ENSXXI Nº 51
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2013
'Canadá' o la banalidad del delito / El impulso nacionalista
- Detalles
- Escrito por JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ::Presidente de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI)
- Categoría: Revista 51 , Panorama , Los Libros
LOS LIBROS por José Aristónico García Sánchez
"Canadá" o la banalidad del delito
Cada vez que el mundo editorial anuncia una nueva entrega de alguno de los grandes narradores estadounidenses, se acrecientan las expectativas. No hace mucho encomiábamos en las páginas de esta revista la novela Libertad de Frazen y poco antes Expiación de Roth. Ahora lo hacemos con otra de igual mérito Canadá (Ed. Anagrama, Barcelona, Septbre 2013), tres grandes obras incardinadas en el realismo psicológico y enraizadas en la gran novelística europea del XIX que demuestran la vitalidad inagotable de un género que sigue creciendo y desarrollándose sin dar por el momento signos de agotamiento. El autor de la tercera es Richard Ford (Mississippi, 1944) personaje singular, que aprovechó su dislexia para acostumbrarse a leer con más lentitud y mayor nivel de reflexión, que abandonó los estudios de Derecho al parecer cuando le robaron del coche los libros de los que se debía examinar, y que a pesar de superar un master de escritura creativa en la Universidad de California, fracasó con sus primeras obras de ficción. Tampoco tuvo éxito como cronista deportivo del New York Magazine Inside Sports del que le despidieron. Pero ahí cambio su suerte. De esa experiencia surgió la inspiración para su primera gran novela, El periodista deportivo, historia de un escritor fracasado convertido en cronista deportivo. La obra fue finalista del premio PEN/Faulkner y nominada por Time como una de las cinco mejores novelas de 1986, pero sobre todo inauguró la trilogía protagonizada por un ciudadano corriente, incluso anodino, Frank Bascombe que, continuada con El día de la Independencia (1995), --primera novela que conseguía el premio PEN/Faulkner y el Pulitzer a la vez-- y Acción de gracias (2006), le llevó definitivamente a la fama. Esta trilogía sobre la vida social y moral del norteamericano medio de la posguerra fue suficiente para, sin necesidad de tomar en cuenta otras muchas novelas que entre ellas intercaló, codearse con los integrantes de la primera línea mundial de narrativa. Y desde luego para conseguir que el simple anuncio de una nueva entrega suya despierte la natural expectación. Esta vez también ha merecido la pena. Es probable que su nueva obra, Canadá, supere a la propia trilogía que le encumbró.
"Ese paso apenas perceptible de una frontera, sea la que hay entre la adolescencia y la madurez, entre la normalidad y la exclusión social, o entre Estados Unidos y Canadá es el leit-motiv que flota en esta narración que Ford siguió madurando durante más de veinte años"
Es una obra diferente, desde luego. Según ha confesado el mismo Ford, su génesis duró más de veinte años; la inició en 1989, cuando viviendo en Montana, presenció y transcribió a papel la tragedia de un adolescente de 15 años que en contra de su voluntad era trasladado a Canadá, trasunto de la que él vivió a la misma edad con la muerte de su padre, ambas situaciones traumáticas e irreversibles y de similar signo en cuanto ambas implican cruzar una frontera, cruzar una línea que jamás se volverá a pasar. Ese paso apenas perceptible de una frontera, sea la que hay entre la adolescencia y la madurez, entre la normalidad y la exclusión social, o entre Estados Unidos y Canadá es el leit-motiv que flota en esta narración que Ford siguió madurando durante más de veinte años sobre aquellas notas inconexas y apuntes dramáticos, obsesionado con racionalizar el miedo a salvar un abismo, a pasar de un lado a otro de una frontera, a superar un destino amenazador, que por debilidad –caso de la madre del protagonista-- o por una lógica enajenada –caso del padre-- puede arrastrar inexorablemente al abismo al más insospechado.
La obra es un thriller racionalizado de introspección psíquica. La frase inicial de la obra “Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después”, revienta de golpe cualquier expectativa de reducir la intriga a los tempi habituales, aunque quizá por lo sorprendente despierte más agudamente el interés del lector en averiguar las razones de esos crímenes confesados de inicio. Y es así. Los hechos de la narración son muy simples y nada desvelamos porque desde el principio el autor los pone a disposición del lector. Un matrimonio normal de clase media, para salir de un apuro, decide atracar un banco, son descubiertos y encarcelados y dejan dos hijos mellizos de quince años; para eludir los servicios tutelares de menores, ella huye a California y el otro, Dell, se refugia en Canadá, donde a los pocos meses termina implicado en dos asesinatos. Eso es todo. Pero eso es lo de menos, hay mucho detrás, casi una enciclopedia sobre la mente y la vida humanas. Empezando porque todos los implicados eran personas normales, no gente extraña o sospechosa ni aparentes criminales, gente ordinaria, común, de la que a nadie se le hubiera ocurrido pensar que estaban destinados a hacer lo que hicieron y acabar como acabaron.
"La obra es un thriller racionalizado de introspección psíquica. La frase inicial de la obra 'Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después', revienta de golpe cualquier expectativa de reducir la intriga a los tempi habituales"
La narración la realiza el adolescente de quince años, Dell, protagonista de la obra, pero la realiza cincuenta años después de haber ocurrido los hechos que narra, lo que permite a Ford combinar en una pieza al niño y al adulto, y dejar coexistiendo con naturalidad las vívidas sensaciones de un adolescente estupefacto ante los horrores que presencian sus ojos, y las sesudas reflexiones del adulto que ha afrontado, acatado y terminado por entender lo que parecía incomprensible. Como les dijo su padre a los menores a raíz del atraco hay cosas que se tienen que aceptar y entender, por mucho que no tengan sentido al principio. Tenéis que hacer que tengan sentido. Es lo que hacen los adultos. Porque durante buena parte de la vida --es la terrible tesis del libro-- la frontera no existe, es artificial, no hay límite preciso entre ser o no ser, y es difícil establecer diferencias entre las cosas que parecen semejantes y semejanza entre cosas que parecen distintas, recurriendo Ford con ritornello para explicarlo al símil de la composición en pintura que no es otra cosa que la disposición de cosas desiguales.
Llegamos así al centro neurálgico del drama: ¿qué es una vida normal?, ¿quién marca la frontera de la normalidad? Porque toda situación en que se ve envuelto el ser humano puede dar una vuelta. Todo lo que alguien asegura que es verdad puede no serlo. Todo pilar de creencia sobre que el mundo se sustenta puede estar o puede no estar a punto de saltar por los aires. La mayoría de las cosas no siguen mucho tiempo como están. Así hace Ford reflexionar a Dell cuando, recién encarcelados sus padres por el atraco, se despide de su hermana en una emotiva escena que el autor sitúa simbólicamente sobre un puente, dejando el adolescente caer al río el anillo del instituto de su padre y pasando luego la frontera hasta Canadá. Dell, como le anunciaría luego su madre, empieza a imaginar el mundo como su contrario.
"Durante buena parte de la vida --es la terrible tesis del libro-- la frontera no existe, es artificial, no hay límite preciso entre ser o no ser, y es difícil establecer diferencias entre las cosas que parecen semejantes y semejanza entre cosas que parecen distintas"
El paso de la frontera no tiene vuelta atrás, es algo irreversible, pero en ocasiones se cruza de forma imperceptible porque las fronteras en realidad no existen, no hay frontera entre Canadá y Estados Unidos, no hay un límite preciso entre ser un criminal y no serlo. Ford deja en manos del lector cualquier valoración o juicio moral de las conductas, moviéndose en ese relativismo que desde Nietzsche envuelve a la sociedad actual y que no ha mucho era denunciado desde el Vaticano. Sus personajes parecen tener una conciencia embotada que acepta y asimila con impasibilidad los hechos que ocurren a su alrededor sin atreverse a manifestar repulsa tal vez porque no tienen criterio seguro o porque si siquiera saben si tienen derecho a tenerlo y cuál es su utilidad y su duración; o tal vez por conformismo. Es, en todo caso, la conciencia acorchada por la teoría rampante de la banalidad del mal que para la sociedad del nazismo denunciaba Hannah Arendt, y que hoy esta implantada en algunas sociedades, como es el caso de la nuestra, a tenor de sus reacciones por ejemplo frente a la corrupción. Ni siquiera crece la preocupación ciudadana ante la degradación moral que este y otros fenómenos denotan y de esta realidad la novela también es un trasunto. De la misma forma y con el mismo ritmo que esta sociedad insensibilizada acepta y va acomodándose impasible a la cultura de la impunidad en la conciencia del protagonista de la novela va menguando la repulsa al crimen y aumentando progresivamente la aceptación por banalización del delito.
"Es, en todo caso, la conciencia acorchada por la teoría rampante de la banalidad del mal que para la sociedad del nazismo denunciaba Hannah Arendt, y que hoy esta implantada en algunas sociedades, como es el caso de la nuestra"
Dell, el protagonista, había actuado sin saberlo como conector, como corazón de la lógica, tanto con la ruinosa decisión de sus padres de atracar un banco como con las dos muertos posteriores en Partream, esa aldea de Canadá donde ocurren los asesinatos y que Ford califica de museo sobre la derrota de la civilización. Dell, que se horrorizó del atraco, dos meses después terminó ayudando sin arrepentimiento a enterrar a los dos asesinados y en su mente tomó la decisión de que el autor de los hechos, Arthur, fascinante y cautivador, no era un homicida.
Quien piense que esto es una fruslería, reflexiona Ford, que piense en lo cerca que está el mal de los acontecimientos normales que nada tienen que ver con el mal.
"De la misma forma y con el mismo ritmo que esta sociedad insensibilizada acepta y va acomodándose impasible a la cultura de la impunidad en la conciencia del protagonista de la novela va menguando la repulsa al crimen y aumentando progresivamente la aceptación por banalización del delito"
Es una narración muy estudiada, y tan escasa de hechos y personajes como pletórica de símbolos. Modélica resulta la recreación de la tensión ambiental en la casa familiar la víspera de ese atraco insensato del que nadie habla pero que todos intuyen, con el símbolo constante de una maleta eternamente a medio hacer por la madre, una agnóstica-ética a pesar de ser judía, dominada por un orgullo débil que, sin decirlo, decide acompañar a su marido al atraco para evitar que en su locura lleve a alguno de los hijos. O la espesa ansiedad que se mastica en la casa después del atraco ante el temor de que llegue la policía, de lo que nadie tampoco habla y todos recelan, tensión que explota cuando solo con sonar el timbre de la puerta a la madre se le cae al suelo el plato con el que trajina. O, como ya se ha dicho, la tirada al río del anillo del colegio paterno como símbolo de la pérdida de confianza en los principios de la educación recibida. La profundidad narrativa y la riqueza psicológica hace de Canadá una gran novela, una obra apasionante, cautivadora y profunda al tiempo, de una intensidad psíquica poco común, llena de matices y giros cambiantes como es la mente atónita de un adolescente de quince años zarandeado por acontecimientos turbadores que ni siquiera cincuenta años después, cuando realiza la narración, logra recomponer o encontrar la disposición adecuada a cosas tan desiguales.
El debate entre la libertad coartada y la inexorabilidad de un destino incontrolable que te predestina a atracar bancos al margen de tu voluntad, única explicación que encuentra Dell a la conducta desatinada de sus padres. El enlace entre la vida que queda arrumbada atrás y la que deberá alentar en el futuro. Sentirse humillado por tener padres criminales y sin embargo quererlos. La fascinación de un asesino carismático y mundano, Arthur Remlinger, a quien Dell, aunque lo negara, admiraba hasta el punto de decidir en su interior que Arthur no había causado las muertes que sin embargo él había presenciado. Y en sentido contrario la descripción del vacío moral en forma de carencia angustiosa que puede producir la culpa y el valor liberador de la expiación son, entre otras que se podrían añadir, intensas y paradójicas controversias morales que inquietan a los personajes de la narración y que a pesar de su complejidad e irresolución son desenvueltas literariamente con maestría y con una riqueza inesperada de matices. No se olvidará fácilmente esta espléndida narración protagonizada por hombres corrientes de la sociedad norteamericana media, simples antihéroes.
El impulso nacionalista No ha amainado sino todo lo contrario la cuestión catalana a la que le dedicamos atención en el último número comentando obras de los profesores Junco / De la Fuente y Ricardo García Cárcel. La pasada díada y las declaraciones de los partidos nacionalistas han acrecentado el interés, razón que nos obliga a recordar que Jaime Ruiz Cabrero, notario de Barcelona, ha añadido al cúmulo de obras publicadas sobre la materia otra más de excelente factura, El impulso nacionalista (Edhasa, Barcelona 2012) que hace importantes aportaciones a la mesa de este debate político. Ruiz Cabrero, que lleva casi cuarenta años residiendo en Barcelona, advierte de la posición apasionada, basada en sentimientos y alentada por los políticos, de los participantes en la polémica, y para bajar la tensión propone mejorar la información de todos los contendientes, a lo que contribuye con talento y profusa documentación haciendo un análisis profundo y certero de las ideas de nación, nacionalidad y nacionalismo, que de seguido aplica con rigor lógico al binomio catalán/catalanista. "Para bajar la tensión propone mejorar la información de todos los contendientes, a lo que contribuye con talento y profusa documentación haciendo un análisis profundo y certero de las ideas de nación, nacionalidad y nacionalismo, que de seguido aplica con rigor lógico al binomio catalán/catalanista" Fundamenta bien desde luego sus razonamientos en el análisis de la propia historia de Cataluña, o con más exactitud en la historia del nacionalismo catalán en todo su recorrido, con especial detenimiento en el desarrollado en los tiempos recientes y actuales, y añade un balance muy meditado de los pros y los contras, las ventajas y frustraciones que pueden acarrear las decisiones extremas. Termina aconsejando planteamientos realistas frente al nacionalismo catalán reconociéndolo como un hecho cierto y evitando en todo caso las injusticias. No vendría mal que unos y otros, nacionalistas y no nacionalistas, se informaran y reflexionaran sobre el análisis y los datos que en este magnífico libro el notario barcelonés Ruiz Cabrero proporciona |