REFUGIOS FISCALES

EL NOTARIO DEL SIGLO XXI ha seguido de cerca el asunto de los paraísos fiscales y a lo largo de sus ya más de diez años de andadura ha contado entre sus páginas con la interesante opinión de expertos en la materia, destacando especialmente la del notario de Madrid Segismundo Álvarez Royo-Villanova, colaborador de este número y que ya en 2009 y 2012 escribió varios artículos en nuestra Revista sobre lo que él siempre ha denominado “parásitos fiscales” (véase nº 23, enero-febrero 2009, pág. 30; nº 25, mayo-junio 2009, pág. 40 y nº 44, julio-agosto, 2012, pág. 14). Estos territorios, y sobre todo sus usuarios, extraen ingresos que corresponden a otros países. Acabar con ellos no debería ser una cruzada ideológica sino más bien una obligación moral, una necesidad si queremos seguir viviendo en una sociedad mínimamente ética. Pero eso requiere de una actuación coordinada de los grandes países que hasta ahora se ha producido muy tímidamente. La opacidad es una práctica no solo de los paraísos fiscales sino también de diversos países de la OCDE. Lo difícil no parece por tanto acabar con los paraísos fiscales sino conseguir que los intereses económicos de los poderosos no influyan más en el poder político que las exigencias del interés general y de la justicia. Poco contribuyen a ello las amnistías para la repatriación de beneficios situados en paraísos fiscales, amnistías que en opinión de Segismundo Álvarez han sido en realidad un espaldarazo para las compañías más osadas, que ya disponían de estructuras de evasión, y una invitación a crearlas para las que no las tenían. Como alternativa Concha Carballo Casado, economista y abogada, propuso en 2013 también en nuestra Revista (véase nº 51, septiembre-octubre 2013, pág. 40) otra solución: transformar paulatinamente los paraísos fiscales en economías terciarias, de servicios financieros, que puedan presentar tributaciones interesantes para determinados productos financieros en el marco de convenios internacionales de doble imposición.