ENSXXI Nº 41
ENERO - FEBRERO 2012
JOAQUÍN ESTEFANÍA
Economista y periodista. Acaba de publicar el libro La economía del miedo (editorial Galaxia Gutenberg).
La Gran Recesión dura ya cuatro años y medio y no hay visos de final. Las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) la extienden, por lo menos, al año actual y a 2013. Según los datos que proporcionan los economistas Carmen Reinhard y Kenneth Rogoff en el libro de referencia Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera (Fondo de Cultura Económica) ya es la segunda crisis económica más larga de la historia económica contemporánea, exceptuando la Gran Depresión de los años treinta. Desde que aquel 17 de julio de 2007 el quinto banco de inversión de EEUU, Bearn Stearns, anunciaba la valoración cero de dos de sus fondos de alto riesgo que habían invertido grandes cantidades en las hipotecas locas, hasta hoy hemos pasado por distintas etapas de sufrimiento, a cada cual más dañina.
La crisis comenzaba con un gigantesco esquema Ponzi: ¿cómo llamar si no a un proceso por el que a un trabajador que ganaba tan sólo 20.000 dólares al año se le concedía una hipoteca sin una señal y sin tener que pagar nada durante los dos primeros años de la misma, para que comprase una casa de 300.000 dólares, y luego juntar esa hipoteca con otras cien en bonos a los que las agencias de calificación de riesgos concedían la valoración más alta (triple A), para vendérselos a bancos y fondos de pensiones de todo el mundo? Crisis hipotecaria, incremento del precio de las materias primas y del petróleo, falta de liquidez y solvencia de los bancos, hundimiento de la economía real con la multiplicación del desempleo y el empobrecimiento de las clases medias, explosión de la deuda soberana europea ... sin que la aparente superación de cada una de ellas haya significado que sus problemas se han resuelto sino que han pasado a segundo orden ante la emergencia de otro más urgente.
"Crisis hipotecaria, incremento del precio de las materias primas y del petróleo, falta de liquidez y solvencia de los bancos, hundimiento de la economía real con la multiplicación del desempleo y el empobrecimiento de las clases medias, explosión de la deuda soberana europea"
Si hubiese que poner mojones a esta crisis, el primero sería la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 (la única vez que las autoridades han aplicado su máxima favorita de que cada palo aguante su vela y han dejado caer a una gran entidad financiera, causando el pánico de los mercados). El segundo hito sería la mayor estafa financiera de la globalización causada por un sólo hombre, Bernard Madoff, que se entregaba a la justicia en diciembre de 2008, reconociendo un quebranto de 65.000 millones de dólares a través de otro esquema Ponzi cuyo engaño había durado varias décadas. El esquema era parecido, por ejemplo, al siguiente: una persona poseía un inmueble por valor de 15 millones de dólares; lo hipotecaba por 10 millones a un tipo de interés del 4% y los gastos de mantenimiento de esa hipoteca eran de 400.000 dólares anuales. Si invertía estos 10 millones obtenidos de la hipoteca con Madoff, éste le aseguraba un beneficio de, por ejemplo, el 12% independientemente de las condiciones del mercado. La diferencia de ocho puntos entre los gastos de mantenimiento y los beneficios suponía 800.000 dólares anuales. El plan era perfecto siempre que continuaran entrando inversores codiciosos en la bicicleta de Madoff. Pero ésta se detuvo. Bernie Madoff no era un outsider de las finanzas sino "uno de los nuestros", era perseguido por algunos de los principales inversores del mundo para que gobernase sus finanzas personales. El tercer y último mojón de la historia, por ahora, es la intervención de Grecia a principios de mayo del año pasado, seguida por Irlanda y Portugal, y los problemas con la deuda soberana de casi todos los países del Eurogrupo.
"Un siglo después hemos regresado, como en un irónico bucle, a la dialéctica entre democracia y mercado. Sabíamos que podía haber capitalismo sin democracia (la España de Franco, el Chile de Pinochet, la China postMao ...) pero no al revés"
Conviene regresar a los compromisos que se asumieron en cada una de las etapas de la crisis. Por ejemplo, al documento titulado "Nosotros los líderes", que salió de la primera cumbre del G-20 en Washington, en 2008, convocada bajo la máxima de Sarkozy: "Deberíamos replantear el sistema financiero desde cero, como en Bretón Woods". Su lectura produce melancolía. Las ansias reformistas, estimuladas por la necesidad de salir del hoyo, han desaparecido del mapa. No ha habido intentos, ni siquiera retóricos, de refundación del capitalismo sino el reconocimiento de una derrota muy poco democrática: la política iba a reformar los mercados y son ellos los que han reformado a la política.
Un siglo después hemos regresado, como en un irónico bucle, a la dialéctica entre democracia y mercado. Sabíamos que podía haber capitalismo sin democracia (la España de Franco, el Chile de Pinochet, la China postMao ...) pero no al revés. Y sin embargo, en estos tiempos se genera una descompensación notable: la democracia avanza a sorbos, muy lentamente, pero pierde en calidad y en participación pública mientras el capitalismo es el único sistema socioeconómico realmente existente, y va acompañado de ausencia de frenos, abusos, escándalos y complicidades espurias con el poder político. Vivimos en un mundo deforme, cuyo cuerpo tiene un brazo derecho, el económico, mucho más vigoroso que el izquierdo, el político.
Hace 70 años, el economista austriaco Joseph Schumpeter -uno de los más influyentes del siglo XX, junto a Keynes- publicó un libro capital para la economía y la sociología: Capitalismo, socialismo y democracia. Tantas décadas después, la emergencia de la Gran Recesión le ha dado otra oportunidad. El dúo democracia y mercado ha entrado en dificultades mayores. La economía y la sociedad se están confrontando en una tensión entre dos principios: el individualismo y la desigualdad por una parte, y el espacio público y la tendencia a la igualdad por la otra. Aunque la jerarquía de valores exija que en última instancia el principio económico esté subordinado a la democracia y no al revés, esto es lo que se ha desequilibrado en los últimos tiempos y lo que explica que se haya producido un retroceso "pacífico" de la última, en palabras de economista francés Jean-Paul Fitoussi.