ENSXXI Nº 38
JULIO - AGOSTO 2011
- Detalles
- Escrito por JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ::Presidente de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI
- Categoría: Revista 38 , Panorama , Los Libros
- Publicado: 06 Julio 2011
LOS LIBROS por JOSÉ ARISTÓNICO SÁNCHEZ
LA WEIMAR CULTURAL
El pozo negro en que desembocó la República de Weimar se ha convertido en un estigma de condena que ha obscurecido los logros de uno de los periodos de florecimiento cultural más prodigiosos de Occidente. Desde su nacimiento a finales de 1918 con la marcha al exilio del emperador derrotado hasta su muerte en enero de 1933 con la designación de Hitler como Canciller, pasaron solo catorce años. Pero fueron catorce años de libertad. Una libertad estrenada que los alemanes de Weimar apuraron hasta el límite. Fueron catorce años de una tensión política feroz agitada tanto por los freikorps de la derecha como por los espartaquistas (marxistas) de la izquierda, que no dudaron en recurrir a los disturbios gratuitos y a la violencia sin freno, basten como ejemplo los asesinatos en circunstancias repugnantes de Rosa Luxemburgo o del primer ministro bávaro, Kurt Eisner, para desestabilizarla. Pero fueron también los dorados años veinte, catorce años de una explosión artística, científica y cultural solo comparables a la Atenas del siglo V o a la Florencia del trecento.
"Fueron solo catorce años truncados de golpe con la llegada de los nazis al poder, lo que provocó un exilio masivo de talento, la mayor oleada de talento artístico e intelectual exilado de la historia: Albert Einstein, Thomas Mann, Bertold Brecht, Walter Gropius"
No fue fruto de un día. Era la primera vez que Alemania disfrutaba de plena libertad y la República fue el catalizador que liberó todas las tensiones de artistas, científicos y filósofos que fructificaron en las mejores realizaciones mundiales en el terrero de la filosofía, la medicina, la arquitectura, el cine, la novela, el teatro, la danza, la pintura o la música. Fueron catorce años de vértigo cultural y artístico, catorce años de exuberante creatividad y decidido experimentalismo. Pero fueron solo catorce años truncados de golpe con la llegada de los nazis al poder, lo que provocó un exilio masivo de talento, la mayor oleada de talento artístico e intelectual exilado de la historia: Albert Einstein, Thomas Mann, Bertold Brecht, Walter Gropius, Georges Grosz, Vasily Kandinsky, Max Reinhart, Bruno Walter, Max Beckmann, Werner Jaeger, Wolfgang Kohler, Paul Tillisch o E. Cassirer son un ejemplo de la talla de los emigrados, y no siempre por tener ascendencia judía, pues el arquitecto Walter Gropius, el dramaturgo Bertold Brecht, el teólogo Paul Tillish o el pintor E.Kirschner no lo eran.
Y por si no era bastante en Alemania quedaron conviviendo con los nazis otro elenco incomparable de figuras señeras en todas las disciplinas del saber y de la creación artística. Paul Klee, Kandinsky y Kirchner en pintura, Martín Heidegger y Spengler en filosofía, Rainer Maria Rilke y Stefan George en poesía; en música nada menos que Schönberg, Leos Janaceck, Otto Klemperer, Furtwangler, Alban Berg y Erich Kleiber, en literatura Thomas Mann, Hermann Hesse, Hauptmann, Hofmannsthal o Stephan Zweig, en cine Fritz Lang, y tantos otros como L. Marchese, H. Arendt, F. Meinecke o Nolde etc. que por ramas y en conjunto apabullaban transmitiendo a una Europa deslumbrada la sensación de que Weimar había conseguido la monopolización de la cultura occidental.
"Por ramas y en conjunto apabullaban transmitiendo a una Europa deslumbrada la sensación de que Weimar había conseguido la monopolización de la cultura occidental"
Historia tan fascinante necesariamente tenía que originar una brillante bibliografía, y así ha sido. Incluso August Winkler y Hans Mommsen le han dedicado obras voluminosas especialmente centradas en la vida política de la República que como ya se dijo, fue convulsa y de una energía desbordada. Pero permítaseme de entre todas destacar una pequeña obra editada por primera vez en lengua inglesa en 1968, escrita por una historiador judío, nacido en Berlín en 1923 que huyó de la Alemania nazi en 1939 después de ser testigo de la Noche de los Cristales Rotos, y emigró a Estados Unidos donde cambió su nombre original Peter Joaquin Frohlich, por el de Peter Gay, nombre con el que es conocido y con el que firma toda su obra.
El deshonor con que la barbarie nazi salpicaba sistemáticamente todo lo relacionado con la Alemania de este periodo, hizo que esta pequeña obra, Weimar Culture, que para la historia de la cultura es tenida como un hito, sufriera cierta dejación. El año 2001 la editorial anglosajona Norton la rescató y volvió a publicarla, y sobre esta versión acaba de aparecer una traducción al español bajo el título La cultura de Weimar. (Una de las épocas más espléndidas de la cultura europea del siglo XX) (PAIDOS contextos, 2011). Nadie mejor que Gay, testigo ocular primero que mantuvo además vivo el contacto con muchos de los protagonistas, e historiador profesional después y profesor en las Universidades de Columbia y Yale, para descubrirnos las claves de este efímero pero fascinante periodo de catorce años de la Republica de Weimar.
"El propósito de Gay no era hacer historia, sino conducir al lector a través de un análisis sagaz de las realizaciones culturales de Weimar al encuentro de las claves que deciden el destino de una época culturalmente legendaria"
Aunque la obra centra sus focos en el aspecto cultural, no falta --no podía faltar-- una interpretación política de la efímera vida o si se prefiere del fracaso de este republica. Para Gay una República instalada en clave idealista y no al azar en la patria de Goethe y nacida de la revolución que subsiguió a una derrota militar estruendosa, arrastraba en sus genes un trauma tan grave que no podía ser capaz de ganarse la lealtad incondicional de todos los ciudadanos, y en una desafección a la baja no logró ni siquiera la de sus propios beneficiarios. La República, bajo la bandera del polimórfico expresionismo que podría simbolizarla, nació bajo el signo de la rebelión contra todas las formas establecidas; los epígonos de Weimar, que partían de la decepción de la derrota y sintieron la quiebra de todo aquello en que habían confiado, iniciaron un asalto devastador contra todo lo conocido; defraudados por la pavorosa realidad de una capitulación humillante eran rebeldes con causa destructiva, les guiaba un ansia insaciable de experimentación revolucionaria y un fervor místico de renovación total. Fue la revolución contra la tiranía del padre, contra el imperio, contra el militarismo; en un clima candente de rivalidad creativa que parecía inagotable, buscaban una visión nueva de un mundo nuevo.
Pero fueron solo catorce años, casi un espejismo. El aumento del paro a partir de la depresión mundial del 29 y la decadencia de la clase media, --aparte otras causas que no es momento de analizar-- fueron dejando al descubierto los síntomas insidiosos de una república traumática cercana al escepticismo y la desesperación y rayana en el cinismo, que incrementaban inexorablemente votos de los nazis quienes, en un repudio tanto del autoritarismo del imperio muerto como del racionalismo democrático de una república políticamente moribunda, atrajeron a una juventud intoxicada que pedía un führer que encauzara sus energías y los redujera a la voluptuosa pasividad de la obediencia total; querían entrar en acción, cualquier tipo de acción, brutal, a veces imbuida de conceptos de pureza racial y simple odio por los marginales y de desesperanza en el futuro. Era, en la interpretación de Gay, la venganza del padre y la vuelta a un autoritarismo de corte totalitario y además, tras la experiencia vivida, nihilista e irracional. Los hombres de Weimar, los rebeldes, se dispersaron llevándose el espíritu de Weimar al esopismo de la emigración interna, a la muerte en los campos de exterminio, o al suicidio; algunos, por suerte, lo hicieron llegar vivo a laboratorios, hospitales, universidades o teatros del mundo entero.
"Hammerstein o el tesón: permite colegir la posición de la cúpula militar durante la República de Weimar y sus reacciones ante la ascensión del nazismo"
Pero no es la visión política lo que interesa de este libro, aunque está completado por cierto con un Apéndice que contiene una breve historia política de la República de Weimar, aparte otro con una espléndida bibliografía y un índice onomástico de gran utilidad. El propósito de Gay no era hacer historia, sino conducir al lector a través de un análisis sagaz de las realizaciones culturales de Weimar al encuentro de las claves que deciden el destino de una época culturalmente legendaria. No es la política la que marca el paso, son los intelectuales los que intuyendo y mostrando en sus obras las vicisitudes de la evolución social de una época. Georges, Rilke y la Alemania secreta, El gabinete del Dr. Caligari, un film que fue mucho mas que un simple y extraño guión con innovaciones de luminotecnia, Ser y tiempo obra con la que Heidegger cometió el pecado de conferir seriedad filosófica y respetabilidad profesoral al noviazgo con la irracionalidad y la muerte, Walter Gropius y su Bauhaus con su proclama de vuelta al artesanado para crear una nueva civilización, La montaña mágica novela simbólica con dialéctica musical en la que el sanatorio es un simulacro de la civilización europea, podrida, harta de la paz, dispuesta a la danza de la muerte; el soldado ignorante humillado por sus superiores que acaba matando y suicidándose de la ópera Wozzeck, y otras que es menester descubrir en la obra, son algunas de las claves de una época que brilló fulgurantemente como pocas pero que a la postre estalló, desde luego por causas ajenas al movimiento cultural de Weimar, en una de las mayores tragedias de nuestra civilización.
En el aire deja Gay la posición del ejército profesional imperial derrotado, integrado como es sabido por miembros de las familias aristócratas alemanas, partícipes de un confuso idealismo militarista y resistentes al arte nuevo y a las ciencias sociales, que no se distinguió en la defensa de una republica a cuyo nacimiento eran contrarios, es cierto, pero tampoco hubo a su juicio un acercamiento incondicional de esta clase social al partido nazi. Sobre este punto Hans Magnus Enzensberguer, poeta, escritor y ensayista, y casualmente también Premio Príncipe de Asturias de Humanidades 2002, ha escrito una sugerente biografía del que fue jefe del ejército alemán. Hammerstein o el tesón (Anagrama, 2011) que no me resisto a citar porque permite colegir la posición de la cúpula militar durante la República de Weimar y sus reacciones ante la ascensión del nazismo. Hammerstein resistió todas las presiones y dimitió de su cargo de Jefe del Alto Mando en 1933 cuando conoció los planes de Hitler. La biografía, muy amena, está escrita con la técnica del collage, un habilidoso encaje de cartas, entrevistas, citas y narración que nos descubren acontecimientos desconocidos de las relaciones Berlín-Moscú de aquellos años y nos ofrece motivos sobrados de reflexión sobre la decadencia de su clase social, la nobleza militar alemana, y sus inquietudes ante el avance de los nazis.
NOVELA DE JURISTA
Sorprende que un profesional de la abogacía sea capaz de novelar introduciendo en la trama, sin que ésta se resienta ni en intensidad ni en ritmo, peripecias y argucias legales para contarnos una historia que en realidad son dos, hábilmente entrecruzadas, la historia de un emigrante perseguido, que en 1885 embarca en Santander rumbo a las Américas, en concreto a Méjico, y la de un abogado que en la época actual ha de desentrañar un manuscrito que su padre guardaba en la caja fuerte y le entrega antes de morir.
"Es una narración entretenida, llena de peripecias y lances, una novela histórica y de costumbres enmarcada esencialmente en dos escenarios históricos atractivos como son el Méjico prerrevolucionario y la Barcelona de principios del siglo XX"
Es el caso de Pedro L. Yúfera, decano del Colegio de Abogados de Barcelona y profesor de Derecho civil, con su novela El milagro de las abejas (Ediciones Destino, 2010). Es una narración entretenida, llena de peripecias y lances, una novela histórica y de costumbres pero que también participa del melodrama y la novela de aventuras, enmarcada esencialmente en dos escenarios históricos atractivos como son el Méjico prerrevolucionario y la Barcelona de principios del siglo XX que el autor parece conocer bien y además haberse documentado debidamente. La obra, diestra en la introducción de personajes, de correcta y fácil lectura, es una síntesis de historias paralelas y géneros literarios que mantiene en todo su recorrido, que no es breve, el interés y la cadencia narrativa. Un consejo: al enfrentarse a ella hay que ser precavido, su trepidante ritmo no facilita al lector interrumpir su lectura.