ENSXXI Nº 3
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2005
Francisco Núñez Lagos, notario, hijo de notario y padre de notario es un prototipo servidor de la fé pública. Él y su hermano Rafael, dos facetas diferentes aunque complementarias de la misma estampa, han emparejado la fé pública y la denominación Nuñez Lagos en la más alta categoría de calidad.
Francisco Núñez Lagos, tal vez por ósmosis de los enriquecedores análisis que su hermano Rafael hizo de Rolandino y los glosadores, podría ser el paradigma del notario según era definido en la Bolonia medieval, que como decía Salatiel solo reconocía como notario a quien en el orden técnico conocía todas las subtilidades del derecho para poner por escrito notable y fielmente aquello sobre lo cual se recurra a su garantía y en el orden humano ponía antes en el corazón que en la boca cada cosa que vaya a escribir, prius teneat in corde quam in ore. Sobre estas bases su concepción del Notariado no ofrecía quiebras ni admitía fisuras, y en su etapa como rector del Notariado supo adoptar con decisión y firmeza, a veces incluso con dolor, las medidas que consideró necesarias para mantener ante todo la racionalidad y utilidad social de la institución.
Francisco Núñez Lagos es portador de un intelecto clarividente y de tan férrea estructuración que es capaz de clasificar de forma simple y natural en categoremas metódicos las doctrinas más espinosas, los asuntos más enrevesados o las reglamentaciones más enmarañadas. Ahí están sus trabajos sobre inversiones extranjeras que redujeron a esquemas inteligibles y a una estructura piramidal las múltiples disposiciones de distinto rango y contenido que habían ido parcheando en diferentes direcciones materia tan árida y contingente, y sobre todo sus magníficos trabajos en materia urbanística que también redujeron a categorías lógicas la variopinta, sectorial y embrollada producción legislativa desarrollada en incontables disposiciones, ordenanzas y convenios en gran parte redactados por técnicos y políticos a espaldas de la lógica jurídica en que consistía el Urbanismo de la época , y que todavía por cierto no se ha sabido superar.
Francisco Núñez Lagos, portador de una mente poderosa y ordenada fue capaz de poner método donde los políticos, a fuer de oportunistas, parecían empeñados en excluirlo, y de encontrar racionalidad donde solo había trazos ilógicos e irracionales de voluntarismo de gestión. Pocas mentes han conseguido dominar hechos jurídicos rebeldes al orden y al método como él lo sabe hacer. Lástima que no siga prodigando su perspicacia y su lucidez sobre el en ocasiones indescifrable fárrago legislativo actual en algunas materias.
Desde estas páginas rindo como un alumno más un homenaje de reconocimiento y admiración a quien considero uno de los más insignes maestros del Notariado.