ENSXXI Nº 80
JULIO - AGOSTO 2018
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Sánchez, entre el estado de gracia y la precipitación
Periodista
Ha sido subdirectora de La Vanguardia y subdirectora del periódico semanal AHORA
Que Pedro Sánchez es un tipo perseverante es algo que ha quedado claro en los últimos años. Perseverante e irreductible. Si no que se lo pregunten a sus rivales internos que trataron por todos los medios de liquidarlo políticamente y se encontraron con que, después de defenestrarlo, renacía de sus cenizas como el Ave Fénix. Después de obligarle a dimitir en octubre de 2016, hace ahora un año les ganó por goleada en unas primarias en las que se enfrentó con Susana Díaz y Patxi López y en las que barones y notables del partido creían que se impondría la líder andaluza, que era su favorita. Y doce meses después de aquella elección interna, cuando nadie lo esperaba, se plantó en la Moncloa.
Sánchez es también una persona con suerte. De otra manera no se entendería que la moción de censura que el PSOE presentó contra el presidente Mariano Rajoy haya servido para colocarlo en el poder sin que el ya expresidente amagara siquiera con dimitir para evitarlo. De su buena fortuna dan fe también hechos como que el mismo día que tomó posesión como presidente del Gobierno decayó la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña, facilitando una cierta distensión. O que la formación de su gobierno coincidiera con el cambio en la dirección del diario El País, sustituyendo un equipo que le era hostil -en 2016 le habían calificado de “insensato sin escrúpulos” en uno de los editoriales más duros contra un político que se recuerda- por otro equipo más amable con él.
"La perseverancia y la suerte no lo son todo. Una vez en el poder son necesarias también la calma y la prudencia, además de la eficacia en el cumplimiento de las promesas"
Pero hay más. La moción ha dejado tocados a los partidos rivales. Ciudadanos, la formación a la que los sondeos daban como ganadora de unas futuras elecciones, no supo cómo manejarse ante la iniciativa del PSOE y acabó votando con el PP en contra de la censura a Rajoy. El partido de Albert Rivera, y él mismo, parecieron quedar desconcertados por lo que ocurrió, al tiempo que caían apresados en la pinza de los dos partidos del bipartidismo tradicional y veían desvanecerse sus brillantes expectativas electorales.
El PP, a su vez, quedó noqueado con la salida del poder y huerfano por la huida de Rajoy al registro de la propiedad de Santa Pola. Sumido en su batalla por el liderazgo, puede quedar fuera de juego por una temporada, más todavía si el resultado no satisface a la mayoría y mantiene abierta la guerra interna.
Así que la jugada de Sánchez ha dejado desorientados a sus dos rivales de la derecha y ha neutralizado a Podemos, que fue aliado necesario para el éxito de la moción de censura y que busca su hueco bajo el sol de la izquierda, perplejo por el brillo que Sánchez le está dando a su propia figura. A pesar de que en ese esfuerzo por abrillantar su imagen se han producido algunos excesos de personalísimo culto al líder, y de algunos patinazos, alguno grave, como el proceso de selección del nuevo presidente de RTVE, y el protagonismo que otorgó en el mismo al líder de Podemos, Pablo Iglesias.
Y es que la perseverancia y la suerte no lo son todo. Como tampoco lo es todo la buena imagen de hombre progresista, feminista y europeísta. Pueden ayudar a llegar y a caer bien, pero una vez en el poder son necesarias también la calma y la prudencia, además de la eficacia en el cumplimiento de las promesas. Y Sánchez corre el riesgo de acabar arrollado por su propia precipitación en el intento de demostrar que es capaz de arreglarlo todo de golpe.
Pero el modo en que ha quedado el tablero político español juega a su favor, al menos, de momento. Porque como se ha visto en estos dos últimos meses las cosas pueden cambiar radicalmente de un día para otro. Y eso lo debe de saber bien el Gobierno que surgió de una carámbola política.
Si pocos apostaron porque la moción de censura llevaría a Sánchez al poder, menos aún lo hicieron a que el nuevo gobierno socialista tendría la oportunidad de hacer algo interesante. Todas las voces, menos la del propio Sánchez y su guardia de corps, auguraban una catástrofe. Con solo 85 diputados, una cifra tan alejada de los 176 escaños que dan la mayoría absoluta en el Congreso, con el apoyo de una “coalición negativa”, la que se forjó con el único objetivo de echar a Rajoy, no se podía esperar mucho, para algunos solo cabía una convocatoria casi inmediata de las elecciones.
Pero el flamante presidente volvió a sorprender. Formó lo que un columnista de ABC ha llamado “el gobierno bonito” y que -eliminadas de la definición las posibles cargas de ironía o desdén- parece un buen gobierno. Desde luego admirable por el elevado número de mujeres (11 frente a 6 hombres) y por el buen currículo de sus miembros.
"Sánchez corre el riesgo de acabar arrollado por su propia precipitación en el intento de demostrar que es capaz de arreglarlo todo de golpe"
Y quizás lo más sorprendente de lo que ha ocurrido es que con la entronización del nuevo presidente y el nuevo gobierno una parte importante de los ciudadanos, incluidos algunos votantes conservadores, sintieron alivio, como si una espesa nube que parecía cubrirlo todo se hubiera disipado de repente.
Esa nueva atmósfera ha permitido rebajar la tensión con los independentistas catalanes, aunque ese es un asunto en el que la falta de colaboración del president de la Generalitat, Quim Torra, de su gobierno, no ayudan a encauzar las cosas. Es cierto que el presidente socialista ya advirtió en su entrevista con El País del 24 de junio que la crisis en Cataluña “no se va a resolver en un año ni en dos, ni en cinco ni en seis. Vamos a estar ante una crisis que va a necesitar de generosidad y de esfuerzo de todas las partes durante la próxima década”. Le faltó decir paciencia, porque parece que va a necesitar también mucha paciencia y dosis de firmeza para hacer frente a los continuos desplantes de los independentistas.
Donde sí parece haber quedado patente el nuevo talante del gobierno es en la presencia de España en Europa. No solo porque Sánchez es el primer presidente de un gobierno de España que habla inglés, sino porque desde que decidió acoger en el puerto de Valencia a los inmigrantes del barco Aquarius, se colocó en una posición central en el debate de los problemas europeos. El de la inmigración por supuesto, pero el protagonismo adquirido le permitió también exponer su posición sobre la reforma de la zona euro y el futuro de la propia Unión. Sus visitas a Angela Merkel y Emmanuel Macron dieron fe de ello.
Pero ¿qué puede hacer de verdad el gobierno de Pedro Sánchez? No parece que pueda afrontar grandes transformaciones con un apoyo parlamentario tan frágil. Desde luego no una reforma de la Constitución, a pesar de que la ministra de Administración Territorial, Meritxel Batet, aseguró al poco de tomar posesión que ese era un objetivo “urgente y viable”. No lo es, entre otras razones porque modificar la Carta Magna exigiría el apoyo del PP y ese partido, que nunca ha sido muy partidario de la reforma constitucional, no parece estar en disposición de hacerlo ahora. Tampoco daría tiempo en los dos años que quedan de legislatura, suponiendo que Sánchez esté en condiciones de agotarla, aunque ahora dice que esa es su intención.
Pero por lo que se ha visto en sus primeras semanas de mandato es evidente que el presidente no está dispuesto a que sea la oposición la que le marque el ritmo. Está aprovechando su aparente estado de gracia y que su principal contrincante, el PP, está ensimismado en su pelea interna, para tomar la iniciativa en aquellas cuestiones en las que sabe que puede reunir la mayoría parlamentaria necesaria. Asuntos como la recuperación de la universalidad de la sanidad pública, que el gobierno del PP había restringido al principio de su mandato en 2012, la eliminación de los artículos más polémicos de la llamada “ley mordaza” o la decisión de sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos para reconvertir el recinto en un monumento a la Memoria Histórica."Si el Gobierno saca adelante las cuentas del Estado, Sánchez tendrá aire para intentar agotar la legislatura, pero si no lo consigue lo lógico es que adelante las elecciones"
"Si el Gobierno saca adelante las cuentas del Estado, Sánchez tendrá aire para intentar agotar la legislatura, pero si no lo consigue lo lógico es que adelante las elecciones"
Puede también modificar algunos aspectos de la reforma laboral del PP y recuperar, por ejemplo, el valor de los convenios colectivos. Y puede poner en marcha ese plan director contra la explotación laboral al igual que el alto comisionado para luchar contra la pobreza infantil. Este último con medidas inmediatas que permitan a los niños que lo necesiten seguir acudiendo, por ejemplo, a los comedores escolares.
Y medidas para equiparar los permisos de maternidad y paternidad o para acabar con la brecha salarial entre mujeres y hombres cuando ejercen la misma responsabilidad en el trabajo, un compromiso con la igualdad de género que ya expresó con la formación de su gabinete.
Para estas medidas, incluida una ley de eutanasia, el Gobierno socialista cuenta con el apoyo de Podemos, de los grupos nacionalistas y, en algunos casos, también de Ciudadanos. De hecho, la mayoría de estas medidas ya se habían presentado y votado en el Congreso por esos mismos grupos, pero el PP las había vetado.
La clave de si puede hacer algo más que eso, llegará con la tramitación de los Presupuestos Generales para 2019. No será una negociación fácil si quiere respetar las exigencias de Bruselas y contentar a las fuerzas políticas que le apoyaron en la moción y que tendrían también que aprobar los Presupuestos. Si el Gobierno saca adelante las cuentas del Estado, Sánchez tendrá aire para intentar agotar la legislatura, pero si no lo consigue lo lógico es que adelante las elecciones. De hecho, algunos de sus compañeros de partido creen que cumplidos sus objetivos políticos más inmediatos, los relatados anteriormente, el presidente aprovechará la mejor oportunidad que tenga para convocar las elecciones, es decir, cuando los sondeos le sean favorables y antes de que se recuperen del shock sus adversarios.