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ENSXXI Nº 43
MAYO - JUNIO 2012

LOS LIBROS por JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ

No es la primera vez que Sándor Márai, tal vez el mejor narrador de la brillante generación de escritores centroeuropeos de la primera mitad del siglo pasado, se asoma a estas páginas. La pequeña joya literaria "El último encuentro" y el primer libro de Memorias "Confesiones de un burgués" merecieron puesto de honor entre los éxitos literarios más recientes, y a ellos han seguido en forma de goteo una serie de novelas cuya aparición se cuenta por éxitos. Sándor Márai nació en el antiguo reino de Hungría (hoy Eslovaquia) de una familia de origen sajón y aunque empezó escribiendo en alemán y su periplo profesional y humano se centró en Francfurt, Weimar y Leipzig, las tres ciudades de Goethe cuyo genio parecía acompañarle como una sombra, terminó adoptando su lengua materna, el húngaro para escribir sus grandes novelas que en la década de los años 30 le dieron un prestigio sólo comparable al de Zweig o Thomas Mann. Rebelde y profundamente antifascista, se declara burgués por su manera de vivir y su actitud interior, pero no se siente bien en compañía de burgueses, lo que le hace vivir en una especie de anarquía que considera inmoral por su falta de raíces en una clase social en vías de extinción. Márai forma parte de una generación que deseaba celebrar el triunfo de la razón sobre los instintos y a pesar de todo creía que la resistencia de la inteligencia y del espíritu serían capaces de detener el avance de las hordas ansiosas de sangre y muerte. Se refería a los totalitarismos amenazantes, fascismo y comunismo, ambos entonces en plena ebullición, que son los puntos de referencia de la liberación que narra. Porque Márai sufrió y fue perseguido por los nazis durante la ocupación de Hungría en 1941 aunque su inmensa fama le libró de las peores represalias, pero fue la subsiguiente ocupación soviética en 1945, la que se presumía liberación del yugo nazi, la que le hizo sufrir la peor de las represiones. Su obra fue prohibida por burguesa y Márai tuvo que huir a EE.UU. donde terminó suicidándose en San Diego en 1989, pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín, lo que le impidió revivir el segundo y clamoroso triunfo de su prosa cuando fue redescubierta a fines del siglo pasado y vuelto a entronizar, ahora de forma póstuma, como uno de los escritores más importantes de la literaria centroeuropea del siglo XX.

"El libro es una crónica negra y realista de la estancia de los refugiados en unos sótanos y refugios lóbregos donde flota un espeso, acre y rancio tufo a humanidad"

El mes pasado ha aparecido en España otra pequeña joya literaria suya, Liberación (Ed. Salamandra, Barcelona, abril 2012) escrita entre julio y septiembre de 1945, pocos meses después de la entrada en Budapest del Ejercito Rojo en febrero de 1945. La obra narra, en prosa sobria y desnuda, la historia de las cuatro semanas que duró el asedio, durante las cuales un grupo de hombres y mujeres tienen que protegerse de las bombas de los asaltantes y algunos también de la persecución de la Gestapo y de los grupos antisemitas de la Cruz Flechada, como ocurre con el padre de la protagonista, un célebre científico perseguido por sus ideas liberales.

"Márai, en cambio, sabe que es una esperanza ilusoria, que los rusos vienen a continuar la tarea devastadora de los nazis, que el bolchevismo no traería la liberación"

El libro es una crónica negra y realista de la estancia de los refugiados en unos sótanos y refugios lóbregos donde flota un espeso, acre y rancio tufo a humanidad, donde tienen que esperar tumbados, sin consumir más oxigeno y agua que lo necesario, sin trajinar, soportando la pestilencia y la maloliente promiscuidad. El clima físico y moral es asfixiante, el peligro es lo único que da sentido a las vidas de aquellos refugiados, ilustres y proletarios se sienten inseguros, todos llegan a ésta dominados por el pánico, el frenesí, la pulsión inconsciente que les agita y que llega a crear una atmósfera apremiante y angustiosa magistralmente descrita por el autor con realismo y sensibilidad.

"Sólo hay una forma de liberación, sólo quien es bastante fuerte para conocer la realidad de su propia naturaleza está próximo a la liberación"

A Erzsébet, la protagonista que ha conseguido para su padre perseguido un escondite subterráneo al otro lado de la calle, sólo la mantiene viva en aquel lóbrego refugio de caos y hacinamiento la esperanza de que el asedio termine, que el ejercito rojo libere de nazis a Budapest. Márai, en cambio, sabe que es una esperanza ilusoria, que los rusos vienen a continuar la tarea devastadora de los nazis, que el bolchevismo no traería la liberación. Y bien lo aprende Erzsébet en sus carnes, en un trágico golpe de horror, cuando se topa con el primer soldado ruso que entra en el refugio y que le hace comprender que no ha acabado nada, o mejor, que sí, ha acabado algo, pero empieza otro algo igual. Cuando el ruso desparece Erzsébet piensa que ya es libre, aunque nada puede hacer con esa libertad. Al final el refugiado tullido, en el que pone su voz Marái, lo aclara todo: sólo hay una forma de liberación, sólo quien es bastante fuerte para conocer la realidad de su propia naturaleza está próximo a la liberación; debe aceptarla sin ofenderse porque esa es la realidad. Y en la medida de lo posible vivir sin falsos anhelos.
No es fácil de entender que esta pequeña obra maestra, quizá incluso sin pulir, haya estado inédita hasta el año 2000.

 

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