ENSXXI Nº 65
ENERO - FEBRERO 2016
- Detalles
- Escrito por JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ::Presidente de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI)
- Categoría: Revista 65 , Panorama , Los Libros
LOS LIBROS por JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ
Su última obra, PURITY, pese a su excelente factura rezaga a Franzen en la lucha por ese totémico objetivo
Muchos han pensado que fue el suicidio de su íntimo amigo, rival y émulo a un tiempo, el escritor David Foster Wallace, lo que abrió definitivamente a Jonathan Franzen el camino del triunfo de masas. Ambos participaban, con Ford, Updike, Roth o Homes, en la competición desatada en Norteamérica por conseguir el liderato, el vellocino de oro de la que se dio en llamar Gran Novela Americana, esa obra totémica e inmortal que se recuerda como el espejo de toda una sociedad y de toda una época, o, como la define el propio autor en la obra que comentamos, el gran libro que garantiza un lugar en el canon moderno de Norteamérica.
Todos la buscaban a través de un nuevo lenguaje, el que corresponde a un siglo sometido al imperio de la imagen, montaje cinematográfico, personajes posmodernos, etc. Y parece que fue la frustración sufrida por Wallace al seguir obstinadamente esa línea futurista y su posterior suicidio lo que reafirmó a Franzen en su idea de desligarse de esa tendencia y dar marcha atrás, yendo definitivamente al reencuentro con el lenguaje y las fórmulas de la gran novelística europea del XIX, Dostoievsky, Dickens o Balzac... bajo cuyo patrón había escrito ya una obra, Las correcciones, que obtuvo el refrendo de la critica -fue premio National Book Award 2001- y también de los lectores, pues se convirtió en el fenómeno editorial del siglo: vendió más de tres millones de copias.
"Pureza es una serie de historias densas y concienzudamente diseccionadas, solo unidas por el tenue hilo de un asesinato y una investigación de paternidad que no precisan para su desarrollo ochocientas páginas de novela"
Franzen creyó haber encontrado la fórmula de la gran novela, y estuvo diez años trabajando en una nueva obra, una novela ambiciosa que fuera el espejo crítico de la compleja sociedad norteamericana, con el método y líneas maestras de la gran novela realista de siempre. Como es sabido la expectación era infinita y el aparato de marketing que acompañó a su lanzamiento fue deslumbrante. La revista Time ensalzó a Franzen como el Gran Novelista Americano reproduciendo su foto en la portada, honor que no recibía ningún escritor desde hacía más de diez años, y el New York Times la calificó de obra maestra. Era Freedom, Libertad (Ed. Salamandra, 2011) de la que se dio en su día noticia, ciertamente elogiosa, en las páginas de esta revista. También esta vez público y crítica le fueron favorables. Fue un boom editorial en todo el mundo y la fama de Franzen se acrecentó de forma exponencial. Hubo algún incondicional que incluso se adelantó a proclamar a Libertad como la Gran Novela Americana, pero ni aun con la importante limitación temporal, “solo de la era Obama”, la critica se mostró conforme.
"Pip, abreviatura de Purity, la protagonista, no alcanza ni la riqueza psicológica ni la grandeza necesarias para protagonizar una novela de tamaña longitud"
Tampoco Franzen, que es un inconformista ambicioso y obsesionado. Pero no se desanimó, siguió en su empeño por lograrla. Y después de rumiar durante meses las viejas fijaciones que arrastraba sobre Alemania, donde había residido una larga temporada, sobre California y la nueva tecnología emanada del Silicon Valley, sobre el caso Wikileaks, los hackers y el tráfico ilegal de información top-secret, decidió dejar todo y sumergirse plenamente en una nueva obra que esta vez culminó en poco más de un año. Purity, Pureza (Salamandra 2015) es su título. También ha sido presentada en medio de un formidable aparato propagandístico. Pero al parecer no ha logrado el record de aceptación y ventas de sus dos obras anteriores.
"Andreas Wolff, carismático agitador procedente de Alemania oriental y operativo en Bolivia, quiere encarnar al poster-boy del pirata informático recordando a Edward Snowden y a Julián Assange"
Tampoco ha habido uniformidad en la crítica. Aunque todos reconocen el talento narrativo de Franzen, hay quienes le consideran un fósil por la utilización de formas y lenguaje arcaicos y otros en cambio siguen ensalzando su vigor literario, sus penetrantes análisis y su capacidad para diagnosticar las patologías sociales.
Como en las dos obras anteriores sigue la pauta de la gran novela decimonónica, incluso con mayor fidelidad, en el esquema, los personajes, los diálogos, el desarrollo de la acción... También en este caso su narración trata de desenmascarar los parámetros hipócritas y el doble rasero de la sociedad en que vivimos. También se sirve de una prosa elegante y de una trama seductora en la que intercala la intriga que siempre aporta un asesinato. También hace gala de sus sutiles análisis sobre el tumulto de emociones que desata en el curso de la narración, también intercala innumerables escenas de sexo detallado, y se detiene en la justificación continuada y en espiral de las conductas de sus personajes. Unos personajes por cierto cuya interrelación tarda en desvelarnos y mantiene en un indefinido sonambulismo ético. Como en Libertad.
"Purity, escrita en una prosa soberbia, con un lenguaje libre y coloquial, un no-estilo deliberado, es una novela maciza, de gran solidez literaria"
¿Qué falta entonces? Quizá nada. Muy al contrario, quizá le sobre. Pureza es un arabesco, un hermoso arabesco. A una trama inicial le van surgiendo subtramas y más subtramas descritas minuciosamente que una por una podrían tener autonomía propia y que no siempre encajan bien en el eje principal de la obra sino que lo emborronan. Pureza es una serie de maravillosos escarceos en la psique de los actores, una amalgama de soberbias descripciones de proyectos y pasiones, una suma de narraciones insuperables, de historias densas y concienzudamente diseccionadas, solo unidas por el tenue hilo de un asesinato y una investigación de paternidad que no precisan para su desarrollo ochocientas páginas de novela, ni conforman una estructura capaz de soportar el peso de tantos arabescos. Sus personajes centrales, tres, Pip, abreviatura de Purity, la protagonista, que personifica en forma no definida el título de la obra, no alcanza ni la riqueza psicológica ni la grandeza necesarias para protagonizar una novela de tamaña longitud elaborada por cierto por un autor acusado de misoginia por su tendencia a concebir personajes femeninos pasivos, dependientes y limitados, aunque en esta obra mitiga esta tendencia metiendo algunos borbotones de hiperactividad en Pip. El segundo, Andreas Wolff, carismático agitador procedente de Alemania oriental y operativo en Bolivia, en quien Franzen quiere encarnar al poster-boy del pirata informático recordando a Edward Snowden y a Julián Assange, un personaje multifacético lleno de aristas y contradicciones. Y el último, Tom, un periodista de investigación on line, que es el polo opuesto a Wolff. Tranquilo, prudente y serio, hace de contrapunto al carácter volcánico y aberrante de Wolf. Los vaivenes de Pip entre esos dos contrarios, que solo coinciden en sostener su vida en la mentira, y las relaciones entre los tres, tocadas de cierta singularidad extravagante, se desarrollan en una serie de secuencias de secretos, manipulaciones y engaños en el laberinto de subtramas entrelazadas que constituyen la obra.
"El autor mantiene una maestría indiscutida en el análisis y disección de la sociedad, crítica que por la globalidad imperante trasciende a valor universal y podría aplicarse a cualquiera de las sociedades de Occidente"
Pero eso no la descalifica. Purity, escrita en una prosa soberbia, con un lenguaje libre y coloquial, un no-estilo deliberado, es una novela maciza, de gran solidez literaria, y los defectos denunciados en su trama y estructura podrán invalidarla para optar al título de la Gran Novela Americana pero no la descalifican. Purity podría alardear de una riqueza inigualable en el análisis de sentimientos y conductas, y la disección de las dudas y dilemas a que cada personaje se enfrenta, aunque a veces agotadora y hasta agobiante, resulta exhaustiva y ejemplar. Y en lo que el autor mantiene una maestría indiscutida es en el análisis y disección de la sociedad americana actual, “rascacielos y una clase marginal desgraciada” dice una vez, crítica que por la globalidad imperante trasciende a valor universal y podría aplicarse a cualquiera de las sociedades de Occidente.
"Sunlight Project, una empresa remedo de Wiki-Leaks dedicada a la piratería informática y a traficar con secretos mundiales sirve a Franzen para hacer reflexiones sobre el desmadre de la información clandestina y la inseguridad mundial"
Franzen insiste en lo que ya denunció en sus obras anteriores: los conflictos intergeneracionales que con frecuencia degeneran en relaciones dramáticas, las nuevas coordenadas tecnológicas que irrumpen en la intimidad, la amistad o el sexo corroyéndolos, el hipercapitalismo ideologizado por la teoría del consumo o el imperio abrumador de Internet que tiraniza las conciencias y conduce a otro de los males sociales denunciados, la quiebra de la intimidad, el relativismo y a la postre la soledad, lo que te podría liberar en realidad te aísla, dice.
Franzen, contra su costumbre, y a diferencia de otras obras, excluye en Purity temas políticos. En cambio introduce temas nuevos como la carestía de los estudios universitarios. Pip, la protagonista, arrastra una deuda con la Universidad de más de 100.000 dólares que la agobia y determina sus decisiones. También son nuevas sus reflexiones sobre los compromisos morales del periodismo y los riesgos que amenazan su integridad, lo que Franzen personifica en uno de los protagonistas, Tom, periodista de la nueva generación que trabaja para sitios de Internet y que reconoce que esta red facilita el trabajo pero está matando al periodismo y puede que al propio periodista.
"Renowable Solutions solo intermedia, recopila, sondea y capta clientes (¡) sin que los vendedores, que se limitan a repetir en tono machacón un argumentario escrito, llegaran a entender nunca qué estaban vendiendo"
Como ya se dijo hay una anunciada digresión a la sociedad de Alemania Oriental, donde sitúa parte de la narración, que le sirve a Franzen para denunciar el socialismo rampante como justificación y respuesta única a cualquier pregunta, importante o banal, y el totalitarismo de una revolución absorbente solo comparable al que ahora ejerce sobre nosotros Internet. Y para cargar también por supuesto contra las manipulaciones y métodos de la Stassi y su totalitarismo sibilino, algo cotidiano y sutil, un totalitarismo de la minucia, métodos que Andreas Wolf, disidente del socialismo alemán, traslada a la selva boliviana donde se esconde con la tolerancia de un Presidente contaminado, Evo Morales, para desarrollar su nueva propuesta, Sunlight Project, una empresa remedo de Wiki-Leaks dedicada a la piratería informática y a traficar con secretos mundiales que sirve a Franzen para hacer reflexiones críticas, con frecuencia cargadas de sarcasmo, sobre el desmadre de la información clandestina y la inseguridad mundial, aunque un autor tan minucioso como él no termina de aplicar a esta materia su habitual método diseccionador, detallista hasta la exasperación, tal vez porque no domina el oficio y la jerga de los hackers con la misma precisión que la psique de diván en la que es un reconocido maestro.
"De igual originalidad es la descripción de las costumbres de una comuna de okupas en la que vivió Pip, donde todo se compartía de una manera singular"
De singular originalidad son otras denuncias, por ejemplo la de Renowable Solutions, la primera empresa en que trabajó Pip, que no construye ni fabrica cosas, ni siquiera las instala, sino que solo intermedia, recopila, sondea y capta clientes (¡) sin que los vendedores, que se limitan a repetir en tono machacón un argumentario escrito, llegaran a entender nunca qué estaban vendiendo con su cacareo comercial o acosando por teléfono a los jubilados. Un ejemplo típico de esos facilitadotes o dinamizadores que hoy son ya prototipos universales. Son cosas que solo son posibles cuando hay dinero público por medio, en la novela primas estatales por una electricidad más limpia.
De igual originalidad es la descripción de las costumbres de una comuna de okupas en la que vivió Pip, donde todo se compartía de una manera singular y donde se defendía una teoría utópica del trabajo según la cual el aumento de productividad generado por la tecnología tendrá como resultado inevitable una mejor distribución de la riqueza con pagos generosos a la población a cambio de nada, lo que ocurriría necesariamente en cuanto el Capital se diera cuenta de que no podía permitirse el lujo de tener en la miseria a los consumidores que debían comprar todas esas cosas fabricadas por robots. Es más, sigue el okupa, de 35 por supuesto, había que hacer el trabajo obligatorio para que hubiera pleno empleo entre los menores de 30 ó 35 años y pleno desempleo para los mayores de esa edad... (¡), cosas que también empiezan a oírse a este lado del Atlántico.
"Ironía sutil. Y crítica reticente de un autor que, en un nuevo guiño a la gran novela de siempre, en este caso a Balzac, ve la vida como otra gran comedia humana"
Es importante aclarar que esta admirable riqueza de contenidos hay que leerla en clave de ironía y humor, un humor sutil con el que Franzen ha impregnado su narración y que suaviza la turbadora perspectiva crítica desde la que disecciona a la sociedad. Hay episodios de un sarcasmo épico, como el robo temporal de un misil, una cabeza de misil termonuclear B-61, completamente cargada, una bomba letal que uno de los guardianes logró despistar de la base militar en que se guardaba, solo para epatar a su novia el día de su cumpleaños con la que llamaba bomba afrodisíaca.
Pero en realidad toda la obra está escrita en pentagramas de ironía. El propio Franzen defiende que Libertad y Pureza, sus dos últimas obras, son fundamentalmente cómicas, y se queja de que la gente no lo perciba así o no entienda su humor, un humor desde luego intencionadamente oscuro.
Pero es así. Ironía sutil con desviaciones a algún sarcasmo irrefrenado. Y crítica reticente de la sociedad americana de un autor que, en un nuevo guiño a la gran novela de siempre, en este caso a Balzac, ve la vida como otra gran comedia humana.
"Franzen es un artista del retrato minucioso resultante de una exploración exhaustiva de razones y a la vez un muralista épico de todo el entramado social. Y esta vez lo hace desde el ángulo de la pureza, es decir de la virtud llevada al extremismo, incluso al fanatismo o a la mística"
Franzen es un artista del retrato minucioso resultante de una exploración exhaustiva de razones y motivos, y a la vez un muralista épico de todo el entramado social de la era Obama. Y esta vez lo hace, no desde el ángulo de la libertad como en su anterior novela, sino desde el ángulo de la pureza, es decir, de la virtud llevada al extremismo, incluso al fanatismo o a la mística, tal vez encarnada más en la madre de Pip, moralmente irreprochable pero de rasgos aberrantes, que en la protagonista que da titulo a la novela. Pip, denominativo de Purity, en su confusión existencial y su lucha por la propia identidad, nunca alcanza la grandeza debida a ese título. Tampoco el entramado de la obra tiene la fortaleza suficiente para sustentar el formidable material literario, casi siempre de primera calidad, que contiene esta obra. Extraordinaria, desde luego, pero que no avanza en el objetivo de Franzen de llegar a escribir la Gran Novela Americana.