de la cultura grecorromana y su peculiar inclinación por la poética latina, Horacio, Juvenal, Virgilio o Marcial e italiana, Petrarca y Tasso especialmente, con cuyos versos salpica certeramente sus reflexiones, subiéndolas a un nivel de autoridad superior al que alcanzaría una narración desnuda. No en vano el autor había alternado el estudio de la geometría y la lógica aristotélica, con el de la música y la cosmografía, y sobre todo había cursado la abogacía eclesiástica y civil en la Universidad de Padua, donde se doctoró utroque iure (aunque las actas de aquel año han desaparecido), y había sido tonsurado por el Patriarca de Venecia.
"No es el único mérito de esta historia ser un documento cardinal del costumbrismo, sobre todo en la esfera privada incluso íntima, de la sociedad del siglo de las luces. También tiene altos méritos literarios"
Más de 20 años desde la muerte del autor tardaron en editarse esas memorias, y se editaron casi al tiempo en alemán y en francés, siempre en doce volúmenes y siempre expurgadas conforme a la moral social de la época, y esta pauta de la censura fue seguida ciegamente por las casi quinientas ediciones que se publicaron después. Solamente en 1960 los editores Blockhaus-Plon acudieron al manuscrito original e hicieron una edición que respeta íntegramente el texto, incluso la ortografía y puntuación del autor, sin que el pasaje más escabroso del original, aun siendo detallista, pueda en este siglo sorprender a un lector convencional por lo velado de las alusiones y la ausencia de lenguaje soez. En castellano hemos tenido que esperar casi cincuenta años más para tener la edición íntegra de estas memorias. Bien es verdad que ha merecido la pena esperar. La edición de Atalanta (noviembre 2009) incluye los seis volúmenes del original en dos tomos muy cuidados, con un prólogo y traducción excelentes, con una bibliografía y un índice onomástico muy documentados, y con unas anotaciones a pie de página que despejan certeramente cualquier duda que pueda asaltar a los lectores.
El autor, que había terminado como bibliotecario del castillo, era nada más y nada menos que el famoso seductor y denostado aventurero Giacomo Casanova descendiente de un tatarabuelo aragonés llamado como él Jacobo Casanova, que a fines del siglo XV raptó de un convento a Ana Palafox y huyó con ella a Roma donde se casaron una vez que obtuvieron del Papa Martin III la correspondiente dispensa de votos.
El de bibliotecario de uno de sus escasos admiradores, el conde Waldstein, fue el último oficio de este simpático truhán. Antes había ejercido muchos más. Leguleyo, clérigo, predicador, libelista, militar, violinista, prestidigitador, jugador, lotero, seminarista, espía, masón, cabalista, duelista, fugitivo de la justicia, presidiario, Casanova recorrió todo el repertorio de oficios de la picaresca internacional. Su profesión en realidad fue vivir libremente, ejercer la libertad a conciencia (el hombre es libre pero no lo es si no cree serlo, escribe) y su destino dejarse llevar a donde el viento reinante le empujaba. Sus modales refinados, su aire cosmopolita y su decir brillante e ingenioso bastaban para franquear las puertas más reservadas de círculos y palacios. Nunca hubo en las cortes europeas hombre tan gallardo, simpático y arrogante. Se relacionó con reyes, Federico II de Prusia y Catalina II de Rusia entre otros. Y Luís XV para quien buscó doncellas. Departió con príncipes y plenipotenciarios como nuestro Conde de Aranda y se codeó con la élite europea, pero también con porteros, mendigos y rameras. Viajó por toda Europa desde Constantinopla a Madrid y desde Nápoles a San Petersburgo. En todas partes era recibido aunque de muchas era luego expulsado. Siempre viajando, cruza fronteras, casi siempre perseguido cuando no encarcelado. Un combinado de vitalidad y encanto, generosidad y audacia le hacían irresistible. Su único objetivo, obsesivo por añadidura, era la seducción, una seducción que alcanzó niveles míticos y se propagó en episodios de leyenda que en estas memorias narra con indecente aunque delicada meticulosidad. Y cuando aquel vigor exultante le abandonó, acabó su vida como bibliotecario en el castillo de Dux, hoy Duchov en Chequia, olvidado de todos y acariciando con sus dedos la contestación, por fin, a su enésima carta al dogo veneciano pidiéndole perdón para poder morir en su patria, Venecia, donde había estado varias veces encarcelado y de donde otras tantas había sido expulsado. No le dio tiempo.
"Don Juan era en la formulación de Tirso un 'burlador'. Pero diseñado en las coordenadas de la Contrarreforma su prototipo adquiere una hondura y densidad superiores a la banal superficialidad del amador veneciano"
No cubren, como es sabido, estas memorias toda la vida del protagonista, aunque probablemente sí todas sus aventuras galantes. El proyecto del autor anunciado en el título, Historia de mi vida hasta el año 1797 –murió un año después, en 1798-- se interrumpe bruscamente sin explicación alguna en 1774. Falta la historia de sus ventitrés últimos años, años terribles de decrepitud y derrota, de condenas como la del dogo veneciano, de expulsión de cortes y palacios, de olvidos y huidas bochornosas, de súplicas de perdón humillantes… Tal vez el Casanova vitalista no quiso o le fue imposible abordar tanta miseria y decadencia. No importa. No es el Casanova derrotado el que consagró el estereotipo que ha concitado la atención de los estudiosos y la admiración de un nutrido club internacional de fans que han seguido el rastro de la vida de este personaje contrastando al tiempo la verosimilitud de su narración. Esculpido queda el prototipo de un seductor libertino, galante, vividor, simpático y generoso, es decir irresistible, que ha sido calificado con aplauso como el anti-don Juan, el inhóspito don Juan como le calificó Stephen Zweig y se ha repetido acríticamente de forma clientelar. Al personaje frustrado, vengativo, cargado de remordimientos y atriciones que creó nuestra idiosincrasia y formuló Tirso de Molina, se contrapone ventajosamente ahora la energía vital y la atracción irresistible de un seductor, libertino pero cortesano, falsario pero tierno y atento, un calavera que ataca a sus presas con gracia y dulzura arrebatadoras, y que respeta y venera a las mujeres que pretende, que las ayuda y crea con ellas complicidad, convirtiéndose a la postre en amigo y protector de sus conquistas. Sólo hice, escribe, lo que y cuando ellas lo estaban esperando.
"Su único objetivo, obsesivo por añadidura, era la seducción, una seducción que alcanzó niveles míticos y se propagó en episodios de leyenda que en estas memorias narra con indecente aunque delicada meticulosidad"
Son dos estereotipos opuestos, aunque resulte paradójico que Casanova colaborara con Da Ponte en el libreto del Don Giovanni de Mozart. Vitalista, audaz, calavera, sensual, generoso y divertido, seductor irresistible uno. Trágico, hijo de la contrarreforma, cargado de rémoras tridentinas, misógino y frustrado en el análisis de Marañón, acosa a sus presas a cualquier precio dejándolas con el peso del pecado y la amargura del engaño. Don Juan era en la formulación de Tirso un “burlador”, el burlador de Sevilla. Pero diseñado en las coordenadas de la Contrarreforma, bajo el peso del pecado y la tragedia del arrepentimiento y la escatología, su prototipo adquiere una hondura y densidad superiores a la banal superficialidad del amador veneciano.