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REVISTA110

ENSXXI Nº 116
JULIO - AGOSTO 2024

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista


LA PERSPECTIVA

“Caballos que no necesitan pienso, se alimentan del ruido de su galope”, así reza uno de los aforismos de Elías Canetti recogido en su libro "La provincia del hombre" (Editorial Taurus, 1982). Pero esa raza de caballos alejados de la gula que, como algunos de sus jinetes, tienen bastante sustento con el aplauso, parece declarada a extinguir al menos en el hipódromo de la política, donde, cada vez más, antes de aceptar un puesto bajo los luceros acorde con su vocación de servicio y tomar la salida en la carrera, se exigen garantías de sobrealimentación o al menos expectativas de prosperidad ulterior en un lobby postraumático. Esta sabia prevención nutritiva es una nota singular que caracterizó, por ejemplo, a cuantos intervinieron en el golpe del 23-F sin que, hasta el momento, esa actitud precavida haya suscitado la atención proporcional que merece en los relatos, ensayos y averiguaciones dedicados a narrar o esclarecer tan grave episodio. Examinemos, al respecto, algunos detalles:

1.- En la mañana del día de autos, lunes 23 de febrero de 1981, los responsables del operativo golpista, que se encuentran en el Parque Central de Automovilismo de la Guardia Civil ubicado en la madrileña calle Príncipe de Vergara, consideran llegado el momento de enviar los conductores a la nave de Parla donde habían quedado estacionados con suficiente antelación los autobuses que habrían de trasladar a los Guardias Civiles que llevarían a cabo la toma del Congreso de los Diputados cuando se hallara reunido en sesión plenaria, en trance de celebrar la segunda votación en la que bastaría la mayoría relativa, es decir más “síes” que “noes”, para la investidura del candidato Leopoldo Calvo Sotelo, designado por el Rey a propuesta de UCD como relevo en la presidencia del Gobierno del dimitido Adolfo Suárez. El desplazamiento en busca de los autobuses se encomienda a media docena de conductores, quienes, ojo al dato que diría José María García más conocido por butanito, exigen comer antes de emprender la marcha.
2.- La víspera, domingo 22 de febrero, al comandante Ricardo Pardo Zancada, destinado en la segunda sección de Estado Mayor de la División Acorazada Brunete, DAC nº 1, le reclama el general Jaime Milans del Bosch capitán general de Valencia. Pardo Zancada acude a la capital del Turia y, según refiere en su libro La pieza que falta, se detiene a repostar en Mota del Cuervo, donde almuerza plácidamente antes de proseguir ruta. Cuando llega a Capitanía el ayudante de Milans le dice que el general está almorzando que vuelva más tarde porque han de respetarle la sobremesa.

“’Caballos que no necesitan pienso, se alimentan del ruido de su galope’, aforismo de Elías Canetti”

3.- El lunes 23 Pardo Zancada, excediéndose en sus cometidos, recoge a mediodía en su vehículo particular al general Torres Rojas, que llegaba en avión al aeropuerto de Barajas procedente de Coruña. De allí le lleva al acuartelamiento de El Goloso. En la barrera de la entrada, el brigada del cuerpo de guardia reconoce a bordo del vehículo que acaba de detenerse al general, quien había mandado la Unidad desde su designación el 2 de junio de 1979 hasta su cese desconcertante el 24 de enero de 1980 cuando fue relegado al oscuro gobierno militar de Coruña, en vez de ser ascendido a teniente general, como había venido sucediendo con sus antecesores. El suboficial comenta el buen recuerdo que han conservado desde entonces. Mejor recuerdo guardo yo aún, le replica el general llamándole por su nombre, de aquellos pinchos morunos que usted nos preparaba en el bar de oficiales.
4.- Para no hacer interminables las referencias gastronómicas, ni acumular en exceso pruebas sobre la aversión al ayuno profesada por los militares golpistas, solo citaré que, cuando ya todo parecía perdido para la causa de los golpistas, el comandante Pardo Zancada, queriendo dejar prueba indeleble de su compromiso con sus compañeros de armas asaltantes del Congreso, pugna todavía por unirse a ellos y decide sumar a los asaltantes los efectivos de una compañía de la Policía Militar. Pero, cuando van a salir, sus integrantes, tomando conciencia de las incertidumbres que pudieran aguardarles en la oscuridad de la noche, exigen que les den de cenar antes de encaminarse hacia la carrera de San Jerónimo.
Pero, volvamos al tiempo presente, a estos días de Begoña y fango, de jueces y amnistías, de autos de la Sala Segunda del Tribunal Supremo y del Instructor Llarena, del Tribunal Constitucional erigiéndose en Tribunal de casación para liberar a los condenados por los ERE. Y recuperemos con Rafael Sánchez Ferlosio el verbo traspunte, clave en el inicio de los cuentos infantiles: Érase una vez un periódico nativo digital que intentaba abrirse camino, encontrar un modelo de negocio y prestigiarse dándose a la práctica del periodismo de investigación. Sus periodistas tenían aprendido de Jean Schwoebel, en su libro La presse, le pouvoir et l’argent, que no hay seguridad al servicio de la verdad. También sabían el valor diferencial que aportan las exclusivas, cuando anticipan algo que los demás ignoran. Aunque pudiera ser que les faltara fineza y cayeran en el enamoramiento de sus propias noticias, que por muy exclusivas que fueran nunca deben privilegiarse hasta el punto de caer en la penosa tentación de alterar la ponderación con la que deben presentarse las noticias, evitando que la actualidad, o alterar el orden de los factores que presentan la realidad de modo veraz huyendo de exageraciones.

“La noticiabilidad de un hecho es directamente proporcional a su coeficiente de rareza, es decir, a su improbabilidad, a los intereses afectados en el lugar donde acontece y en el lugar donde se ubica el centro editor o emisor desde el que se difunde e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa”

Los periodistas del periódico al que se refiere nuestro cuento, se abstenían de dar crédito a rumores, comidillas y maledicencias y se centraban en difundir lo que antes habían verificado de manera diligente mediante el contraste con fuentes diversas. Están convencidos de que nos encontramos inundados de información, que estamos hasta el cuello de información contaminada, pero que, carentes de información depurada, quedamos en condiciones imposibles para sobrevivir. Nuestros colegas se aplican a cultivar la calidad de sus fuentes, sin dejarse esclavizar por ellas, de modo que pudieran acabar quedando bajo su dependencia o a su servicio, desatendiendo la misión de servicio público a la que ante todo se deben. También intentan evitar el vicio, tan extendido, de administrar las exclusivas en dosis calculadas para prorrogar en el tiempo el interés o el morbo de sus audiencias y multiplicar así el negocio subsiguiente. Semejante proceder es el que ha llevado a muchos a concluir que todo lo que perjudica al país beneficia al periodismo.
La asepsia que algunos periodistas invocan para declararse irresponsables definiendo su labor como la del espejo en el camino es del todo tramposa porque, a partir de la infinidad de hechos susceptibles de ser difundidos, es la atención y la diligencia del periodista la que, al seleccionar con ese propósito aquellos a los que dará notoriedad transmutándolos en noticia, transforma las meras percepciones visuales y acústicas en acontecimientos merecedores de atención, a la manera en que el astrónomo, cuando privilegia determinados vértices lumínicos, establece el dibujo de las constelaciones.
En todo caso, la misión de servicio público que los periodistas de nuestro cuento han de cumplir tiene como primera referencia el servicio a sus lectores, oyentes o espectadores. Pero, al mismo tiempo, resulta imposible que los profesionales de la información se sustraigan a los efectos perniciosos que generan las amenazas que se hacen pesar sobre ellos y sobre los medios en que ejercen su oficio. Porque sigue teniendo plena validez esa definición de noticia “como aquello que alguien está intentando que no se publique”. O sea, que quienes intentan que algo no se publique, o amenazan con los males del infierno a los que llegaran a publicarlo, producen el efecto contrario e incentivan su difusión, al multiplicar la noticiabilidad del hecho que quieren ocultar en la misma medida en que están pretendiendo sustraerlo del conocimiento de la opinión pública.
De modo que la Ley de la Gravitación Informativa según la cual “la noticiabilidad de un hecho es directamente proporcional a su coeficiente de rareza, es decir a su improbabilidad, a los intereses afectados en el lugar donde acontece y en el lugar donde se ubica el centro editor o emisor desde el que se difunde e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa”, debe corregirse para tener en cuenta también que cualquier intento de impedir la difusión de un hecho multiplica exponencialmente su valor noticioso. Además, de que el periodista, o el medio informativo, cuando percibe estar amenazado por los poderes -ya sean políticos, económicos, bancarios, religiosos, deportivos, sindicales o de cualquier otra naturaleza-, a menos que cristalice en modo mercenario, tiende a subir su apuesta y a comportarse, como los caballos de Elías Canetti que no necesitan pienso y se alimentan del ruido de su galope, es decir, que son más susceptibles a la ganancia de prestigio profesional que a la de otras ventajas. ¡Ojo con ellos!

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