ENSXXI Nº 6
MARZO - ABRIL 2006
MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista
Jugábamos de pequeños a ejercitar el léxico con aquel pasatiempo que empezaba preguntando “de la Habana ha venido un barco ¿cargado de…? y cada uno de los niños del corro tenía que decir una mercancía que empezara precisamente por la letra acordada de antemano sin repetir las mencionadas con anterioridad por sus compañeros de forma que los errores o el fracaso en repentizar una respuesta iban eliminando a los participantes. Luego llegó el Comandante con la revolución y mandó parar. Al principio todo fueron simpatías frente a los abusos tan odiados del sargento Batista.
Los que se fueron expropiados o los disconformes con la nueva situación de Cuba fueron tildados de gusanos y, como había sucedido en la Rusia de Lenin, tras el fracaso del Che en Bolivia se fue pasando del foco radiante destinado a volver del revés toda América Latina a la revolución en un solo país. Eso sí, con el respaldo militar y económico del imperio de la URSS, que hubo de retirar los misiles por exigencias de Kennedy pero mantuvo las máquinas quitanieves enviadas al Caribe en previsión de un cambio climático de signo inverso al que ahora se anuncia. La Isla Grande perdía a chorros buena parte de su capital humano y los emigrados políticos demostraban su preparación y su laboriosidad haciéndose con el estado de Florida.
"Los que se fueron expropiados o los disconformes con la nueva situación de Cuba fueron tildados de gusanos y, como había sucedido en la Rusia de Lenin, tras el fracaso del Che en Bolivia se fue pasando del foco radiante destinado a volver del revés toda América Latina a la revolución en un solo país"
Después cundieron las disidencias internas, de las que fue buen ejemplo el caso Heberto Padilla. Antes nuestro Jorge Edwards había sido declarado persona non grata. Pero la izquierda del Occidente prefería mirar hacia otro porque calculaba que la solidaridad con las víctimas ayudaría a los imperialistas de Washington, empeñados en la asfixia de David mediante el bloqueo invocado por el régimen fidelista para obtener la adhesión de las gentes. Los cálculos de silencio eran los mismos que en ocasiones anteriores, como cuando las horrorosas purgas de Stalin, ya habían sellado los labios de las izquierdas.
Ahí están las memorias editadas por Tusquets bajo el título Cómo llegó la noche en las que Hubert Matos da cuenta de su cautiverio durante más de 25 años en las prisiones castristas o las escritas por Carlos Franqui para servir de testimonio o más tarde los fusilamientos del general Ochoa y de Laguardia. Pareciera, pues, que la revolución amenazada por Estados Unidos tuviera barra libre en el uso de todos los recursos. Otra cosa es que después de los espectáculos de los campos de prisioneros de Guantánamo o de Abub Graib, pendientes de depurarse, Washington haya perdido autoridad moral para formular exigencias en materia de respeto a los derechos humanos.
Pablo Milanés estaba allí al frente de la canción cubana. Pero a ritmo de guajira lenta sonaba también interpretada por Luis Aguilé aquello de “Nunca podré morirme, /mi corazón no lo tengo aquí. / Alguien me está esperando, me está aguardando que vuelva allí. /Cuando salí de Cuba, / dejé mi vida, dejé mi amor. /Cuando salí de Cuba, / dejé enterrado mi corazón/”. Después Bevo Valdés se unía con El Cigala para ofrecernos Lágrimas negras bajo los auspicios de Fernando Trueba. Pero, dejemos el mundo de la canción y volvamos a la política. Caía con estrépito el muro de Berlín. La Habana se quedaba sin referente político y sin padrino económico. Faltaba el petróleo y hubo que volver a la bicicleta. Empezaba el periodo especial. La necesidad extrema obligaba al régimen castrista a incorporar las inversiones extranjeras, a dar entrada al turismo y a permitir la circulación del dólar. Pero apareció el presidente de Venezuela imbuido de nuevo bolivarismo dispuesto a suministrar el combustible y entonces la consigna fue la de liquidar esas concesiones y regresar al rigor revolucionario que parecía desdibujarse.
Ahora últimos viajeros llegados de la Habana confirman que Fidel y los suyos han decido encerrarse en el búnker para idear como el almirante Carrero el Movimiento continuo, la revolución permanente que habría de ser garantizada para después de la muerte de Fidel Castro que ya ha cumplido los ochenta. Claro que nadie duda de que el régimen está impregnado de tal manera de los personalismos fidelistas que en modo alguno podrá sobrevivirle. Nadie tiene capacidad de seguir exigiendo sacrificios a una población privada de tantas cosas que sigue con sus cartillas de racionamiento y siente la rapiña del sistema. Entonces cunden las cábalas sobre qué será de Cuba después de Castro. Mientras, al otro lado del estrecho los cubanos de Florida aguardan. ¿Volverán con sus reclamaciones?. ¿Corresponde a España alguna acción para facilitar los cambios que sobrevendrán?. ¿Habrá que impulsar un desembarco de notarios y registradores para restablecer la seguridad jurídica preventiva?. Continuará.