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ENSXXI Nº 38
JULIO - AGOSTO 2011

XI El golfo

Ante todo, es menester aclarar que no nos referimos al golfo como pillo, pícaro, holgazán o deshonesto, pues no está en nuestro propósito enturbiar la decencia de esta, nuestra revista, que generosamente nos acoge, sino a su acepción geográfica, como parte de mar que, entre dos cabos se adentra en la tierra y, concretamente, al golfo Pérsico, al que otrora fueron enviados contingentes de nuestras fuerzas armadas con un objetivo en el que parecía haber una cierta discordancia entre su aireada justificación y la realidad de su presencia en aquel conflicto.
Lo cierto es que la decisión de mandar bravos soldados de nuestro ejército con una misión no bien definida ocasionó cierta agitación reiteradamente criticada y sobre todo una lógica preocupación especialmente entre los familiares de los expedicionarios a los que, sin duda, se les exponía a los peligros de aquel avispero bélico.
Consideramos que podíamos aprovecharnos de esta lógica inquietud para nuestra anual inocentada y allá fuimos. A tal fin confeccionamos una comunicación a nuestros presuntos cándidos en los que se les asignaba el honroso trabajo de desplazarse al golfo Pérsico para atender a los asunto y necesidades de nuestros circunstanciales clientes que pudieran satisfacerse mediante el otorgamiento de documentos notariales. En alguna ocasión enviamos una escueta nota de tal destino, especialmente a los novatos, aunque en otras, para los más reticentes, que los había, la ilustramos con datos como añadir  que, atendiendo la solicitud del Ministerio de Defensa, el Decanato había encomendado a varios colegas la citada misión que duraría unas cuatro semanas, el desplazamiento se haría en aviones militares, los documentos podrían extenderse en papel común, se llevarían en protocolo separado que se traería sus respectivos despachos, la actuación notarial sería gratuita, sin perjuicio de cobrar los emolumentos, con sus oportunos pluses de campaña, correspondientes al empleo de teniente coronel, cuyos distintivos, dos estrellas de ocho puntas y el emblema del cuerpo Jurídico militar, ostentarían; los alojamientos estarían en lugares correspondiente a su temporal graduación, etc. etc.. Y claro, el garabato firma del Decano que, por cierto, no nos preocupamos de que se pareciera al de otros años, fallo que, afortunadamente nadie nos reprochó...
Las consecuencias fueron las esperadas, es decir una inmediata llamada a aquellas personas, especialmente militares de alta graduación, por si podían abortar el destino a tan peligrosa tarea. Una gentil y prestigiosa compañera, de rutilante estela profesional, prorrumpió en lacrimoso llanto considerando que era injusto que una mujer cubriera tal misión aprovechándose, y quizá para dar ejemplo, de la corriente y pujante tendencia política de la igualdad de sexos. Otra agraciada y simpática colega, tras encomendar su exclusión del cometido a un pariente o amigo influyente, se tranquilizó el  cuando este le aseguró que "tu no vas, serénate porque seguro que no vas y yo ya sé con quien hablar". Sabemos de alguno que hasta estaba moderadamente entusiasmado con la excursión, consciente de que no se requeriría su presencia en primera línea, sino en la confortable retaguardia. Otro buen amigo, conocido por su elegancia, siempre "a la última2, pensaba si casarse a la vuelta ataviado con su uniforme de gala, gallardamente ganado, desde luego, y con alguna condecoración que seguramente caería.
En las tertulias notariales se comentó la noticia sin reparar que nuestro venerable Código Civil ya prevé el testamento militar, aunque, claro, no era extensible a otros documentos; y se estimó que lo procedente hubiera sido un sorteo o solicitar voluntarios, que muy posiblemente los habría; en su defecto, parecía procedente designar a los más jóvenes y solteros, aunque esto implicara un castigo al celibato, un tanto anticonstitucional... y sobre todo, la recluta ¿afectaba solo al Colegio de Madrid o se extendía a los demás de toda España?. Los eternos suspicaces sospechaban que "algunos, cuyos nombres nos callamos" estarían exentos, como de costumbre, de esta aventura del viaje al Oriente Medio. Había que enterarse... Y era unánime la opinión de que había que descartar a los más provectos próximos a su jubilación, naturalmente, así como a todos aquellos que invocaran una causa justificada. Y claro, el recurso de amparo (o el que fuera) ante el Tribunal Constitucional, estaba en el subconsciente.
Como siempre, el transcurso del tiempo fue apaciguando las inquietudes y sobre todo la certeza de que todo era una inocentada. Pero, desde luego, se coincidía con nuestro Gracián en que no todos podemos ser héroes, puesto que alguien tiene que apartarse a un lado para aclamarlos... Y para esto sí que había voluntarios.

 

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