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Por: PLÁCIDO BARRIOS FERNÁNDEZ
Notario de Alcalá de Henares (Madrid)

ELADI CREHUET SERRA
Notario jubilado, poeta y editor


Tras la Guerra Civil el escalafón notarial se resintió por la baja de compañeros además de por la suspensión obligada de las oposiciones. En los años ochenta del pasado siglo se produjeron gran número de vacantes debidas a la jubilación de los integrantes de las conocidas como promociones patrióticas, convocadas precisamente tras la Guerra para cubrir tales bajas (1). Nos proponemos estudiar dichas promociones de 1942 y 1944 -especialmente esta última- utilizando las cartas que Pompeyo Crehuet Juliá, uno de sus integrantes, enviara desde Madrid a su entonces novia Mercedes Serra Aréchaga, que residía en Barcelona. Conservadas por Eladi nos aportan un testimonio directo del ambiente existente en torno a las oposiciones (2).

La oposición de 1944: comienzan los exámenes
Requerido por los ejercicios de oposiciones, Pompeyo permaneció en Madrid, desde principios de mayo hasta mediados de junio de 1943, en el que se celebró el primer ejercicio, de carácter oral, y desde mediados de abril de 1944 hasta el 20 de julio de igual año, periodo en el que culminó con éxito los otros dos ejercicios de que se componía -o descomponía- entonces la oposición.
Recién llegado a Madrid, Pompeyo se instala, junto a otros opositores, en la pensión Marlaska (3), y casi lo primero que hace es visitar al abogado y gestor notarial Don Fermín de Paniagua (4): “quien me recibió muy atento, y estuvimos hablando, claro, del desarrollo de las oposiciones. Él calcula que me tocará actuar pasado el día 25”, predicción que se cumpliría. En la pensión comparte mesa con un amable comandante gallego y un sevillano falangista voluntario de la División azul, recién llegado de Rusia sin una pierna.

“Tras la Guerra Civil el escalafón notarial se resintió por la baja de compañeros además de por la suspensión obligada de las oposiciones”

Pompeyo y su compañero de habitación, José María Carreras, quien también aprobaría aquellas oposiciones, a fin de no permanecer todo el tiempo en la habitación más bien inhóspita de la pensión, proyectan ir a repasar temas a El Retiro, y en carta del 27 de mayo de 1943 anota: “Hoy Carreras y yo hemos hecho la prueba de ir al Retiro a repasar algunos temas y no nos ha dado resultado. No había ningún banco vacío (…). Hemos podido aprovechar bien poco el tiempo: ahora era un perro que hurgaba en nuestros pies, ahora un par de novios muy acaramelados que pasaban; luego unos militares sentados en la mesa de al lado que hablaban a voz en grito; después un niño que nos tira la pelota encima del Castán” (5). La carta concluye diciendo que El Retiro no es lugar para opositores.

Roca Sastre. El Retiro. Termina la oposición
En la misma carta del día 27 de mayo, Pompeyo hace referencia a un singular encuentro que tuvo con el notario Roca Sastre, quien le puso al corriente de ciertas intrigas existentes en el Tribunal de oposiciones: “El criterio del Tribunal aún es un enigma para todos. Así me lo decía esta noche Roca Sastre, a quien me he encontrado al salir del Colegio Notarial (…). Le he acompañado más de media hora por la Gran Vía. Está indignado y con razón, pues si se presentó fue porque una buena parte de los miembros del Tribunal le prometió que se llevaría una notaría de primera (Barcelona concretamente). Me ha explicado las incidencias de la deliberación: el Director General está de su lado; se habla de disolver el Tribunal, de modificar el Reglamento (…). Según su opinión, hay un miembro del Tribunal que le ha traicionado. Lo curioso es que los demás se dejan arrastrar por él. Según Roca, es el protegido de Carro (el ex Director General, que por lo visto sigue actuando de forma subterránea). Puig Brutau, un brillante opositor a quien conocí hace unos días, íntimo de Roca Sastre, debe su suspenso a aquel señor: ¡no le dieron ni 40 puntos! Me figuro que Roca disfruta con estas intrigas y chanchullos, aún a costa de algún disgusto. Le deseo éxito, porque vale más que todos los del Tribunal juntos”.
En aquel momento la manera de llegar a las plazas de primera era, aparte de presentarse a las llamadas oposiciones restringidas, el tomar parte, siendo ya notario, en las oposiciones libres. En esa época se opositaba a plazas determinadas (desde 1984 se hace al título de notario).
Ramón Mª Roca Sastre, notario de la promoción de 1932 (6), conseguiría el número 1 y la plaza de Barcelona. Era muy difícil conseguir directamente una plaza de primera sin ser ya notario (7): por ejemplo, José Luis Álvarez Álvarez, ingresado en la oposición de Oviedo de 1953, consigue Valencia en las de 1955 de Albacete. Se volverá a presentar en las de Madrid 1957, optando a la de Madrid, pero no se la dan con polémica incluida, pues si bien Vallet de Goytisolo y otros dos miembros del Tribunal eran partidarios de ello, al final no la obtuvo (8).

“En los años ochenta del pasado siglo se produjeron gran número de vacantes debidas a la jubilación de los integrantes de las conocidas como promociones patrióticas”

En la carta fechada el 1 de junio de 1943, Pompeyo se desdice de su decisión de no volver a El Retiro a repasar temas y se queja por el retraso del Tribunal: “En mi última carta te aseguraba que no volvería al Retiro, ya que allí no conseguía concentrarme. Pues bien, a partir de entonces he vuelto cada tarde. La tentación era irresistible, sobre todo por el terrible contraste entre el Retiro y nuestra habitación de la Pensión, sin arreglar, estrecha y calurosa. Yendo pronto, puedes elegir sitio; el mío es un banco que está arrimado a un pino vigoroso, altísimo, solitario. Me siento, me saco la americana, enciendo un pitillo…y allí me tienes, hasta las siete y media, repasando temas, como si estuviera en el jardín de casa. Estos días, debido al asunto Roca Sastre, no ha habido sesión. Tres días seguidos de fiesta: ¿pero qué piensan estos señores, es que ya tienen ganas de efectuar vacaciones?”.
La referencia a El Retiro madrileño trae recuerdos personales a Plácido, aunque con un salto de casi cuarenta años, pues a la espera del examen paseó dos días muy especiales por dicho lugar -tan cercano al Colegio Notarial de Madrid- acompañando a su hermano, Francisco, convocado este para examinarse del oral cuando tiene lugar el Golpe de Estado de Tejero, el 23 de febrero de 1981.
A la inquietud por el examen se suma la desazón por la situación política (9). Él confesó que en principio del Golpe ni se enteró: es más, ese día, lunes, que no había exámenes, se fue al cine cuando ya Tejero estaba en el hemiciclo y solo a la salida se lo dijeron. El Tribunal debatió qué hacerse y por fin una nota en la mañana del 24 aclaró que la convocatoria proseguía. Se examinaría al fin el día 25, miércoles.
Volvamos a nuestras cartas.
Carta del 9 de junio: Pompeyo informa a su futura esposa del aprobado en el primer ejercicio de su compañero de pensión, José María Carreras: “Por fin Carreras actuó y ha sido aprobado. Le han dado 40 puntos, que no son ningún éxito, especialmente para una preparación tan larga y constante como la suya. Le tocaron temas bastante malos de civil e hipotecario. En el primer tema ha estado muy nervioso, ha empezado a tartamudear, a repetir conceptos, pero al pasar al segundo ha subido el tono y el Tribunal le ha escuchado con más interés”.
Carta de 11 de junio: Pompeyo, después de un periodo de desánimo, tan típico de tantos opositores, muestra una recuperada confianza en aprobar: “Por lo demás, he cobrado una absoluta confianza en mí mismo, sobre todo desde que Carreras ha visitado a los miembros del Tribunal para darles las gracias. Me ha contado la conversación que ha mantenido con el más joven de ellos (Pelayo Hore) (10), quien le dijo que no puntúan tema por tema, y que se fijan más que nada en la impresión conjunta que les causa el opositor; dice que se hacen cargo del nerviosismo en que se halla el opositor y no conceden demasiada importancia a la forma. Ah y que, con los gallegos y los catalanes, también tienen en cuenta sus posibles dificultades idiomáticas”.
Carta del 14 de junio: Pompeyo se lamenta de la soledad que padece como opositor desplazado a Madrid, una vez que su compañero Carreras ha regresado a Barcelona: “La verdad es que echo de menos a Carreras. Paso todo el día sin apenas poder hablar con nadie. Suerte que el estudio me abstrae: estoy terminando el último repaso de civil. En cuanto me examine y sepa la nota, te pondré un telegrama y cogeré el primer tren que me lleve a Barcelona, y eso será bien pronto, ya lo verás”.

“Han pasado casi ochenta años de estas oposiciones llamadas patrióticas, en las que al lado de unos opositores que habían pasado años preparando todo el programa, hubo otros -los movilizados, los excombatientes en la División Azul- que tuvieron determinadas facilidades para acceder a una plaza”

Pompeyo se examinó pocos días después de enviada la anterior carta; el resultado de aquel primer ejercicio de oposiciones fue favorable; justito pero favorable, y una vez lo supo, voló rápidamente a Barcelona, donde le esperaba con emoción su futura esposa y donde reanudó su preparación para los siguientes ejercicios de oposiciones.
Nuestro opositor volvió a Madrid en abril de 1944 y, con él, volvieron las cartas y postales escritas a su prometida; en una de estas primeras misivas, Pompeyo se lamentaba de la factura que le habían presentado en la pensión (25 pesetas diarias y 6 más del desayuno extra). También informaba a su interlocutora de la llegada a la pensión de otros opositores catalanes, Carreras y Clavel; con ellos y, sobre todo, con Longoria y Molina (ambos aprobados con muy buena nota) se reunía periódicamente en una Granja de la Gran Vía para comentar temas jurídicos e intentar resolver cuestiones que podían ser objeto de dictamen. Esporádicamente también veía a otros opositores catalanes, a quiénes ponía apellido y dedicaba algún que otro adjetivo más o menos divertido: así se refería al “humilde y estudioso Esquirol”, al “pavero y valenciano Climent”, al “ojeroso y charlatán Peña”, al “movilizado Ramoneda”, al “amulatado Hidalgo”, al “severo y bajito Motta”, al “simpático y socarrón Ruiz del Bustillo”, y al “infantil y bondadoso Algar”.
En cartas del mes de mayo, además de quejarse del calor y de mostrar su admiración por el teléfono que le permitía hablar con su novia como si estuvieran el uno al lado del otro, se refería al retraso que sufrían las oposiciones por culpa de los exámenes de los movilizados: “Se han producido verdaderas injusticias, no solamente han dado más puntos a los ‘movilizados’, sino que han ‘pasado’ auténticas calamidades, sobre todo de la División azul”.
En fin, Pompeyo aprobó los dos últimos ejercicios de la oposición que se celebraron en una sala del Tribunal Supremo.
La Comida oficial de la promoción tuvo lugar en el Hotel Nacional del Paseo del Prado madrileño el 27 de julio de 1944, a las 14 horas. El menú (11) consistió en entremeses Bella Elena, centro de salmón parrilla, tournedós solomillo godart, helado mousseline y tarta imperial. Como vinos: rioja blanco cepa chablis, de Bodegas Franco-Españolas, rioja tinto banda azul, de Paternina y champán extra Codorníu.
Tras aprobar optó a la notaría de L’Escala, entonces pueblo de pescadores y artistas (la novelista Victor Catalá, el pintor Rafael Ramis, el compositor de sardanas L’avi Xaxo), donde permaneció casi diez años, hasta que, en 1953, concursó a una notaría de Santa Cruz de La Palma.

Promociones patrióticas
Han pasado casi ochenta años de estas oposiciones llamadas patrióticas, en las que al lado de unos opositores que habían pasado años preparando todo el programa, hubo otros -los movilizados, los excombatientes en la División Azul- que tuvieron determinadas facilidades para acceder a una plaza. El hecho de calificarlas así no supone que hoy pretendamos cuestionarlas. Bastaría con mencionar a notarios ingresados en la de 1942 de la talla de Juan Vallet, José Bono, Francisco Núñez Lagos, José Roan o la primera mujer en el cuerpo, Consuelo Mendizábal (12); y en la de 1944, Manuel de la Cámara, Marcos Guimerá, Luis Figa Faura o la segunda mujer notario, Margarita Baudín (13).
Es verdad que en la primera asimismo lo hizo Carlos Arias Navarro que había sido fiscal en Málaga durante la Guerra Civil y llegaría a Presidente del Gobierno. O en la de 1944, Blas Piñar López, de gran significación política (14).

“A los opositores movilizados se les concedía el derecho a concurrir en tercer llamamiento a la práctica del primer ejercicio”

Hay que destacar, con todo, que sumando ambas promociones nos salen 447 notarios (205 en la de 1942 y 242 en la de 1944). Antes de ellos había 905 compañeros (15), por lo que supondrán el 49% del escalafón preexistente. Una “renovación” del cuerpo en toda regla. Es cierto que el número de aspirantes admitidos fue inusual (por ejemplo, como vimos, 1.100 en la de 1942), lógico si tenemos en cuenta que no hubo oposiciones durante la Guerra. Posteriormente, en los sesenta, la media de notarios aprobados sería de 30/35 para unos 400/500 aspirantes.
La implicación del Notariado en la política durante el franquismo no fue cuantitativamente muy relevante: solo 45 notarios formaron parte de la alta administración del Estado entre 1939 y 1975 frente a 471 catedráticos de universidad, 186 abogados del estado o 120 fiscales (16).
Como curiosidad hubo un notario, Gerardo Salvador Merino, de promoción anterior, la de 1935, al que siendo Delegado Nacional de Sindicatos, el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, en sentencia de 23 de octubre de 1941, condenó por masón. Se ordenó su cese como Delegado, la expulsión de la FET (17) y su deportación a Baleares. Una Orden de 27 de diciembre de 1941 igualmente determinó su baja en el escalafón, cesando en la notaría de Esparraguera.

Movilizados y divisionarios
En cuanto a los movilizados y divisionarios mencionados por nuestro opositor, la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército de 8 de agosto de 1940 había reintroducido el servicio en filas obligatorio de dos años (18). Cada leva era de aproximadamente 120.000 mozos. Del mismo modo la Ley de Movilización parcial de 16 de noviembre de 1942 -ante el desarrollo preocupante de la Guerra Mundial- llamó a filas a los reservistas de las quintas de 1939, 1940 y 1941 (19).
A los opositores movilizados se les concedía el derecho a concurrir en tercer llamamiento a la práctica del primer ejercicio.
Por otro lado, el Decreto de 7 de mayo de 1942 dispuso que los voluntarios de la División Española (División Azul) efectuarían los ejercicios de oposiciones “sin sujeción a número de sorteo y los tribunales los admitirán en cualquier fecha que se presenten, siempre que sea antes de la terminación de los mismos”. Igualmente los que estando en condiciones de tomar parte de oposiciones que no hayan podido hacerlo por estar en la División “si aprueban en la primera oposición que tenga lugar después de su regreso a España serán colocados según su calificación entre los aprobados (de la) oposición (en la que) no pudieron presentarse en igual forma que si hubiesen sido examinados cuando (ésta) tuvo lugar”.

Colofón: notarios españoles en África
Entre los notarios aprobados en la oposición de 1944, mencionamos a Marcos Guimerá Peraza -notario e historiador (20)-, quien fuera decano del Colegio de Las Palmas. De igual modo ingresa en ella Sebastián Humanes López. Lo hizo por Cornudella (Tarragona) y con el tiempo se convertiría en el último notario destinado en la llamada Guinea Española. Efectivamente la Orden de 15 de julio de 1969 (21) dispuso su cese en el cargo de “Notario de Guinea Ecuatorial”. La orden es del Ministro de la Presidencia, Carrero Blanco, y no del de Justicia. Estas plazas notariales dependían orgánicamente de dicho Ministerio a través de la Dirección General de Plazas y Provincias Africanas (22).
Cuando recientemente Plácido estuvo en el referido Colegio Notarial, en su sede de Las Palmas (23), quiso la casualidad que encontrara en su archivo de protocolos los fondos notariales de la notaría (Fedataría Pública) de la denominada Región Norte del Sahara, ubicada en El Aaiún. Conserva los protocolos desde 1948 hasta 1976, cuando, como es sabido, se abandona ese territorio. El último número autorizado lo fue el 26 de febrero de dicho 1976, siendo el autorizante Rafael de Valdés Iglesias (24). La realidad es que dicho fedatario no era notario de carrera, sino militar (25). Tampoco lo era otro de los anteriores, Fernando López Huerta, teniente coronel, que autoriza documentos en dicha Fedataría en 1968-1969 (26).
La indagación de dónde se encuentren los correspondientes a la Región Sur (Sidi Ifni) o los de Guinea aún continúa (27). En Guinea sí sirvieron notarios de carrera como vimos en el caso de Sebastián Humanes (28) o, previamente, Manuel Gramunt y Puig (29).

(1) Vide Plácido Barrios Fernández, De Escribanos a Notarios, Basconfer, 2021, p. 269.
(2) Cartas que en parte han sido recogidas en el libro Un amor de 1934 (Editorial Senyor Ruc, 2021).
(3) Sigue funcionando como hotel en la Calle de la Cruz número 14, muy cerca de la Puerta del Sol.
(4) El Fermín de Paniagua al que se refiere es el que muchos compañeros conocimos en la Gestoría Paniagua (que junto a la Gestoría Calvo tramitaba en Madrid la mayor parte de los concursos notariales). La gestoría se funda en 1907 por el padre de Don Fermín, Fermín de Paniagua de Andrés. El hijo, apellidado De Paniagua Rodríguez, empieza a trabajar en ella aproximadamente en 1934. Inicialmente estaba en la calle Huertas, 32, 2º de Madrid, que es adonde el protagonista muy probablemente se dirigiría. El traslado a la calle Andrés Mellado, 45, 1º izquierda acaecería en 1964. Don Fermín falleció en 2001.
(5) Durante su servicio militar en Salamanca en 1941 nuestro protagonista toma la decisión de preparar notarías tal como se recoge en el libro citado: para las que ya iba estudiando algunos temas (había comprado el Castán y el Serafini). Este último era un manual de derecho romano. Del Castán, qué decir: nos limitaremos a transcribir parte de la novela La Colmena, de Cela, cuando nos dice “…Don Ventura Aguado Despujols piensa que su hijo, fumando pitillos rubios como una señorita, no llegará nunca a notario. Todos los notarios que él conoce, gente seria, grave, circunspecta y de fundamento, fuman tabaco de cuarterón. - ¿Te sabes ya el Castán de memoria? - No, de memoria, no; es de mal efecto. - ¿Y el código? - Si, pregúntame lo que quieras y por donde quieras. - No, era solo por curiosidad”. El opositor “…se llama Ventura Aguado Sans, y lleva ya siete años, sin contar los de la guerra, presentándose a Notarías sin éxito alguno. - Pero, hombre, preséntate de paso a Registros -le suele decir su padre, un cosechero de almendra de Riudecols, en el campo de Tarragona. - No, papá, no hay color. - Pero, hijo, en Notarías, ya lo ves, no sacas plaza ni de milagro. - ¿Que no saco plaza? ¡El día que quiera! Lo que pasa es que para no sacar Madrid o Barcelona, no merece la pena. Prefiero retirarme, siempre se queda mejor. En Notarías, el prestigio es una cosa muy importante, papá…”. Podríamos asimismo referirnos a la obra de teatro Los Inocentes de La Moncloa, de Rodríguez Méndez, que tan bien retrata, en tono dramático, la lucha de los opositores de aquellos años.
(6) En el anuario previo figura como “excedente de Villafranca del Penedés”. Y cuya foto de aprobados incorporamos, pues no hemos hallado las de 1942 y 1944. Esa foto aparece en la web notariosyregistradores.com en el archivo “fotos de promociones”.
(7) El Reglamento de 1944 restringe el número de vacantes en la oposición directa de notarías de 1ª y 2ª, pues de cada cuatro vacantes, tres iban a entre notarios, y una, a las libres (art. 88). Se distinguían estos grupos de notarías para la provisión de vacantes: 1º Madrid; 2º Barcelona; 3º restantes notarías de primera clase; 4º notarias de segunda clase; 5º notarias de tercera clase (las primeras lo eran a partir de 50.000 habitantes; las segundas, de 12.000). Por otro lado, se premiaba la permanencia, ya que se concedía la clase primera o de segunda, a los de tercera que sirvieran una misma notaría por espacio de 18 y 10 años respectivamente (art 79), persiguiéndose a los notarios trashumantes, pues se prohibía concursar a más de tres notarias de igual clase dentro del plazo de diez años (art 96).
(8) Supuestamente por entender que con 25 años era muy joven para acceder a la capital. Lo conseguiría más tarde en oposiciones restringidas (Vide Juan Alvarez-Sala, EL NOTARIO DEL SIGLO XXI, nº 14, julio-agosto 2007, pp. 226-229). Recientemente en la biblioteca del Colegio Notarial de Madrid dentro del “legado Vallet” descubrimos las notas manuscritas de dicha oposición. Están en varios cuadernillos de tapa negra y en libretas de la papelería Muñagorri, donde nuestro admirado notario apuntaba notas e impresiones de cada opositor. Sorprende que las conservara tantos años y de este modo hayan llegado a nuestras manos.
(9) Recuerdo ver tanquetas militares a la altura de la Cuesta de las Perdices.
(10) Se refiere a Santiago Pelayo Hore, aprobado en Canarias en 1936, al cual se hace referencia en el libro De Escribanos a Notarios, op. cit. p. 271
(11) Que consiguió Plácido en una tienda de antiguo y del cual unimos foto parcial.
(12) Era la única mujer entre los 1.100 aspirantes admitidos.
(13) El Reglamento Notarial de 1944 vetaba el acceso de las mujeres al Notariado. Si bien concede a las mujeres admitidas en las listas de la última, la posibilidad de concurrir a dos nuevas convocatorias. Las tres primeras mujeres notarias fueron las dos citadas y Carolina Bono Huerta, ésta en 1947 (Vide Mercedes Pérez Hereza, “La mujer en el Notariado”, EL NOTARIO DEL SIGLO XXI, nº 96, marzo-abril 2021, pp. 94-98). Habría que esperar a 1969 -tras la Ley de 1961- con el ingreso de María Rosa Cameno Iglesias, y a 1971, con María Jesús Guardo Santamaría. Una travesía del desierto a todas luces injustificable. Con el tiempo la situación cambió radicalmente: cuando Plácido ingresa en 1990, de seis que lo hacen por el Colegio de Valencia, él es el único varón.
(14) O en que en ambas ingresan Emilio Iturmendi Bañales (hermano del Ministro de Justicia en 1951 y anteriormente subsecretario de Gobernación) o Rafael Ruiz-Jarabo Baquero (hermano también del que era subsecretario de Trabajo y posterior ministro de Justicia en 1973).
(15) Según el Anuario de la DGRN de 1936-1939 (publicado en 1944) que hemos consultado. El de 1935 (cerrado a enero de 1936 antes, por tanto, de la Contienda) habla de 1.281 compañeros, con lo que supondrían un, aún muy relevante, 35%.
(16) Mariano Baena del Alcázar: Élites y conjuntos de poder en España (1939-1992), Madrid, 1999, p. 196. En cuanto a ministros: entre 1705 y 1998, solo once notarios: dos, con Alfonso XIII, tres en la Segunda República, cuatro con el franquismo y dos con Juan Carlos I (vide García de Cortázar F. y R. Martín de la Guardia, Comparece España, Madrid, 2012, p. 296).
(17) El partido político Falange Española Tradicionalista y de las JONS.
(18) Cierto es que los universitarios cumplían normalmente 12 meses. Tras ello se pasaba a situación de reserva, hasta cumplir 24 años de servicio.
(19) Nos dice Javier Nagore, de la misma promoción de 1944, a propósito de esta Ley: “La ley de movilización parcial por la que casi todos los combatientes de 1936-1939 entramos de nuevo en el Ejército, y en este servicio preparamos las oposiciones a Notarías”. Continúa: “Al presentarme ante el Brigada en la Oficina de Reclutamiento, en Pamplona, para solicitar ‘prórroga de estudios’, me preguntó: ‘¿Para qué estudios?’... ‘a notarías’, contesté… ‘Bien, esto es como de Correos; ayer concedimos la prórroga a otro opositor a Correos’. Terminada la oposición -julio de 1944- volví a la Oficina. Seguía el mismo Brigada: Le dije que ya era notario. Me miró con cierto respeto y resolvió: ‘Bueno, te reincorporaremos como…Cabo’. De este modo, como cabo de ametralladoras del Regimiento… de Montaña nº 66, me licencié…” (J. Nagore Yárnoz, Historia del Iltre. Colegio Notarial de Pamplona, Pamplona, 1997, p. 153).
(20) Al igual que lo fuera su compañero de promoción, Jose Bono Huerta, figura señera del estudio de la historia de nuestro derecho notarial.
(21) Con efectividad desde el 4 de abril de 1970.
(22) Inicialmente se llamaba Dirección General de Marruecos y Colonias; tras la pérdida de Marruecos, se transforma en la mencionada D.G de Plazas y Provincias Africanas (1956) y, por último, en D. G. de Promoción del Sahara en 1969, tras la descolonización de Guinea e Ifni.
(23) Se encuentra en la Calle de los Balcones y es digna de ser visitada. Fue la primera sede del Cabildo Insular en 1913, cuando este se constituyó. Vide artículo de Pedro González Sosa. “La Primera Sede del Cabildo en 1913”, publicado en diario La Provincia el 14 de marzo de 2009, p. 15.
(24) No pude evitar buscar una nota de cierre o algo parecido, pero mi búsqueda resultó desgraciadamente infructuosa. El Registro de la Propiedad competente para esta zona era el del Sahara. Sobre este tema tiene publicada una entrada en su blog Justito el Notario, con el título: “Notarios y Registradores en el África colonial española”.
(25) Se jubilará con el grado de general de brigada en 1985.
(26) El sello que aparece en las matrices reza textualmente: “GOBIERNO GENERAL DE LA PROVINCIA DEL SAHARA ESPAÑOL, REGIÓN NORTE”, en su orla exterior, figurando como orla interior por encima del escudo nacional (de la época): “FE PÚBLICA” y por debajo: “NIHIL PRIUS FIDE”.
(27) Sí encontramos el Decreto de 10 de diciembre de 1949, por el que se establece el régimen de la propiedad en el África Occidental Española creando el Registro de la Propiedad del África Occidental Española. En su disposición transitoria tercera se refiere a la creación de la Notaría del África Occidental Española a cargo de un notario de carrera.
(28) En el Anuario de 1968 y 1969 figura como excedente.
(29) En el Anuario de 1935 aparece como notario de Santa Isabel de Fernando Póo. Fue separado del servicio por Orden ministerial de 23 de febrero de 1942 debido a una publicación en prensa titulada “Después del temporal” en pro de la democracia. Por Orden de 14 de febrero de 1950 fue reintegrado al cuerpo notarial. Como dato curioso, entonces y tras la Orden de 12 de julio de 1939, los notarios no podían recoger testimonios en actas -normalmente favorables a los encartados- relativos a expedientes de depuración y de responsabilidades políticas: habrían de prestarse necesariamente ante el encargado de su tramitación, lo cual merece una crítica del notario E. Giménez-Arnau en su imprescindible Introducción al Derecho Notarial, meritoria si tenemos en cuenta que la hace en 1944 (vide p.167).

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